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José Luis López Bulla DE PÍCAROS E IDIOTAS ASTUTOS, DE GÜELFOS Y GIBELINOS
José Luis López Bulla


1.-- El presidente Zapatero recuerda la obra de don Francisco de Quevedo El alguacil alguacilado En ella se plantea plantea una paradoja sublime. El licenciado Calabrés (“hombre de bonete en tres altos, hecho a modo de medio celemín”) anda enfrascado en intentar exorcizar a un alguacil poseído por el demonio. Durante la obra el alguacil permanece mudo, y es el demonio quien lleva la iniciativa.


Pues bien, Zapatero –presidente de turno de la Unión Europea, que cada vez se parece más al Sacro Imperio Romano Germánico-- no sólo ha estado capitidisminuido en sus funciones europeas sino que, en España, ha aplicado a machamartillo lo que le viene de los que le rodean en la mesa presidencial del Sacro Imperio.


Lo más chocante, nos dice el alguacil alguacilado, es que sus medidas para España son las mismas que ponen en marcha tanto los güelfos como los gibelinos. Primera inquietud: ¿para qué sirven entonces los güelfos? ¿Para ser gibelinos con (aparente) rostro humano? Y, puestos a preguntar, pregunto: ¿cuál es el límite de la resistencia güelfa? Lo digo porque el listado de las exigencias de los gibelinos y de los idiotas astutos que les acompañan no ha hecho más que empezar. Al zapaterazo le acompaña ahora la llamada reforma laboral, pero ya vienen (sin Rubén Darío) los claros clarines gibelinos exigiendo la de las pensiones y de la negociación colectiva. Y, siguiendo el método inductivo, lo más probable es que se opte por la actitud del sí, bwana.



2.-- Es también harto preocupante la indistinción conceptual (y hasta lingüística) entre los nuevos güelfos y los actuales gibelinos. Por ejemplo, en el caso de la huelga. Fracasados los intentos de darle un tratamiento thacheriano –vale decir, a golpe de correaje y mamporro—se pone en marcha la ruptura de sus cuadernas mediante dos mecanismos, que nuevamente han estado en primer plano en el desarrollo de la importante acción colectiva de los funcionarios del pasado martes: 1) la implantación de un aparatoso nivel de “servicios mínimos” que contraviene todas las sentencias de los Tribunales ante planteamientos similares de hace algunos años; 2) el aprovechamiento de los medios públicos para dar una versión minimalista de la huelga.


En el primer caso, los llamados servicios mínimos, se trata de un planteamiento que el Gobierno Zapatero (también el gelatinoso govern catalá) sabe que está provaricando (ojo, no he dicho prevaricando) porque existe, como ya se ha dicho, una abundante literatura jurídica radicalmente contraria a esos abusos. No obstante, así Zapatero como los gelatinosos, saben que los tribunales dictarán sentencia, con cuatro y hasta cinco años después. En el segundo caso, el desleimiento de la huelga, se utiliza la palabra mendaz y el engaño más burdo con la idea de que la huelga ha sido un fracaso estrepitoso. Se trata de la llamada guerra de cifras tanto con relación a la huelga como en las manifestaciones de calle.


En ambos casos, nos encontramos con la mencionada indistinción entre güelfos y gibelinos así en relación con las prácticas como en las palabras.


Radio Parapanda. Nos cuenta REFLEXIONES PARA DESPUES DE LA JORNADA DE HUELGA DE EMPLEADOS PÚBLICOS en la voz de Mastrobaylos.





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