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José Luis López Bulla ALIANZA DE CIVILIZACIONES
José Luis López Bulla


Hay novedades de gran importancia: la alianza de civilizaciones parece abrirse paso. Las reacciones de dos Iglesias que, a la vez, son dos Estados, frente a sendas concesiones del Premio Nobel 2010 muestran claramente que eso de la alianza de civilizaciones no es una chuchería del espíritu como, hace meses, afirmé bajo los influjos del agua de Vichy en cierto coloquio ecuménico.


El presidente del Vaticano ha puesto el grito en el Cielo porque la Academia sueca ha premiado al doctor Roberts Edwards por sus investigaciones sobre las células madre; el presidente chino ha hecho tres cuartos de lo mismo con su compadre Ratzinger porque la mencionada academia ha concedido el Nobel de la Paz al disidente Liu Xiabo, encarcelado desde hace años por haber firmado un documento exigiendo libertad en aquel gran país. Lo dicho: la alianza de civilizaciones no es una farfolla con mermelada.


Lo curioso del caso es que el eje Pekín – Vaticano (donde el primero pone lo material y el segundo lo inmaterial) ha puesto las cosas un poco esquinadas a los abajofirmantes sin fronteras. No es posible mirar a otro lado con relación al cacique chino y hacer lo contrario con el sátrapa Benedicto.


Decididamente hay que convenir que Dios los cría y ellos se juntan. Igual que la alianza y el choque de civilizaciones: dos discursos, diferentes en apariencia, pero igualicos en el fondo. ¿Me preguntas por qué? Te lo digo: porque reconocen a la religión el carácter primordial a la hora de determinar quiénes somos, de dónde somos y lo que tenemos que hacer.


Cacique, pon en libertad a Liu Xiabo.



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