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Àngels Martínez i Castells. Mi entrada del 2010: Manuel Sacristán Luzon
Àngels Martínez i Castells.

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El último post del 2010 es la traducción al castellano de una entrada publicada en catalán en octubre, cuando se celebraron en la Universidad unas Jornadas de homenaje a la obra de Manuel Sacristán Luzón. Esta fue mi aportación, ahora traducida:
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Conmemoramos los 25 años de la muerte de Manuel Sacristán con unas jornadas que me han pedido que sirvan sobre todo para hacer análisis y difusión de su obra, en un intento de hacer presente el método, el pensamiento y las aportaciones del profesor y me atrevería a decir que también amigo Manuel Sacristán a la metodología de las ciencias sociales. La obra que con acierto han elegido desde la AEP (organización a la que por cierto agradezco que me haya llamado para formar parte de esta mesa) para que sirva de punto de partida es el Studium Generale. Y la verdad es que también tengo que agradecer que por este motivo releyera este trabajo que tan sugerente sigue siendo a pesar del tiempo transcurrido.

Quizá valdría la pena precisamente empezar por poner un marco histórico al Studium Generale. Está firmado en el año 1963-han pasado por tanto 47 años - en unas coordinadas nacionales e internacionales muy diferentes. Acabábamos de vivir lo que se conoció como "la crisis de los misiles de Cuba" con el alivio de haber comprobado que la guerra nuclear -a pesar de la carrera de armamentos que había empezado de forma amenazadora- no era tan fácil de desencadenar. Seguramente aún estaba vivo el Presidente Kennedy (su asesinato se produjo en noviembre del 63) mientras en España comenzaba la etapa "desarrollista", pasado lo peor del Plan de Estabilización de 1959 que había dado alas al franquismo a costa de convertirnos a nosotros, los entonces súbditos de este país, en los inmigrantes de Europa.

No habían fracasado todavía --como después lo hicieron de manera definitiva-- un determinado modelo de comunismo y de socialdemocracia. Podíamos fácilmente saber si en lo que se conocía como Europa occidental un gobierno era de derechas o de izquierdas según antepusiera en sus prioridades en política económica el pleno empleo o la inflación. Tampoco había llegado el año 68, y por lo tanto, tampoco se divisaban las grandes crisis de la historia de la segunda mitad del siglo XX:, ni por lo que Manuel Sacristán se refiere, tampoco él parecía prever las grandes crisis personales relacionadas con su compromiso político de un lustro después. Recuerdo haberle oído más de una vez que la invasión de los tanques de la Unión Soviética en Praga, le "costó un riñón" en sentido literal, comenzando una precarización de su salud que acabó con su vida aún en plena madurez , cuando seguramente le quedaban tantas cosas por hacer y por decir y seguramente muchas aún por matizar.

Cuando hacía 25 años de su muerte estábamos preparando la Huelga General del 29/S en toda España, y hoy, que se celebra este acto, coincide con una de las muchas movilizaciones en Francia para echar atrás los planes Sarkozy contra las conquistas obreras en Francia, en especial, para alargar la edad de jubilación hasta los 62 años. Y esto parece especialmente oportuno ya que hablamos de un texto de Sacristán, el Studium Generale, en el que se habla de la división del trabajo, de la especialización de los trabajos y en la que se busca, de alguna manera, la emancipación los trabajos y librarse de una irracionalidad que se nos impone, como se dice en el mismo texto, con violencia, y de forma cuestionable y coactiva: una especialización que puede ser traumática, desde las Facultades hacia las personas.

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Sacristan escribió el Studium Generalecuando aún se estudiaba filosofía, de forma generalizada, en el Bachillerato, y en la Universidad la carrera de Filosofía y Letras gozaba de fuerza prestigio. Junto con la Filosofía, también la Historia ocupaba un lugar mucho más determinante en la escala de valoración de los conocimientos. ... ahora tenemos que lamentar lo contrario: tanto la filosofía como la historia son las grandes marginadas de las enseñanzas superiores, con la repercusión que esto tiene en nuestra manera de entender y explicar el mundo. Esto también significa que el paso del tiempo ha ayudado a que dos de los peligros que Sacristan ya denuncia en su Studium Generale hayan agudizado con mucha fuerza: Por un lado, el peligro de la generalización, de aquellos que hablan un poco de aunque no son responsables ni asumen la veracidad de lo que dicen y afirman, y por otro lado el peligro de la superespecialización. Sacristan habla en un determinado momento con extrañeza de que conoce alguien puede estar absolutamente apasionado por el derecho hipotecario... pero es que ahora es mucho peor. Ahora tenemos gente que está absolutamente cautivada por las ligerísimas oscilaciones de décimas de punto en la cotización de determinados valores o divisas... y a esas variaciones marginales le dedica todas sus horas de vigilia.

Todo el Studium Generale es además un intento que ya viene de los clásicos de valoración de la división del trabajo y de las consecuencias que ello tiene. Y aquí sí que me permito introducir porque ya han pasado 47 años desde que se escribió el texto - y porque el feminismo ha introducido fuerza elaboración y un discurso potente y coherente al respecto - algunas valoraciones con las que creo que la Giulia Adinolfi podría estar bastante de acuerdo, y que incluso con el mismo Sacristán podríamos iniciar una dialéctica de aproximación de un interés indudable. Lo haré siguiendo un texto que incluso es anterior al de Sacristan y que ya podríamos considerar también como un clásico, La condición humana, de Hanna Arendt (1958), donde se habla también de la división de los trabajos, pero no se limita sólo a la división entre trabajo y especialización del Studium Generale de Sacristan (especialización que quizá podríamos asimilar a lo que en Arendt se encontraría entre la parte superior de la categoría Trabajo y bordearía la Acción) sino añadiendo en ella, además, lo que la pensadora nos define como "Labor".

Porque en definitiva la especialización, tal como nos la presenta Sacristán, significa en sus propias palabras, "privar de cultura a la gente común". Si retomamos el hilo explicativo que nos viene también de la lectura que el feminismo ha hecho de La condición humana, las que han sido más privadas de cultura, más abandonadas y marginadas e incluso culpabilizadas socialmente si pretendían acceder a la cultura, han sido las mujeres porque la realización social de la labor ha estado marcada por un fuerte sesgo de género, y porque la Labor responde en buena medida al proceso biológico del cuerpo humano al asegurar --y eso es lo importante a pesar de que no se le reconozca su valor-- la supervivencia individual y la vida de la especie. Si nos adentramos ahora en el desarrollo de la idea de Labor por nuestra cuenta nos daremos cuenta fácilmente que para su realización no se necesitan demasiados conocimientos. Y sobre todo, que queda prácticamente excluido el "conocimiento" en singular. Sin ningún atisbo de menosprecio, podríamos añadir que buena parte de la ejecución de la labor se realiza por instinto y un cierto adiestramiento-que incluso ni siempre es necesario, pero que en cualquier caso las propias mujeres nos vamos transmitiendo casi sin darnos cuenta, las unas a las otras, porque en la sociedad en la que vivimos y en la que es una realidad innegable la división del trabajo según el género, las labores, en el sentido de la Arendt, quedan bajo la responsabilidad de las mujeres que también asumen responsabilidades familiares amplias.

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El pensamiento reaccionario que tanto combatió Sacristan en otros terrenos al margen del feminismo (no hay que olvidar que quien introdujo y defender este tema en la vida de Manuel Sacristán fue Giulia Adinolfi, de una manera muy especial en los últimos años de su vida) nos dirá que esta es la división de funciones "natural", y por lo tanto, la que corresponde ... ya que el gran conjunto de actividades que forman la Labor en el sentido de lo que nos habla el Arend en La Condición Humana --pero también Sacristan en el Studium Generale cuando habla de las personas encargadas de las tareas de limpieza-- están confinadas a los "no-emancipados" y sobre todo, a las "no emancipadas". Estas tareas han sido confinadas a las personas que tratan de las condiciones básicas que hacen posible la supervivencia, el cuidado y la salud de una determinada comunidad.

Esta reclusión en el reducto de la labor de muchísimas mujeres en todo el mundo tiene consecuencias mucho más perniciosas de lo que puede parecer a primera vista -aunque nos duela la mirada si contemplamos la falta de equidad que representa. Porque, de hecho, si las personas encargadas de estas tareas no necesitan conocimientos en plural ni especialización técnica de la que nos habla Sacristan al hablar de la Universidad (ya hemos mencionado antes que basaba un mínimo instinto y un cierto adiestramiento) tampoco acceden al mundo del conocimiento en singular, y por tanto será difícil que puedan elaborar una perspectiva de su propio sometimiento, y un concepto y método (entendido más que nunca como camino) para su propia emancipación.

La mejor manera de que la sociedad se asegure de que alguien toma en exclusiva estas tareas repetitivas, monótonas, fugaces de forma continuada, es consiguiendo que las personas que las realizan asuman que la emancipación es cosa reservada "a los demás". Que la emancipación es un concepto ajeno a su realidad o incluso, si entramos en valoraciones morales (lo que Manolo Sacristán decía que no le gustaba hacer, pero que de hecho es preciso en ocasiones como la que nos ocupa) a la emancipación de las personas ligadas a las labores se la hace sospechosa y culpabiliza de muchos males personales y sociales. Si estos conceptos los llevamos ahora a la realidad de lo que está sucediendo estos días en Francia o en casa, en Barcelona mismo el día de la Huelga General, podemos constatar que determinadas acciones emancipadoras pueden acabar siendo culpabilizadas con el peor anatema de nuestros días, que es calificarlas de antisistema y vistas como el peor de los males sociales cuando de hecho el peor de los males es el propio sistema (la irracionalidad de la que nos habla el Studium Generale).

Un argumento más para reforzar el concepto es que la labor es una responsabilidad invasora: ocupa todo el tiempo, o lo que es lo mismo, toda la vida. No hay jubilación para la labor. Ni los 60 años, como se defiende en Francia, ni a los 62, como se quiere imponer a Francia, ni los 67, como nos acaban de imponer aquí. En la mayoría de casos no hay festivos ni vacaciones ... Y en la medida que son labores dirigidas al bienestar de los demás implican mucho más que una división desigual del trabajo o la pesada responsabilidad de asumir una falsa autonomía de los otros a costa de la propia: implican, de hecho, una donación total del yo que difícilmente (sólo mediante sobredosis casi letales de sublimación religiosa o mística) podríamos relacionar con la propia realización de la persona, su enriquecimiento y aún menos su emancipación.

Si ahora dejamos la categoría "labor" que creo ha quedado suficientemente definida, y nos adentramos en la de "trabajo", seguramente podríamos encontrar en nuestra sociedad de forma mayoritaria una categoría intermedia entre los trabajos manuales y algunos trabajos y servicios más especializados tal como se definen el Studium Generale, entraríamos, siguiendo a Arendt en una actividad que corresponde a lo que no es natural de la existencia de la persona, pero que le da en el tiempo una cierta permanencia y durabilidad. Nos permite entrar con más facilidad, desde la actividad realizada, en el mundo de la autoestima por el reconocimiento social que, en grados diferentes, se le reconoce. Pero no para todas las personas en igualdad de condiciones. Ahora que nos encontramos finalmente con un conocimiento más valorado porque está sometido a este reino de la irracionalidad del que nos habla Manuel Sacristán - a las leyes del mercado-- en el mundo del trabajo remunerado vemos -si no aceptamos la ceguera ante las desigualdades como forma de vida- importantes diferencias por motivos de género. No sólo encontramos todavía un acceso diferenciado a determinadas profesiones, sino barreras en el tránsito entre labor y trabajo, y ya en el trabajo, en el acceso a las categorías laborales superiores (lo que se conoce también como "techo de cristal") .

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En cualquier caso querría decir, para ir enlazando con el Studium Generale, que el trabajo se ha convertido en "otra realidad" de nuestra vida, provocando una división importante en la continuidad de nuestras horas de vigilia: irónicamente, por dar relieve social al tiempo en el que vendemos nuestra fuerza de trabajo, se desvaloriza y fagocita el tiempo que compartimos en nuestras amistades, los seres que amamos, o el tiempo que deberíamos tener de ocio, o perdido-ganado en actividades de cultura, o en el sindicato, o participando activa y críticamente en política .... Recuerden que el Studium Generale comienza con unos estudiantes de Derecho que confiesan que les gusta la música, el montañismo, y el cine y le preguntan al Sacristán cómo pueden abarcarlo todo porque se dan cuenta ¡en segundo de carrera y en el año 63! que no pueden compaginar sus estudios de Derecho con sus aspiraciones y sus afectos.

Por tanto, en estos últimos tiempos en los que el acceso al trabajo se ha convertido en un campo de batalla, de competencia entre seres humanos, y con la irracionalidad con la que habla Sacristan, además, se nos presenta de forma absurda como un bien escaso, no sólo hay que acumular muchos méritos para acceder a un puesto de trabajo medianamente digno (másters, doctorados, especializaciones) sino hacer también donación de todo el tiempo de vida. Y pienso entonces que uno de los grandes fracasos que como sociedad tenemos - y que a Sacristan le deprimiría de verdad, en el sentido fuerte de las depresiones que él sufrió- ante la irracional realidad de que un 40% de muchachos y muchachas no puedan acceder a un puesto de trabajo con ciertas garantías de dignidad y continuidad, ni por tanto alcanzar ninguna posibilidad de autonomía económica.

Dejaré aquí las consideraciones sobre el trabajo y pasaré finalmente a lo que Hanna Arendt nos presenta como acción. La acción que nos cuenta la Arendt queda reservada a unos poco, a una "élite" --- aunque a Manuel Sacristán no le gustaba esta palabra - que administra y controla el conocimiento superior y las posibilidades de emancipación. Una élite liberada de las labores y los trabajos, que parece no tener necesidades. Dice Sacristan en el Studium que las necesidades de las personas que se dedican a la investigación son las necesidades de la propia investigación ... seguramente aquí tendríamos mucho que discutir si hoy Manolo estuviera en esta aula, con nosotros, y siguiera diciendo lo mismo ... Porque también los investigadores y las personas que forman las élites tienen otras necesidades, sólo que las cubren las personas (las mujeres) encargadas de las labores. Una élite no sin necesidades -como se nos quiere hacer creer- sino con las necesidades cubiertas por otras personas a su servicio: las no emancipadas, las excluidas, en muchos casos mujeres invisibles y ahora, en nuestros tiempos, muchas personas inmigradas y por lo tanto, doblemente invisibles. Una élite que puede disfrutar de una manera de exclusiva de los conocimientos a partir de graduar las gotas de conocimiento que concede a los demás, y que se considera "emancipada" a cambio de no permitir la emancipación de la mayoría. Y los afortunados hombres en sentido literal -porque son casi todos del sexo masculino- que monopolizan el pensamiento oficial (un pensamiento único) no sólo la escriben a su imagen, sino que "hacen" la historia: pero es, como no puede ser de otra manera, la historia de la desigualdad.

Giulia Adinolfi
La pregunta que ahora nos podríamos hacer - y que ojalá estuvieran aquí Giulia Adinolfi y Manuel Sacristán para ayudarnos en encontrar la respuesta - es bien sencilla. La pregunta sería si se puede hacer acción política para la felicidad de las personas, para cubrir las necesidades de las personas, si se ha vivido y se vive en un mundo donde las necesidades parecen ausentes, donde las labores y las personas que las realizan son invisibles, donde los trabajos y los servicios más pesados son cosa "de otros", ahora también de las personas inmigrantes e invisibles a la hora de reconocer sus derechos.

La respuesta que primero se me ocurre es que desde el privilegio es del todo imposible escribir nunca la historia emancipadora: sólo se puede ir repitiendo, con escasas variantes, la historia de la desigualdad, la irracionalidad y la barbarie de nuestros tiempos.

Y ante esta respuesta que pretende ser mi puesta al día de las cuestiones que se planteaba Manolo Sacristán en el Studium Generale, me remito a las respuestas que nos dio Sacristan. Él procuró la solución intentando salir (más bien escapar a ratos) de esta especialización e ir hacia las personas apartadas del mundo de los conocimientos reconocidos. Y así, entre otros afortunados y afortunadas, tuve el privilegio de acompañarlo en la escuela de adultos de Can Serra, de L'Hospitalet, donde daba clases para personas adultas en el final del franquismo, o pudimos contribuir a fundar con Giulia y él las CC.OO de enseñanza. Pero sobre todo lo que entendimos es que a pesar de las limitaciones personales o de salud que se podían sufrir en un momento u otro, siempre valía la pena superar los problemas personales y tenía sentido intentar dejar un mundo mejor para "los que han de venir".

dia-sacristan.jpgY ya que estamos en la Facultad de Económicas, quisiera terminar con una reflexión personal sobre las limitaciones y carencias que la economía tenía para Sacristan en los últimos años de su vida. Creo que la incorporación que intentó hacer en los últimos años del feminismo y de la ecología nos enseña a ver, junto a la explotación de los seres humanos --la explotación de clase-- los límites a nuestra manera de entender la producción, la distribución, el consumo ... y la propia vida. Debemos respetar y atender las necesidades, pero sobre todo entre todas y todos tenemos que encontrar la manera de atender las necesidades de supervivencia y emancipación sin desvincularlas de las de la tierra y la naturaleza, sin separarlas de las luchas de las mujeres y su propio proceso de empoderamiento, ni de la necesaria emancipación de las personas más explotadas de este mundo globalizado, que cada día que pasa son más y más, con menos recursos y menores capacidades de supervivencia. Muchas gracias.

Àngels Martínez i Castells
Barcelona, a 19 de octubre de 2010</p>

Bibliografía mínima:
Arednt, H., (1958) La condiciones humanas, Paidos. Barcelona.
Sacristan, M., (1963) Studium Generale
Martínez Castells, A., (2005) "Trabajos, conocimiento, emancipación y género", en Martínez Castells, Digón y Juberías (eds.) Ciudadanía y participación política, Fundación Pere Ardiaca, Barcelona.

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(Agradezco de manera muy especial a Vera Sacristán que me haya permitido publicar las fotografías de su madre, Giulia Adinolfi).

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