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José Luis López Bulla ETA COMO PRETEXTO: "VIVAN LAS CAENAS"
José Luis López Bulla





“Igual que en la Semana Santa de 1977 se legalizó el Partido Comunista, ahora, en la de 2011, asistimos al aterrizaje de ETA en las instituciones para legalizar y legitimar a la banda, como ha querido hacer Zapatero desde que llegó al Gobierno". Así habló Zaratrustra, digo, esa pozo de bastardía que es el eurodiputado Mayor Oreja, de probada militancia teócrata-cristiana que hunde sus raíces en lo más negro de la contrailustración española y heredero de aquellos carlistones que azuzaban a sus mesnadas al grito de “A por ellos, que son de secano. Viva el Pae Ettenno”. De esta guisa, este microbio tridentino implicaba –tal vez no sin razón— al Padre Eterno en toda la sangría que se ha hecho contra los eramistas e iluminados, librepensadores e ilustrados, progresistas y demócratas, republicanos y revolucionarios, laicos y reformadores que fueron perseguidos aunque dijeran amablemente “buenos días, compañeros”.



Lo de este ojalatero no es solamente un casposo ataque a Zapatero, Santiago Carrillo y su partido, y Adolfo Suárez. Es mucho más que eso. Es, por una parte, una bronca soezmente desalmada contra una cadena histórica favorable y activamente propulsora de reformas, de antañazo y de hoy, para que España y Europa fueran cambiando a mejor; y, por otra parte, es la expresión loquinaria, militantemente contraria, a la modernización de la sociedad, más allá de las contingencias políticas y la alternancia de poderes. Es, sencillamente, la angustiosa melancolía de la España montarazmente tridentina.



Este hombre barrunta que, incluso si el Partido de los Apostólicos vuelve a gobernar en España, las cosas nunca serán como en aquellos tiempos en los que se refocila. O sea, este servilón no miente. Dice exactamente lo que piensa su desvencijada sesera. Tampoco tiene la palabra en poder de las uvas, su voz está en las brumas de los torquemadas que intentaron la solución final mucho antes de que se llamara así. Por lo demás, se trata de un proyecto –más o menos similar al del Palmar de Troya-- en aras de que las cosas sean como “antes”.



Así la cuestión, Eta es sólo un pretexto. Lo suyo, en resumidas cuentas, es el apotegma teócrata-cristiano de “Vivan las caenas”. Cierto, las cadenas. La impugnación histórica de: la discusión entre un filósofo árabe, un judío y un cristiano (Abelardo); el diálogo entre Francisco de Asís y el sultán Al-Kamil; el debate entre el gentil y los tres sabios (Ramon Llull); la conversación sobre la paz y la fe (Nicolás de Cusa); el diálogo de Juan de Segovia a través de la paz y la doctrina; el coloquio de los siete sabios (Juan Bodino); la obra teatral Natán el Sabio (Lessing) … Vivan las caenas como expresión que persigue a Galileo. Que impugna que los de abajo sepan incluso la regla de tres simple. Que se angustia porque la gente quería aprender a leer y escribir. Que persigue a Anselmo Lorenzo por sus ideales emancipatorios. Que reniega del papa Roncalli. Que se enfurece porque el funcionariado de la iglesia católica ya no sabe llevarle la contraria a los Evangelios del Nazareno. Que se indigna porque la izquierda –a pesar de su complejo de Sísifo— se levanta, aunque se haya caído una y mil veces. Lo dicho, ETA es el pretexto de esa impotencia.





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