Antonio Labriola habló, en tiempos de María Castaña, de la “incongruencia italiana”: el hecho dramático de que en su país, cuando vienen indicios de renovación, aparece con fuerza manifiesta de su profundo espesor reaccionario. Lo sorprendente es que el mismísimo Partito democratico parece haber consolidado su particular “incongruencia política”: un partido que surge para renovar la democracia italiana, la política –según manifestaron precipitadamente los D´Alema, Fassino y Veltroni-- acaba creando su particular costra de volver al siglo XIX. Hacemos referencia, naturalmente, a nuestra entrada de ayer en este blog.
Menos mal que en Italia existe doña Cgil. Que, como es sabido, ha convocado MOVILIZACIONES EN ITALIA: HACIA LA HUELGA GENERAL. Esta gran dama, doña Cgil, no sólo tiene que combatir las medidas patronales y las políticas de Berlusconi III, debe protegerse también de ese Caballero de Gracia, todo un viejales que “no es de derechas, ni de izquierdas”, según declaró Walter Veltroni.
Pues bien, todo ello me trae a la memoria las opiniones de una ricachona de la Vega de Granada que decía: “Oye, menos mal que tenemos a la Iglesia que nos defiende de los Evangelios”. Contrariamente, en Italia --a pesar de todos los pesares-- parece que se siente: "Menos mal que tenemos a la Cgil que nos defiende del partito democratico". Otra dimensión de la "incongruencia italiana".