FÁBULA SOBRE EL MOVIMIENTO DEL 15 DE MAYO
Homenaje a Acuña
Observo que algunos amigos miran con ciertas reservas al movimiento de los acampados, esa generación del 15 de Mayo. Lo pude notar esta tarde-noche pasada cuando conversábamos mirando al mar, bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular, según dejó cantado un relamido Jorge Sepúlveda.
En aquella no improvisada tertulia todos estábamos concernidos por el viejo apotegma del in oruxo veritas, de manera que cada cual sacó de la alcancía del subconsciente aquello que tenía guardado desde tiempos antiguos. Por ejemplo, el amigo Jacinto Brácana dejó caer algo inquietante: “Estos muchachos del 15 de Mayo se creen que la historia empieza con ellos mismos; es como si no tuvieran en cuenta que, antes que ellos, nosotros dimos el callo”. Hubo un amago de aplaudir tan sentencioso parecer. Pero allí, allí estaba nuestra Maruja Limón -- quien por no haber puesto cerrojosen su corazón,ahora son fuentes sus ojos-- voz exigente como la que más, joven sesentona como toda la peña. La Limón se aclaró la garganta, se echó al coleto un moderado trago de cazalla y pareció que amenazaba por arrancarse por tarantas. Y de repente así habló nuestra particular Zaratustra: “No discurres con la cabeza sino con la próstata, Jacinto. Eso mismo que has dicho lo afirmábamos nosotros cuando éramos jóvenes. También nos pareció que la lucha empezaba con nosotros, que nada se había hecho antes y que si patatín y patatán. ¿Descaro? Yo diría que era una manera de autoafirmarnos, Jacinto”.
Maruja Limón se echa otro trago al coleto, y sigue: “Por otra parte, estos chavales no han dicho otra cosa que no se haya explicado antes sobre la distancia entre la política y los ciudadanos. Lo que pasa es que lo han expresado colectivamente. Te diría más, Jacinto: lo hacen desde el salero y desparpajo de quienes no se sienten de la izquierda mustia, la gauche qui pleure. Desde una cultura libertaria, diría. Jacinto, no me digas que me he vuelto anarquista; sabes que no voy por ahí”. [La Limón se echa otro trago de cazalla, sólo para aclararse la voz]. “De todas formas, esta nueva generación parece que no tiene los disimulos de la nuestra. Sabíamos por nuestra bulimia de lecturas que el General en sus cartas al Moro fue un homófobo redomado. ¿Te acuerdas cuando escribió contra un dirigente socialista inglés que abrió la lucha por los derechos de los homosexuales? ¿Te acuerdas cuando el General escribió: `Lo que nos faltaba: defender les droits du cul? ´. Nosotros sabíamos de ello, pero miramos a otra parte. Porque entendíamos que los padres fundadores eran intocables en todo, ¡en todo! [Miguel Ángel González Zamora, abogado laboralista, en puertas de la sesentona, no pudo aguantarse y exclamó jubiloso: “Bravo Limón, así se habla”].
Pero, por lo que se ve, había más zumo en aquel cítrico. Así es que Maruja tomó carrerilla y abruptamente aleló a la peña diciendo: “Ahora es muy fácil hablar de los primeros andares de Comisiones Obreras. Pero todos sabéis que las discusiones en la familia no fueron fáciles. Hubo voces enérgicas que se escandalizaron de aquel movimiento insólito. Unas voces que seguían apostando por los sindicatos clandestinos, por la organización tradicional. Y sin tapujos dijeron, desde la autoridad del sanedrín, que `aquello no podía ser controlado, porque era un movimiento magmático´. Era la versión cateta de lo que, de manera más sofisticada, afirmó el gran Giorgio Amendola con relación a los consejos de fábrica italianos. Hasta que, no sin dificultades y esperezas, nuestros catetos y los sofisticados italianos, aquellos movimientos acabaron rompiendo moldes. Te recuerdo, Jacinto, que tú estabas entre los que abrieron aquellos nuevos caminos. Deja esos celos mal reprimidos porque esa chavalada puede ser portadora de una importante siembra, por eso –no hablo por ti, Jacinto-- la temen, aunque algunos se disfrazan de aplausos para no infundir sospechas”.
Como en el romance de Abenamar estaba la mar en calma,la luna estaba crecida. Alguien, sensatamente precavido, exigió que –dada la hora y a pesar de la noche estrellada—lo obligado era acabar la controversia, dormir la mona, seguir siendo amigos y marcharse a la cama. La conversación podría continuar en otra ocasión.
Radio Parapanda. Retransmite REFLEXIONES: DEFINIENDO DEMOCRACIA (III): COMO PROCESO. Do se infiere que nuestro Antonio Álvarez del Cuvillo se ha levantado de su siesta.

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