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Àngels Martínez i Castells. Las italianas han roto el hechizo de Berlusconi
Àngels Martínez i Castells.

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Conchita De Gregorio escribió ayer en su blog que un periodista de Haaretz, el periódico israelí, le preguntó si las manifestaciones del domingo serán el comienzo de un cambio real o si deben resignarse a la evidencia de que Berlusconi es el inevitable tipo de hombre italiano. Es una pregunta común, la gran pregunta que se hace todo el mundo: ¿le votamos porque representa ese hombre italiano realmente? ¿Cómo es posible?

De Gregorio no sabe si Berlusconi refleja la manera de ser del hombre-tipo italiano, y ni siquiera está segura de que eso exista, ni de lo que significa exactamente. Cree que la "esencia de lo italiano" (sea lo que sea) tiene poco que ver con las verdaderas razones de consenso de que ha disfrutado Berlusconi, que se basan más en su poder económico, sus medios de persuasión y su capacidad para la corrupción. Su poder para comprar lo que sea, en pocas palabras. Su poder y la debilidad de muchas otras personas. Que después víctimas y verdugos intercambien sus papeles durante la comedia, es ya un argumento literario de todos los tiempos.

Lo que De Gregorio sabe con seguridad, y saben también desde el domingo muchas otras personas, es que ya no representa a las mujeres italianas. Algunas nunca lo han votado. Muchas otras no lo votarán nunca más. Se rompió el hechizo, o más bien el sortilegio. Es lo que declara Susanna Camusso haciendo también un llamamiento al centro-izquierda. Los argumentos que intenta oponer Berlusconi a la evidencia de las plazas ya no son, como solía, ni vulgares ni violentas, sino más bien vulgares y patéticas: ("Amo a las mujeres") lo cual significa que ni tiene ni palabras ni medios para responder a algo nuevo: plazas llenas de gente normal, con las caras que les ha dado la naturaleza y la edad, abuelas y nietas, algunas de las cuales le habían votado... Ha perdido a las las mujeres italianas. Por supuesto, habrá que contarlas.

El movimiento debe transformarse en un motor de la política y traducirse en votos. Las mujeres quieren las elecciones que Berlusconi no quiere para demostrarlo. Las encuestas se lo desaconsejan, En cambio, las mujeres italianas preferirían la evidencia de los hechos. Les gustaría dar la palabra a a los italianos y las italianas. Y hacerlo pronto, antes de que tenga tiempo de crear un nuevo mercado, asustar con nuevos temores e inventarse otras mentiras. Pero aunque disponga de más tiempo, algo se ha quebrado, se ha roto el hechizo. Creó su suerte y su fortuna sobre las mujeres, y las mujeres serán las que le den puerta. Sería mejor que la oposición hubiera entendido la señal y la interpretasen con sabiduría: Más mujeres en la política, más política para las mujeres. Quien sepa interpretar las exigencias de las manifestaciones del domingo tendrá en sus manos la responsabilidad del futuro de Italia.

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