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José Luis López Bulla LA CUESTIÓN SALARIAL Y LA IZQUIERDA POLÍTICA
José Luis López Bulla

Bruno Trentin dijo de manera educada que “la izquierda estaba distraída de las cuestiones sociales”. Era un lenguaje conceptualmente duro y, a la vez, exquisitamente amable. Lo que no sabemos es qué hubiera pensado Trentin si hubiera oído que, en un programa televisivo, Zapatero afirmó que un café valía ochenta céntimos. O, ahora más reciente, nunca sabremos qué cara hubiera puesto Bruno si hubiera seguido el debate barcelonés entre Jordi Hereu (actual alcalde de la ciudad) y su compañera de partido (socialistas catalanes) Montserrat Tura. Como es sabido, ambos compiten en primarias para la nominación definitiva como candidatos.


Casi al final del debate entre ambos candidatos –en la noche platinoche, noche que noche nochera, según dejó sentado Federico-- Tura afirmó que “el sueldo normal se encuentra entre 2.200 y 2.500 euros mensuales”. Al público asistente se le puso la cara de cartón piedra al constatar que la aspirante –ex Consejera en el gobierno catalán en tiempos de Maragall y Montilla, y una de las dirigentes del partido— no tenía ni rapajolera idea de lo que estaba diciendo. Lo curioso del caso es que, momentos antes, Tura había manifestado que “hay que prestar más atención a lo que dice la gente”, un añejo tópico donde los haya.


Aquí hay algo más que una anécdota: es la constatación del desconocimiento de amplios sectores de la izquierda política de lo que genéricamente llamamos “cuestión social”. Lo que, a su vez, es consecuencia, de una despreocupación caballuna ante dichos problemas. Que tiene, in primis, un origen: la izquierda política ha dimitido de abordar los problemas concretamente más sentidos de la gente de carne y hueso. Y si queremos sacarle más punta al lápiz, diremos lo siguiente: esa izquierda es tan antigua como la
ropa que hace un siglo usaba la mujer. Que la tita Pilar cantaba imitando a Selica Pérez Carpio.


Es la tradicional izquierda del viejísimo movimiento obrero (en todas sus acepciones políticas) que hacía aquella distinción: la alta política para el partido; los salarios son cosa de los sindicatos. Que entró en crisis definitiva cuando al sindicalismo confederal le salió la muela del juicio. En definitiva, el resbalón de Tura no es para mondarse de risa sino para constatar hasta qué punto perviven, hogaño, los viejos talantes de la izquierda de antaño.




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