Escribió Eduardo Galeano sobre Haití, hace ahora un año, "que en 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores. La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.
[...] Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad. La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.
Y podíamos leer hace pocos días en The Independent, bajo el título de "Los médicos cubanos avergüenzan al mundo", que a pesar de la promesa hecha por Barack Obama de mandar una monumental misión humanitaria de EE.UU. a Haití, son los médicos y enfermeras de Cuba, el pais "archienemigo de los Estados Unidos" los que están respondiendo a la doble emergencia de la isla... y están avergonzando a los Estados Unidos y a todo el mundo desarrollado.
De hecho, los trabajadores de la salud cubanos ya estaban en Haití desde 1998, así que cuando ocurrió el terremoto el equipo de 350 efectivos entraron inmediatamente en acción. Y en medio de la fanfarria y publicidad que rodeó la llegada de la ayuda de los EE.UU. y el Reino Unido, cientos de enfermeras, médicos y terapeutas cubanos apenas merecieron una línea en los perídicos. Pero es que además, la mayoría del personal sanitario enviado por otros países se fueron en el plazo de dos meses, dejando de nuevo a los cubanos y al personal de Médicos Sin Fronteras que asumieran los principales problemas de salud de la isla caribeña.
Las cifras publicadas la semana pasada, sigue informando The Independent, muestran que el personal médico cubano que trabaja en 40 centros en todo Haití, ha atendido a más de 30.000 enfermos de cólera desde octubre. Ellos son el mayor contingente extranjero, y atienden a alrededor del 40 por ciento de todos los pacientes de cólera. Y se vieron reforzados por otro grupo de médicos cubanos y un equipo especialista en emergencias cuando se hizo evidente que Haití estaba luchando para hacer frente a una epidemia que ya ha matado a cientos de personas. (...)
Para seguir leyendo el artículo en The Independent.
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