
Javier Tébar Hurtado
Director del Arxiu Històric de CCOO de Catalunya
Esta publicación reúne el conjunto de ensayos que constituyen la parte fundamental de las exposiciones y debates que tuvieron lugar en el marco del Seminario Internacional “El movimiento obrero en la gran ciudad”, organizado por la Fundació Cipriano García de CCOO de Catalunya y el Centre d’Estudis sobre les Èpoques Franquista i Democràtica de la Universitat Autònoma de Barcelona, los días 14 y 15 de setiembre de 2009. Agradecemos a todos los autores tanto su participación en el seminario como el esfuerzo de haber adaptado y puesto por escrito sus intervenciones de entonces. También mostramos nuestro agradecimiento a las personas que moderaron las diferentes sesiones que tuvieron lugar a lo largo de dos días, y a la numerosa asistencia de público con que contamos. Asimismo, a Xavier Tarraubella le agradecemos haber acogido estas jornadas en el Arxiu Històric de la Ciutat, del que es director. Y, finalmente, a Jordi Martí, director en aquellos momentos del Institut de Cultura de Barcelona, por darnos apoyo para su organización.
Los textos que se publican son once aproximaciones monográficas, reflexiones de conjunto o bien materiales de debate teórico sobre el tema. La mayoría se centran en siete áreas metropolitanas españolas (Barcelona, Bilbao, Gijón, Madrid, Sevilla, Valencia y Vigo), además de los estudios de caso sobre el triángulo industrial del norte de Italia (Génova, Turín y Milán), París y su banlieue y, finalmente, sobre la capital industrial del norte portugués, Oporto. Cierra el libro una interpretación de conjunto del caso español. La lectura de todos ellos refleja, de entrada, coincidencias en los procesos de determinados fenómenos históricos y, al mismo tiempo, discordancias y desarrollos particulares en cada uno de los territorios y los movimientos objeto de estudio. Es necesario resaltar el interés y las potencialidades que puede ofrecernos la adopción de planteamientos de carácter comparativo para el estudio de estas cuestiones, hoy todavía poco explorados. Sin embargo, más que elaborar una relación del conjunto de trabajos y presentarlos a modo de resumen, he considerado más útil situar en líneas generales el asunto que, desde mi punto de vista, nos movió a organizar las jornadas y que, en mi opinión, subyace aunque sea de formas diferentes en cada uno de los trabajos aquí reunidos.
Uno de los cambios históricos que se produjeron a lo largo de la segunda mitad del pasado siglo XX fue la progresiva alteración, cuando no “invisibilidad”, en las sociedades occidentales de lo que se denominó durante las anteriores décadas el “mundo obrero” en sus diferentes expresiones. Al mismo tiempo se produjo una continuada pérdida del valor socialmente reconocido al trabajo, entendido como trabajo asalariado, de los vínculos sociales que estableció y de su centralidad social y política. Sobre esta cuestión reflexionaba hace unos meses Isaac Rosa al dedicar su columna habitual en un diario a los “últimos héroes de la clase obrera”. Según el escritor y periodista Rosa, este es un grupo que continúa identificándose con el trabajador de la fábrica, el obrero en la cadena de montaje, el obrero por antonomasia desde hace un siglo, y que probablemente ocupa un lugar central en el imaginario popular, a pesar del declive, por ejemplo, de la industria automovilística en Europa. La distancia que va de su “peso real” a su “peso sentimental” entre la población, tal vez sea la razón por la que estos trabajadores todavía hoy reciben más atención del gobierno cuando se anuncian recortes salariales o medidas que empeoran sus condiciones de trabajo en el sector, y por lo que se siguen con más interés las noticias sobre sus avatares laborales. Su lucha sería vista con una mezcla de nostalgia y expectación. Nos da la impresión, según Isaac Rosa, que aun pueden defenderse colectivamente, pero cuando se percibe que les va mal desde el punto de vista de mantener sus derechos laborales, entonces, “somos todos los trabajadores los que compartimos un dolor más hondo, por la nueva derrota de los últimos héroes de la clase obrera”.
Es probable que el obrero industrial del sector del automóvil permanezca como una figura del imaginario popular y, a la vez, vaya formando parte –como años atrás los campesinos en los países “desarrollados” de Occidente– de los restos de una historia pasada, una especie de reserva, a lo sumo: un campo de estudio para la etnografía. Es probable también que estos mismos trabajadores puedan ser vistos socialmente como unos afortunados por el mero hecho de contar con un puesto de trabajo en una sociedad en la que el fenómeno del paro estructural se arrastra desde hace décadas. Incluso es posible, tal como señala el propio Rosa, que las batallas en defensa del puesto de trabajo con el fin de asegurar la inversión empresarial protagonizadas por estos “héroes de la clase obrera” sean un mal augurio para el resto de las personas que trabajan en condiciones precarias. Todo ello, sin embargo, de lo que nos habla en definitiva es de una cuestión de fondo que es necesario situar en términos históricos.
En su breve columna, el periodista sintetizaba uno de los grandes fenómenos producidos –no sólo en España sino en el conjunto de los países occidentales industrializados, hoy “post-industriales”– entre las décadas centrales del pasado siglo XX y la actualidad, a saber: el paso de una imagen de la “clase obrera heroica”, numerosa, combativa y organizada, unida social y políticamente, a una formada por los “héroes de la clase obrera”, como grupo minoritario en el conjunto asalariado, a la defensiva en sus reivindicaciones, y separada, por diferentes condiciones, de otros nuevos colectivos de trabajadores precarizados, especialmente, aunque no de manera exclusiva, dentro del sector económico predominante en nuestra sociedad, el de los servicios. Es evidente que este recorrido histórico no es exclusivo de la sociedad española, insisto, aunque haya tenido su “particular desarrollo”, o mejor dicho –para no utilizar los habituales eufemismos– de haber pasado por la experiencia histórica de una dictadura muy larga en el tiempo y que ha dejado más que notables huellas en el conjunto de la sociedad española actual. El fenómeno del supuesto desvanecimiento histórico de la “clase obrera” ha sido objeto de discusión y debate a nivel internacional desde finales de los años setenta, tanto en el terreno de la historia social renovada como en el de otras disciplinas de las ciencias sociales. No obstante, es evidente que en el paso de la “clase obrera heroica” a los “héroes de la clase obrera” –por continuar empleando esta misma imagen– median grandes transformaciones históricas a partir de los procesos de modernización y democratización iniciados en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, así como de la posterior quiebra del modelo productivo y del pacto social de posguerra a partir de finales de los años setenta. En definitiva, se trataría de un final de ciclo de ámbito europeo.
Me parece necesario, en cualquier caso, adoptar esta perspectiva general para aproximarnos al declive numérico de la clase trabajadora industrial. Una cuestión que no sólo está vinculada a la progresiva reducción del número de sus miembros, sino que requiere dar cuenta de esa especie de ascenso y caída que dibujaría la “parábola obrera” como identidad social y política y, por supuesto, a la significación y consecuencias que ha tenido en las sociedades occidentales. El contexto histórico en el que ha tenido lugar este fenómeno está conectado a las reestructuraciones del sistema capitalista a partir de la recesión de los años setenta, hasta entonces la más grave desde la crisis de 1929. Aquella fue una etapa en la que se produjeron cambios culturales y también de orden político de largo alcance, de impulso de la globalización de la economía a partir de los presupuestos ideológicos del credo neoliberal a lo largo de los últimos treinta años. Es decir, es la etapa de tránsito hacia un modelo “postfordista” de las economías occidentales que ha provocado no sólo la fragmentación social sino que ha cambiado el lugar de la clase obrera en la política y de la política entre el conjunto asalariado. Todo ello, por supuesto, estaría acompañado por grandes y profundas mutaciones en el espacio urbano. Esta ciudad cambiante como cuestión central constituía en sí misma el motivo de las diferentes sesiones de debate que hace algo más de un año organizamos. Y lo hicimos para insistir en la necesidad de incorporar –no sin dificultades, pero parece que de manera definitiva– los análisis sobre los cambios que se produjeron en el espacio urbano a los estudios sobre el trabajo y la clase trabajadora bajo la dictadura del general Franco, pero también durante el tránsito y posterior consolidación del actual sistema democrático en nuestro país.
He comenzado subrayando la importancia de esa trayectoria en forma de “declive” que ha experimentado la “clase obrera” y, aunque sea de manera impresionista, he apuntando algunas de sus características más generales. La razón de hacerlo es porque considero que en las jornadas “El movimiento obrero en la gran ciudad” el tema de fondo sobre el que tratamos de discutir fue precisamente éste. Es decir, la cuestión de la progresiva, y aparentemente “extraña” evanescencia de una identidad colectiva –surgida en y a través de las ciudades industriales y vinculada a la izquierda europea– que, como tal, protagonizó la dinámica sociopolítica desde 1920 hasta como mínimo los pasados años ochenta. Posteriormente, las razones tradicionales para la solidaridad con la causa obrera se vieron alteradas, manifestándose la ruptura con las lealtades forjadas hasta entonces, y provocando efectos nuevos, tanto en los partidos de la izquierda como en el terreno del sindicalismo y, por tanto, en la propia sociedad. Aquellas décadas, para el caso italiano y francés, de manera distinta y a partir de desarrollos diferentes, marcaron momentos de crisis en sus respectivos sistemas democráticos. Tanto en el caso de España como en el de Portugal, sin embargo, aquella etapa coincidiría con los años de la consolidación de la democracia y al mismo tiempo con la pérdida de centralidad de un mundo obrero tal como había estado definido hasta entonces, de sus culturas propias y de sus organizaciones sociales y políticas.
A finales de la década de los ochenta, ante el rampante neoliberalismo, la historia de la “clase obrera” como identidad colectiva parecía plantearse como un fundido en negro. Las movilizaciones sociales que se han producido en nuestro país en el verano de 2010, pero también en los otros países europeos que son objeto de análisis en los diferentes capítulos de este libro, podrían llevar a pensar que en realidad aquel fenómeno de debilitamiento de la “identidad obrera” respondería más bien al recurso cinematográfico de una elipsis, para posteriormente avanzar en su narración. En efecto, estaríamos ante la disyuntiva de dos “finales” posibles, pero, como sabemos, el protagonismo está en las decisiones y las acciones de las personas y sus respuestas ante los profundos cambios en el mundo del trabajo y en la sociedad en su conjunto. Después, mejor o peor argumentadas, los historiadores ofrecemos explicaciones retrospectivas sobre todo ello.