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José Luis López Bulla LA CRISIS GRIEGA (¿SÓLO GRIEGA?)
José Luis López Bulla


Existen numerosos momentos en la historia de la humanidad en la que ésta, o más bien una porción de ella, es consciente que está viviendo circunstancias excepcionales. Algunas lo son por las crisis extremas que se suceden en periodos relativamente breves, tanto de orden social, como político, militar o ideológico. Tal fue así durante los años 20-40 del pasado siglo (mi siglo). En otros momentos, esa vivencia surge de avances sociales, económicos y científicos o de crisis demográficas. Eso ha ocurrido delante de nuestros ojos muy recientemente y a una velocidad trepidante con el impulso de las tecnologías digitales en un envoltorio de cambio técnico global.


Probablemente, ahora también estamos en momentos tales y por las dos circunstancias, la velocidad del cambio tecnológico y científico que aumenta y los estertores (que pueden prolongarse décadas) de un sistema de depredación de la tierra que abre múltiples posibilidades futuras, tanto positivas como negativas. Eso según la comprensión que hoy tenemos de lo positivo y lo negativo.
Ello además coincide con una crisis económica global que ha puesto al descubierto la irracionalidad y el latrocinio oculto del impulso loco financiero y en la enorme fractura entre unos pocos y los demás, cuando la ideología subyacente decía justo lo contrario. Y eso, amigos, son palabras de premio Nobel.


La tierra, los recursos y la distribución del bienestar están profundamente explotados y desviados de una posibilidad hoy cierta de desarrollo limitado, pero para todos. Esa posibilidad se hace difícilmente alcanzable por causa de lo que los marxistas llamamos la hegemonía del poder, la hegemonía ideológica, que en los últimos veinte años ha pasado integra a manos de una derecha neoliberal ultra depredadora.


Como en todas las circunstancias de cambio histórico, es necesario además de los motivos objetivos para ello, hoy perfectamente claros, agentes que impulsen la certeza de su necesidad y coaliguen voluntades suficientes para el impulso del cambio (alguien pondría revolución, yo no tengo inconveniente). Hasta no hace mucho, esto era posible dentro de espacios humanos limitados (a veces con resultados contrarios a los previstos, todo hay que decirlo), hoy eso no es así, sino que los agentes del cambio han de ser tan globales como los propios factores contra los que actuar. Una dificultad con la que se choca diariamente y a múltiples niveles. Vean sino la crisis llamada griega.


Podría afirmar que esta falta de acción global substantiva está en parte motivada por una falta evidente de pensamiento estratégico en todos los rincones del mundo pensante y de tendencias solidarias (una forma de aglomerar múltiples interpretaciones políticas y sociales). En ese sentido, tras coger el paraguas, pregunto, casi tartamudeando: ¿do está el sindicato europeo? ¿qué hace la Confederación Europea de Sindicatos? Que es lo mismo que preguntarse:
¿dónde estan las llaves, matarile, rile, rile?


El localismo se ha hecho muy fuerte y no en el sentido que nos recomendaba el apóstol ambiental: piensa globalmente y actúa localmente. Sino que el pensamiento y la acción se retrotraen los dos al ámbito del interés más inmediato. Por ejemplo unas elecciones. Por ejemplo en la inversión a cortísimo plazo en bolsa (que es como dicen que hay que actuar en bolsa). Por ejemplo, el último gol marcado. Los beneficios que se valoran son los que surgen de la inmediatez, no de las labores de largo plazo.


No es sorprendente la acción intelectual, sobre todo en la literatura, que no posee opinión explicita sobre el mundo. Existe, eso sí, el artículo corto sobre lo de ayer. O el libro erudito en monografía. Y punto.


Veremos en directo, ahora primero como una retransmisión desde Grecia, la destrucción total de un sistema de reparto de costes y beneficios. En Grecia todo lo pagarán los mismos, los trabajadores, en el más amplio sentido del término, pensionistas y clases medias. Si observan el plan gubernamental conque el PASOK (socialista) convence a Ángela Merkel (demócrata cristiana) para que colabore en la recuperación (¿) de Grecia se darán cuenta que los causantes de la crisis, la banca, el submundo inmobiliario, el gasto en lujo (importado de Alemania), etc. están fuera de las coordenadas del pago. En el centro y prácticamente solos, están los pensionistas, los funcionarios y trabajadores públicos y después el resto de laborantes. La fiscalidad impuesta es indirecta, sin que los grandes patrimonios, los beneficios abusivos, la especulación se vea en el brete de colaborar. Ni tan solo el PASOK muestra el más mínimo detalle social. Es el anuncio de la nueva sociedad: todo para el banco, incluso la vida digna y el ahorro popular.


Los periódicos de casa pasan por esa circunstancia griega de puntillas, excepto alguna excepción puntual. No tratan del fondo de la cuestión e incluso alguno, por más señas liberal en catalán, apunta que hemos de hacer lo mismo. Es la depredación por parte de la derecha política y económica, bajo el aplauso vibrante o callante de los medios y de los intelectuales.


No estamos en circunstancias simplemente difíciles. Estamos en circunstancias de gran cambio. Y el sentido de este no está predeterminado.



Lluis Casas, repartiendo “tetra gala”


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