Ayer podías encontrar los argumentos y la lucha de José Luis Burgos en el blog de Rosa Maria Artal. Hoy me enorgullece brindarle cobijo aquí, porque tampoco yo puedo quedarme con los brazos cruzados, tampoco yo quiero callarme ante los poderosos de entre los que destaca en el mundo de habla hispana el Banco de Santander, porque ya estoy harta de tanta gente viviendo en la zozobra, en la precariedad, en la calle, perdiendo su casa, mientras los grandes bancos se apoderan de vidas y haciendas, del dinero de todos, y nadie habla de las heoroicas disidencias, de las resistencias fundamentales, de los José Luis Burgos que se enfrentan con la razón y motivos más que de sobra a los Goliath de la barbarie.
"José Luis Burgos, 48 años, discapacitado físico, se enfrenta al Banco de Santander que va a subastarle su casa. Por cómo relata su peripecia, se ve que repasa continuamente los detalles de un absurdo cuya dimensión solo es capaz de sentirse cuando se vive en primera persona. Si aquel director de sucursal en su pueblo cursó honestamente el papeleo de la hipoteca, y sobre todo del seguro –quid de la cuestión-, si uno se fió en exceso en aquel festín de crédito fácil que ha hundido a tantas familias.
Con polio desde pequeño, una escoliosis de columna hace apenas 3 años, le sujeta a una silla de ruedas. Y se termina su trabajo en el despacho de profesor mercantil, y hay que pedir y conseguir una pensión por minusvalía.
Se levanta a las 5,30 de la mañana y a las 7 de la madrugada ya está en el banco, con toda la parafernalia que precisa un discapacitado para trasladarse en coche y silla de ruedas. Regresará a casa pasadas las 9 de la noche. Como no come, el principal problema operativo es ir al lavabo. Para evitarlo restringe las bebidas, lo que ha agravado una incipiente insuficiencia renal. Se está jugando su salud.
-Yo soy una persona que por suerte o desgracia estoy acostumbrado a luchar por las cosas, a apreciar la vida. Falta que tengas una desgracia, cualquier tipo de discapacidad como la que yo tengo, para que muchas veces valores detalles en los que otras personas no ponen nunca atención.
En las largas horas la gente se para o no se para. Algunos le piden que se encomiende a Dios, que él le ayudará. Uno, que acudió varios días seguidos, le pidió el móvil y desapareció con él. Se lo robó. La mayoría le muestran, sin embargo, su solidaridad. E incluso le dan las gracias.
-Al final llegas a pensar si no serás un bicho raro ¿te comportas tú de manera normal o es la gente la que se comporta de manera normal? No me cabe en la cabeza que gente que rompe a llorar por atropellos que está sufriendo, no haga nada más ¿Dónde están los parados de este país, donde está todo el mundo? Me dan las gracias, porque dicen que mi lucha es en beneficio de todos. ¿Por qué no coge una silla y se sienta a mi lado?
Su mujer le apoya absolutamente “tenemos ya un histórico de haber pasado peripecias y estas cosas nos unen más que nos separan”. Sus dos hijos, 18 y 22 años, sufren al verle en esta situación y tratan de disuadirle de que continúe.
-Sé que es un palo duro ver a tu padre en estas condiciones, en la puerta de un banco. Y aún así pienso que es una lección importante de realismo y democracia lo que yo estoy haciendo y me gustaría que se quedasen con esa enseñanza”.
El seguro, cuya validez no admitía el Banco de Santander que le hizo suscribirlo -y pagarlo, por supuesto-, ahora sí sirve ya para la entidad, justo tras la primera huelga de hambre. Solo que le dan 90.000 euros y, solo de gastos, le reclaman 110.000. No ha querido firmar el finiquito, y ha emprendido una nueva huelga. Y el banco ha respondido con una notificación del juzgado en la que se anuncia otra vez la subasta para el 9 de Febrero. No piensa ceder. Y puede perder el piso. Se arruga levemente al responder por esa más que probable posibilidad.
-Será un palo muy fuerte, no es algo de lo que yo pueda reponerme en las condiciones en las que estoy ahora. Allí está el trabajo de toda una vida. Y es más el sentimiento que va en ello que no los bártulos que hay en una vivienda. No nos moriremos nadie, yo tengo mi pensión, pero sí consideraré que esta vida es una mierda –con perdón de la expresión-. Esto es una dictadura en todos los términos, nunca la había sufrido tan directamente en mis carnes. Además, con una arrogancia, una falta de educación, una falta de respeto y de sensibilidad de esta gente (los directivos del banco) que están viendo que estoy aquí en unas condiciones climáticas casi inhumanas, y te diría que hasta se ríen entre ellos cuando pasan y hacen algún comentario. Es que algunos aprovechan para pisar el cartel."
Pero es que no sólo pisan el cartel, José Luis, pisotean lo que de civilizado tiene nuestra civilización, mientras pretenden borrar de nuestra consciencia y nuestro andamiaje social de progreso los mismos derechos humanos.
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