Em confesso opinòlegaddicte. Acostumo a llegir
amb devoció les columnes d'opinió de diferents mitjans. Algunes per veure per on surt
avui qui la signa, i com van les seves neures, filies i fòbies, d’altres per
què simplement m’agrada qui la signa i hi acostumo a coincidir. Dels primers em fa mandra
parlar, d’entre els segons, en canvi, vull citar una de les plomes que
darrerament em té encisat:
David Trueba. La seva columna a El País és sovint
enginyosa, aguda, seriosa, pulcra,… Com la d’avui. Parla de la superioritat,
d’aquella que senten qui, davant la campanya de reduir-ho, apunten al Ministeri
d’Igualtat. I alerta de la molta feina que aquest Ministeri ha de fer encara,
especialment en un país i un continent com aquests en els quals ens trobem. Subscric la
columna, la defensa de la prioritat ministerial que suposa la lluita per la
igualtat i la necessitat de deixar de frivolitzar amb aquest tema en un país en
què cada setmana una dona és assassinada per algú que es diu la seva parella pel
fet, simplement, que aquest algú s’hi consideri superior (és clar, només és una
dona), i en un continent en què les dones cobren de mitjana un 17% menys que
els homes per fer la mateixa feina, o més, ja que sovint han de fer, soles, dues
o tres jornades laborals, combinant la privada i la pública.
Superioridad, por David Trueba (El País 10/06/2010)
El bufón dice entre bromas grandes verdades.
El bufón es el que mira cómo los supuestos hombres serios y poderosos invaden
su territorio practicando el absurdo, la necedad, el ridículo. El bufón
advierte entre el cascabeleo que él tiene derecho a desbarrar; la obligación de
los otros sería comportarse rectamente. En El intermedio, el Gran Wyoming no
tiene demasiado reparo en ejercer de bufón. Incluso hace dos noches permaneció
lánguido y pensativo tras hacer un chiste. "¿Me estará sucediendo algo
extraño? He hecho un chiste contra los socialistas". Tamaña
autoconciencia, tamaña autocoña, recibe el intrusismo diario de los supuestos
cargos de responsabilidad. En ese mismo programa, resonaron las declaraciones
de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, que al sospechar
que el Gobierno amenazaba con suprimir su cargo, saltó sobre la yugular de la
ministra de Igualdad. "Esa sí que no sirve para nada, que la manden a
estudiar el mapa del clítoris de Andalucía".
Suerte que matizó que en ningún momento quiso
faltarle al respeto a la ministra. Menos mal, si llega a querer faltarle al
respeto... El problema estriba en que la presidenta de la Diputación de León
considera que la Diputación de León es infinitamente más importante que el
clítoris. Y ahí puede que esté el error. Mejor que no pregunte a los
ciudadanos. Igual sucede con el Ministerio de Igualdad, todo el mundo se cree
más importante que el Ministerio de Igualdad. Cuidado, la política está llena
de tipos que se creían superiores fregando el último escalón de la sede. Miren si
no a Esperanza Aguirre, que entre bromas se alzó como lideresa moral de su
partido. En un país donde las mujeres sufren más paro y menor salario que los
hombres, donde una de ellas es asesinada cada semana por su ex pareja, el
complejo de superioridad sobre el Ministerio de Igualdad es para mirárnoslo. La
ley del aborto para reformarse ha necesitado del aguante y la fortaleza del
descaro juvenil y no tanto el cálculo y la superioridad de quienes no meneaban
el asunto para no mancharse. O aún más bochornoso, de aquellos que lo denuncian
al Constitucional después de bendecirlo durante ocho años en el poder con una
pía mirada para el otro lado del confesionario.
