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Àngels Martínez i Castells. Marruecos, Bahrein, Yemen: el estallido de las desigualdades
Àngels Martínez i Castells.

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La fortuna de Mubarak superaría los 30 mil millones de euros, la biblioteca de Ben Alí escondería tesoros… la revuelta se extiende contra todos estos poderes que confiscan riquezas y libertad... Análisis de la situación en tres países donde el rey es rico pero el pueblo está desnudo.

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Marruecos, ¡20 años prometiendo libertad y prosperidad!

En 1990, Gilles Perrault publicaba “Nuestro amigo el rey”, provocando la ira de Hassan II hasta tal punto que Su Majestad anuló el Año de Marruecos en Francia. El escritor denunciaba las exacciones cometidas por el poder y la complacencia al respecto de las élites francesas para las cuales el 22º monarca descendiente de Mahoma, simbolizaba la modernidad y el diálogo del islam. Cuando a su muerte, en julio de 1999, su hijo le sucede, el discurso es el mismo : Mohamed VI iba a modernizar un país de 32 millones de habitantes y a desarrollar las libertades. Sin embargo, poco ha cambiado. ¿La riquezas nacionales ?, Mohamed VI sería según la revista norteamericana “Forbes”, el séptimo rey más rico del mundo, con 2.000 millones de euros de fortuna personal… ¡Todavía más rico que su padre ! Pero el 19% de la población (con un 43% de analfabetismo) ¡vive bajo el umbral de pobreza ! La tasa de desempleo oficial del 9,8% oculta una realidad contrastada, como describe la Fundación Carnegie : la tasa de empleo es endeble (50,6% de la población activa) y el 17,6% de los jóvenes está en paro. ¿Las libertades ? “Aunque Marruecos no haya ejecutado a nadie desde 1993, lo que le convierte en un pais “abolicionista de hecho”, 133 condenados a muerte, de los que 5 son mujeres, están detenidos en los corredores de la muerte de las prisiones marroquís” escribía la Federación Internacional de Derechos Humanos en 2007. Y Mohamed VI sigue siendo el amigo de muchas personalidades internacionales…

En Bahrein, el PIB por habitante es el mismo que en Francia, pero…

Rascacielos deslumbrantes, coches de lujo y centros comerciales gigantescos, el pequeño reino de Bahréin en el golfo pérsico es rico, muy rico. El reino cuenta con 700.000 habitantes con un PIB de 11.000 millones de dólares (8.200 millones de euros). Aunque las reservas de crudo de esta monarquía petrolera están casi agotadas, el país es un centro de refinamiento del petróleo saudí, y ha apostado en otros sectores, especialmente el aluminio y las finanzas. Un cara que esconde otra, mucho menos rutilante. Una buena parte de los bahreinís está, en realidad, excluida de la riqueza del país. Oficialmente, la tasa de paro es de un 5% ; pero realmente sería del 15%. El país cuenta también con muchos trabajadores inmigrantes (60% de la mano de obra según la OIT) que proceden principalmente de Asia, empleados en el servicio domestico y la construcción, en condiciones dramáticas. Las reivindicaciones sociales y políticas reclamadas actualmente por los manifestantes aumentan con la polémica entre comunidades. Los chiítas mayoritarios (70%) denuncian las discriminaciones cotidianas de las que son objeto en los servicios públicos, el empleo, la vivienda y en el terreno político, mientras que el poder está en manos de la familia real, sunita. El primer ministro, el jeque Khalifa Ben Salmane Al Khalifa, tío del rey, está en el cargo desde la independencia en 1971.

Yemen, entre la miseria social y la estrategia estadounidense

Fouad Sabri, 28 años, era empleado de una estación de autobuses en Adén, principal ciudad del sur de Yemen. El 27 de enero intentaba inmolarse a lo bonzo, desesperado por sus condiciones de vida. En pocos días se daban cuatro tentativas de inmolación con fuego en el país. Aquí, quizá más que en otros sitios, la miseria social está es la causa del levantamiento actual. Yemen, el más pobre de los Estados árabes, cuenta con 23 millones de habitantes, de los que casi la mitad viven por debajo del umbral de pobreza. La tasa de paro se estima en un 35%. Una población mayoritariamente excluida de los importantes recursos naturales (petróleo y gas) del país, dirigido por Alí Abdallah Saleh. En el poder desde 1978 en el norte del país, el presidente Saleh ha continuado tras la reunificación del norte y del sur en 1990. Su régimen es una pieza central de la estrategia norteamericana en la región y de su lucha contra Al Qaida. Desde que está en el poder, el presidente yemenita no ha vacilado en instrumentalizar a los yihadistas, primero contra los soviéticos en Afganistán, en los años 80, luego contra la rebelión separatista del sur y los insurgentes chiítas del norte. Enfrentamientos que paradójicamente sirven, o servían hasta ahora, para mantener su imagen de dique contra “la inestabilidad” a los ojos de Washington.

Visto en L'Humanité, traducido por J.A.Pina

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