
Hay cosas que conviene recordar de cuando en vez: la organización que usó por primera vez esa técnica llamada de primarias es Comisiones Obreras de Catalunya. Para construir la candidatura de las elecciones sindicales siempre pusimos en marcha, al menos en las fábricas más importantes, lo que dimos en llamar la preselección de los candidatos. Los afiliados y sus allegados votaban no sólo la lista sino especialmente el orden numeral de la misma. Tras ese primer requisito, que todavía tiene buena salud, empezaba el proceso de competición electoral propiamente dicha. Naturalmente, se recuerdan estas cosas para que nadie ostente lo que no es de su patrimonio.
Dicho lo cual es saludable ese ejercicio que se llaman “primarias” empiece a ser moneda corriente en ciertos partidos. Pero, oído cocina: tan necesaria metodología no puede suplantar la (más necesaria, todavía) democracia en el interior de la vida societaria española. O, lo que es lo mismo: hacer primarias no justifica haberse echado una siesta de cuatro años. Esas siestas tan prolongadas comportan el endiosamiento del líder, la ausencia de controles y la caída de la participación activa e inteligente. En resumidas y pobres palabras, las primarias, como compensación de la siesta, es una opción gatopardesca: introduce una variable para que toda la función siga igual.