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José Luis López Bulla LOS CAMINOS DE ALGUNOS CANDIDATOS SON INESCROTABLES (SIC)
José Luis López Bulla
Al igual que Saulo de Tarso, cabalgando en blanco potro camino de Damasco, doña Carmen Chacón dio de bruces en tierra y vio la luz cegadora: “No me ha gustado nada la manera apresurada de aprobar la reforma de la Constitución”. Lo ha comunicado El Periódico, que aprovecha la coyunda, para subir treinta céntimos el precio. Y, comoquiera que la rebeldía sobrevenida de la señora ministra de los tiros, no queda suficientemente manifiesta, añade que “los socialistas catalanes deben tener grupo propio en el Parlamento para tener más visibilidad”. Reitero: lo dice El Periódico que utiliza el momento para subir treinta céntimos el precio de cada diario.


Podríamos decir, pero no lo diremos, que “más vale tarde que nunca”. Porque, una vez aprobado el bodrio casamentero sin que la doña haya dicho ni oxte ni moxte, sus declaraciones sólo sirven para dejar en evidencia su actitud gregariamente silenciosa. Es, además, una pirueta que se dirige a sus parciales en puertas de los comicios que están a la vuelta de la esquina. Por otra parte, quien ha callado la quisicosa de “tener grupo parlamentario propio en Madrid” –que deberíamos valorar apropiadamente, pero tampoco lo haremos—está dando “el cante” en esta ocasión. Lo uno y lo otro parecen confirmar que Chacón está contagiada hasta el ossobucco de la vieja politiquería. O sea, el en carnes jóvenes caben lo más vejestorio del politicastro. Tal vez todo no quedará ahí.


¿Qué se juegan ustedes que pondrá como un pingo las putativas reformas que, también con su amplia sonrisa, se han puesto inútilmente en marcha? Si lo hace, tampoco se lo aplaudiremos: tiempo tuvo para impedirlo. Conclusión, al parecer los caminos de ciertos candidatos son inescrotables. Caminos tales que refuerzan la convicción de que la tarta de la provaricación está desgraciamente muy compartida.


Apostilla: las teclas del ordenador se resistían a escribir inescrotables y se empeñaban en poner inescrutables; y, de igual modo, se rebelaban ante lo de provaricación insistiendo en poner prevaricación. No es lo mismo, ¡oh duendecillos tecnológicos!
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