
[Homenaje a Mercedes Capsir]
La biografía de la negociación colectiva nos indica que, de un lado, el sindicalismo confederal ha conseguido avanzar en los derechos inespecíficos y, concretamente, en los atinentes a la mujer; y, de otro lado, nos muestra hasta qué punto se descuida la cuestión salarial, donde las diferencias con relación a los hombres siguen siendo significativas.
La media de esa diferencia es de 5.300 euros anuales, que no es moco de pavo. Pero esa brecha se amplía en los grupos etarios de 46 a 55 años: las mujeres cobran 7.886 euros menos que los hombres, y –mucho peor todavía— a partir de los 65 años la diferencia ya es asaz considerable: 12.364 euros anuales. Son situaciones dramáticas sobradamente conocidas pues aparecen y reaparecen de cuando en cuando.
Bueno, sostengo la peligrosa teoría de que el sindicalismo confederal no ha ajustado todavía las cuentas con estas situaciones. De ahí que sea necesario preguntar descaradamente: ¿qué parte de responsabilidad –no digo que la tengamos toda— tenemos en esa parte de la biografía de la negociación colectiva? Mientras no buceemos en la parte que nos corresponde no es posible que se avance en la corrección de esos garbanzos negros de la cuestión salarial de género. Lo que nos lleva a tener un déficit de “sindicato general”. Así pues, no deben caérsenos los anillos si nos preguntamos: ¿qué parte propia, intransferible, tenemos en todo eso?; ¿qué cacho compartimos también con la contraparte?
No podemos partir del estribillo de la vieja canción, es decir, "que la mancha de la mora con otra verde se quita"; o lo que es lo mismo: la mancha de los salarios no se quita con el avance en los derechos inespecíficos.
