LA `ANOMALÍA´ SINDICAL DE ISIDOR BOIX
Isidor Boix nos ha dejado escrito sus primeras reflexiones sobre el documento preparatorio del Congreso de la Confederación Europea de Sindicatos en su artículo Crónicas Preatenienses - 2 Tras la lectura de las reflexiones de nuestro hombre cabe preguntarse cuál es la `anomalía´ de Isidor Boix. Porque, hemos de convenir, que el compañero no es nada corriente.
La `anomalía´ de Isidor, bien conocida por amigos, conocidos y saludados de los cuatro puntos cardinales del planeta, es: 1) el análisis riguroso de las prácticas sindicales; y 2) dar su opinión sobre todas ellas de manera pública coram populo, como quien da a entender que el análisis crítico público es parte de la pedagogía para el común de los mortales. Como quien entiende que lavar esos trapos solamente en casa no conduce a nada útil. De ahí que nuestro amigo utilice la misma sintaxis en casa que en la plaza pública; tanto si es mediante la palabra como la escritura, siempre sobria –románica, se diría-- constantemente razonada. Una personalidad que se ha forjado al calor de las grandes batallas de SEAT en aquellos tiempos difíciles de la lucha contra la Dictadura como, posteriormente, en los grandes convenios metalúrgicos y los de químicas y textiles, sin olvidar su ajetreada actividad sindical de hace ya algunos años en el sindicalismo supranacional.
Esa `manera de ser´ --su anomalía de decir las cosas: el ethos entre la intimidad de la reunión y la plaza pública— le ha granjeado viejas y nuevas suspicacias. Recuerdo que, platicando en Santa Fe de Granada (en unas jornadas sindicales) fui preguntado por algunos asistentes en el coloquio quién era la persona que debía sustituir a Antonio Gutiérrez. Mi respuesta fue clara: “Sin ningún género de dudas, Isidor Boix”. Un compañero del secretariado confederal, que compartía con un servidor mesa y micrófono, se quedó de piedra. Lo que no sabía es que la pregunta había sido preparada previamente entre varios cofrades y este que les habla. Para rematar la faena, tras el silencio que se hizo, apostillé: “El problema es que no pocos temen a Isidor más que a una vara verde”.
Y sin embargo, Isidor nunca hizo el más mínimo gesto ni por activa, pasiva y perifrástica de indiciar o indicar que estaba en condiciones (más que sobradas, en mi opinión) de coger el testigo de Antonio Gutiérrez. Supongo que se diría que para qué meterse en ese jardín de cactus si el resultado será otro. O tal vez ni eso. En todo caso, Comisiones Obreras se lo perdió.
La pregunta que hago es: ¿conoce alguien a un sindicalista, de esos que están en la puerta del firmamento, que sea tan `anómalo´ como Isidor Boix? Para los que no piensen bondadosamente diré: no hablo en demérito de nadie, sino en mérito de nuestro hombre.

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