Pues ya son muchos los blogs de amigos y amigas que hablan del tema, y ya son algunos los comentarios que he hecho... Inés, Kabila, D. Ricardo, Viul y Antoine Martí, casi sin excepción, enfocan el problema, con mayor o menor acidez, desde el punto de vista ideológico-religioso. Seguramente algunas personas se sorprenderán de que haga un giro de 180 grados en mi enfoque, y me ponga del otro lado: el de la muchacha del velo, y desde un enfoque personal... Muchas veces sólo se pueden entender y abordar bien los grandes problemas si bajamos al nivel de lo cotidiano (por ejemplo, las mujeres economistas solemos explicar mejor la macroeconomía partiendo de sus consecuencias de género, clase, y también vida cotidiana en la microeconomía).
Un caso parecido al de Pozuelo sucedió en Girona hace unos tres años, y se resolvió aceptando que lo fundamental era la escolarización (en aquel caso, de una niña de 9 años que según su madre llevaba velo por presiones de su abuela). No sé si la niña en cuestión sigue asistiendo a clase con velo, pero francamente, lo dudo. En cualquier caso, he dicho ya en diversos comentarios que yo misma tuve serias dudas sobre cómo actuar si, cuando era profesora de la Facultad de Económicas en ejercicio, entraba en mi clase alguna estudiante universitaria con velo y la cara semi-tapada.
Creía entonces --y sigo opinando lo mismo-- que una cosa es usar el velo en el seno de una sociedad donde es práctica común, y otra hacerlo en una sociedad donde su uso no es ni habitual ni pasa para nada desapercibido. Naturalmente, comparto que lo primero es el derecho a la enseñanza, pero mucho me temo que esta frase se queda muy por encima de las tensiones que puede esconder el uso del velo por parte de chicas jóvenes, y ni las desvela, ni ayuda a resolverlas. De hecho, esta práctica en nuestra sociedad puede ser un elemento que indique algunas anomalías de fondo que como ciudadanos y ciudadanas no deberían sernos indiferentes. Nunca expulsaría a nadie de ningún sitio por usar esta prenda, pero sí creo que sería obligado, tanto en clave pedagógica como incluso humana, hablar en un clima de mucha confianza con la joven que lo utiliza. Sé que no es fácil, pero debería crearse la empatía necesaria para saber hasta qué punto el uso del velo responde a su voluntad y valores (o incluso su capricho) o es la muestra visible de algún tipo de violencia cultural impuesta… y que puede esconder otras prácticas rotundamente condenables (mutilación genital, trabajo infantil clandestino, boda obligada, etc…). Y saben ustedes que no me invento nada.
En estos casos, como en muchos otros, pondría (y escucharía) a la persona por encima de las normas... No sé si en el caso de Pozuelo, pero sí les aseguro que en muchos barrios y ciudades descubriríamos que tenemos como sociedad mucha tarea de género que hacer, y con demasiada frecuencia... (e incluso urgencia). Y ésta es también tarea para las izquierdas, que no puede quedarse sólo con los principios ideológicos.
Bueno, alguno de ustedes ya me conocen... tantos años de profe, para bien o para mal, tenían que salir por algún lado, ¿verdad?