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José Luis López Bulla EL PRIMERO DE MAYO, SEGÚN SALVADOR GINER
José Luis López Bulla
Ha muerto Daniel Gray Quillen





El profesor Salvador Giner –un sociólogo catalán reputado y respetado-- con motivo del Primero de Mayo, ha publicado un artículo en El Periódico, El porvenir del trabajo. Este artículo debe leerse con atención, procurando los sindicalistas evitar nuestro acostumbrado tono quejica. Más todavía, hay que leerlo sosegadamente y nunca en diagonal como parece ser habitual en mucha gente. Ahora bien, me he tomado la libertad de reflexionar en torno a lo que dice Giner y proponer algunas apostillas.


Primero. Me importa corregir que “la noble fiesta del Primero de Mayo, la que solía llamarse Fiesta del Trabajo” no tuvo esa connotación desde el territorio de las izquierdas sociales y políticas. Fue siempre denominada y ahora también Día Internacional de los trabajadores. Cierto es que, desde otras orillas, fue rebautizada como San José Obrero y hasta hubo quienes la certificaron como San José Artesano. No se trataba de deslices semánticos sino de otra cosa: desnaturalizar el sentido de unos orígenes, suficientemente conocidos, y deslegitimar –no ya la celebración en tanto que tal-- la acción colectiva de cada Primero de Mayo. Puestos a no ser distraído con “los nuestros”, diré que hace pocos años, en un lugar muy cercano, el sindicalismo confederal llamó al 1 (uno) de Mayo, como si fuera un día del calendario, sin la fuerza evocadora del Primero de Mayo. Uno es picajoso, ciertamente, pero estamos ante la misma confusión que se ha generado, desde hace no pocos años, en torno al día 6 de Marzo: no pocas voces convocan al Día internacional de la Mujer, cuando su origen y el habitual léxico de las izquierdas siempre fue Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En resumidas cuentas, la mistificación –edulcorada en el mejor de los casos-- de la cuestión social.


Segundo. Salvador Giner dice: “Soy poco amigo de conmemoraciones. Los apremios del presente se me antojan más interesantes”. Aparentemente no hay nada que objetar, incluso si se está hablando de conmemoraciones como la que, dentro de poco, se celebrará con motivo del centenario de Émil Durkheim. Por lo tanto, nuestro hombre estima que, en su caso, aprovechará la ocasión para “aprovechar que estos renglones saldrán un primer día de mayo para celebrarlo del único modo coherente con lo que digo. Con una reflexión sobre el presente y el porvenir del trabajo”.


Seamos claros: por lo general las movilizaciones del Primero de Mayo, desde hace muchísimos años, tienen más una característica de coyuntura que de evocación de sus orígenes que, en ocasiones, ni siquiera se citan tanto en la literatura “que convoca” como en la palabra de los oradores. El peso del discurso, así escrito como oral, se centra en los problemas del momento, justamente en los que relata el profesor Giner. Así, pues, repase el reputado sociólogo la característica de este Primero de Mayo, y verá que no hay lugar para afirmar que “si en vez de ello, lo único que hacemos para celebrar o recordar vagamente lo que significa (o significaba) el Primero de Mayo es degradarlo a la condición de fiesta laica de guardar, a conmemoración inocua, la cosa tal vez no valga la pena”. Repase, repito, por ejemplo lo dicho por la pancarta, ridiculizada por Duran i Lleida, dirigente democristiano. A lo que respondió con cristiana ironía Joan Carles Gallego, primera estilográfica de Comisiones de Catalunya : el dirigente demócrata-cristiano debe saber que pancarta era la “Bula pontificia de los siglos XI-XII que incluye y confirma los bienes de un monasterio o de una iglesia” en
los de la pancarta. Toda una retranca (malafollá) que podría indicar que el sindicalista catalán tiene remotos orígenes de Granada. [El origen de la palabra malafollá interesa aclararlo para no dar lugar a malos entendidos entre las lectoras foráneas: viene de los herreros y caldereros del Albayzín. Cuando el aprendiz no le daba el ritmo adecuado al fuelle, el hogar perdía la temperatura necesaria. Se decía del aprendiz que tenía mala follada (follá, en andaluz), que no follaba bien (búsquese follar en el diccionario antes de pensar que es un comentario soez].


Tercero. Ahora bien, Salvador Giner tiene más razón que un santo cuando requiere “reflexión sobre el presente y el porvenir del trabajo”. Pero, puestos a no dar cuartelillo, aunque un día al año, sea o no Primero o uno de Mayo, no haga daño, lo más conveniente es que dicha reflexión sea sostenida en el tiempo, porque cada día que pasa contiene importantes variables en el pluriverso del trabajo. No sólo los sindicalistas sino también el mundo del (necesario) talento académico. Por ejemplo, ahí está –viendo pasar el tiempo como La puerta de Alcalá-- la Fundación Primero de Mayo, que dirige ese joven sindicalista que es Rodolfo Benito, del que no se descarta que también tenga orígenes granadinos.


Cuarto. En todo caso el profesor Giner nos abrió el apetito al requerir la reflexión sobre el presente y el porvenir del trabajo. Un servidor se preparaba a encontrar algunos indicios en su artículo sobre tan importante asunto, especialmente porque hacía poco que había leído muy atentamente su espléndido prólogo al libro de Bruno Rizzi, La burocratización del mundo (Península, 1980), hoy prácticamente agotado. No se cumplieron mis expectativas. Habrá que esperar otra ocasión: también Homero dormía.


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