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José Luis López Bulla MOVIMIENTOS SOCIALES Y POLÍTICA
José Luis López Bulla




“Me preocupa mucho el riesgo que los sentimientos de la indignación y la esperanza se conviertan, como tales, en ineficacia, en la ausencia de una interpretación del mundo y de una adecuada práctica política que le de cuerpo. Es ilusorio que la indignación pueda suplir a la política y, en primer lugar, a las formas eficaces de la política”, dijo Pietro Ingrao en la presentación de su último libro Indignarsi non basta: unas palabras de gran fuerza política, de reivindicación de la política, de invitación a intervenir en la política. Unas palabras que achuchan a reconsiderar no pocas actitudes --algunas de ellas preñadas de pura y cómoda estética-- que, ligadas o no a las impotencias y dificultades de las izquierdas o ancladas en antiguas concepciones, invitan a una seria meditación a la izquierda sumergida y a la que está realquilada en la amplia red de movimientos sociales.



Digamos que las distracciones de las izquierdas han comportado que centenares de miles de personas, en Europa, se han refugiado en las casas de los movimientos sociales, y que otra numerosa porción, que nunca ha tenido relación con la política se ha volcado en la adhesión a dichos movimientos. Quien os habla no es un ejemplo de buena relación con la política. (Recuerdo que, cenando en Barcelona con Luciano Lama, éste me afeó mi irregular actitud con la política. Mi esposa, Roser, respondió: ”Duro con él, Luciano”. Hecho este acto de atrición prosigo como quien no ha roto un plato en su vida).



Por otra parte una parte de las izquierdas ha tenido una relación cínica con los movimientos: les convenía, aunque siempre mirados con el rabillo del ojo, cuando aquella estaba en la oposición, y se desentendían cuando gobernaban. Otra parte de la izquierda los consideraba de modo instrumental y a la espera de que fueran un granero de votos. En ambos casos la respuesta de los movimientos a la política estaba cantada; dicho con claridad: no les interesaba ni la izquierda que rie ni la izquierda que llora. En una conversación entre Sergio Cofferati y Paolo Flores d´Arcais, publicada en Micromega que yo traduje al castellano y publicó La factoría (dispensen ustedes, pero no la encuentro en Internet), Cofferati, todavía secretario general de la Cgil, diferenciaba la personalidad de los movimientos con relación a la política (1). Según el sindicalista “los movimientos sociales tienen unos límites”. Yo veía, y sigo en la misma idea, que no es eso exactamente. No se trata de límites sino de características asumidas. Los movimientos quieren ser de esa manera. Lo que ocurre, ciertamente, es que objetivamente eso conduce a que los movimientos sociales tengan unos “límites”. Son los confines de la indignación (que no es poca cosa) que, expresados como quien dice a salto de mata, no se traducen en acción política. En absoluto es una pérdida de tiempo, por supuesto. Pero esa acción, desvinculada de la política, no se traduce en resultados directos, en un cambio orgánico de la relación de fuerzas en presencia.



Las izquierdas deben reconsiderar su relación con los movimientos sociales y viceversa. Si se orientan a la instrumentalización o ninguneo; si las izquierdas se dirigen a la fagocitación de los movimientos no habrán conseguido nada, peor aún: se ampliará la brecha que los separa. Así pues, el camino parecería ser que, reconociéndose mutuamente a través de sus autonomías respectivas concretaran un foro de diálogo permanente. Entre paréntesis, diré que posiblemente Pietro Ingrao, desde la política, haya sido la persona con mayor predicamento entre los movimientos y Sergio Cofferati desde el sindicalismo confederal. Ambos dirigentes dialogaron extensamente con los movimientos sin caer en la fácil lisonja o el acriticismo, pero siempre estuvieron en la calle con ellos. Compartían diversamente con los movimientos la acción colectiva y la reflexión fundamentada. Precisamente por ello tanto Ingrao como Cofferati tuvieron no pocos problemas con sus cofrades de partido: primero en el legendario PCI, después con D´Alema y tutti quanti.



En mi opinión, se trataría que las izquierdas y los movimientos sociales compartieran diversamente una serie de grandes cuestiones, no me atrevo a decir programa, pero sí un elemental proyecto. Digo diversamente porque los objetivos coyunturales de ambos no son diferenciados, pero no necesariamente contradictorios. ¿Cómo se hace eso? Si yo lo supiera lo pondría negro sobre blanca. Pero a mi edad eso son palabras mayores y uno no está para esos trotes. Vosotros que sois jóvenes podríais poner algo de vuestra parte.



(1) Cuando encuentre esta entrevista la pondré en su lugar descansen.



Radio Parapanda. LA HUELGA COMO INSTRUMENTO DE APOYO A LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA, según Antonio Baylos, la voz que no cesa.




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