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Àngels Martínez i Castells. Que el Papa no esté solo...
Àngels Martínez i Castells.

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Ya empezó otra comida de coco que durará hasta el domingo 7 de noviembre, cuando se celebre --si las obras del AVE no han hecho zozobrar el proyecto-- la gran ceremonia MGM en la que el Papa, en presencia de los Reyes, consagre el templo de Gaudí al culto. Dejando la épica para descender al tono simpático y coloquial, nos explican que después el Papa irá al arzobispado a comer "comida catalana". Esto está bien, porque es catalán cualquier rábano o tomate que haya crecido o se venda en Catalunya, pero no es eso lo importante (aunque se intente que contribuya a hacer más simpática la figura de un Papa que necesita todos los recursos para caer bien, incluso la humilde escalibada). Lo que quiero destacar es la llamada a las masas --con un pequeño quiebro en la voz de desesperación-- de Martínez Sistach. Ha dicho el cardenal: "El Papa deja el Vaticano, nosotros también tenemos que salir de casa e ir a la Sagrada Família con él". ¿De verdad tiene miedo el cardenal que el Papa esté solo?

Aunque Catalunya es tierra voluble y/o imprecisa (hace unos días una encuesta de Periodico decía que el 48,1% de la población en Catalunya votaría independentismo y pocos días después la misma empresa encuestadora informaba que los independentistas eran poco más del 16%) no hace falta mucho extra para satisfacer las expectativas del cardenal. Por motivos de seguridad se reducirá el aforo de la basílica a 7.500 personas, y en torno a la instalación de pantallas gigantes para seguir la ceremonia se cuenta con medio millón más de personas.

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Si esas son las cifras, creo que con los japoneses habituales y los miembros del OPUS DEI a los que les encanta viajar con su "Totus TOUS" se pueden ocupar las localidades. Por tanto, tranquilidad para la curia. En cambio, empieza el incordio para aquellas personas a las que la visita del Papa nos parece un despilfarro absolutamente improcedente en tiempos de crisis.

Para neutralizarnos han empezado los conjuros. Y el más entrañable, el fragmento de la Oda nova a Barcelona del poeta Joan Maragall metido a Nostradamus (que no tenía demasiada buena opinión de sus conciudadanos, pero tampoco derrochó inspiración):

«A la part de llevant, místic exemple
com una flor gegant floreix un temple
meravellat d'haver nascut aquí
entremig d'una gent tan sorruda i dolenta,
que se'n riu i flastoma i es baralla i s'esventa
contra tot lo humà i lo diví.
Mes, enmig la misèria i la ràbia i fumera,
el temple (tant se val!) s'alça i prospera
esperant uns fidels que han de venir».

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