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José Luis López Bulla DOS ESFORZADOS CANDIDATOS, DOS INTERFERENCIAS
José Luis López Bulla
“Existe en las viejas democracias occidentales una tendencia al retroceso `pacífico´ de la democracia, que proviene de planteamientos diferentes de un lado y otro del Atlántico”, nos dice Jean-Paul Fitoussi en el incipit de su libro “La democracia y el mercado” (Paidós Studio, 2004). El mensaje parecía claro: el desafío venía de los núcleos de poder, político y académico, de los Estados Unidos, de un lado; y del Reino Unido, principalmente, en esta orilla del charco. El Continente, pensábamos, mantenía su propia personalidad y, en parte, nos tranquilizaba la (más aparente que real) estructura del llamado modelo social europeo. Pues bien, como diría Johan Cruyff, “en un momento dado” empezaron a surgir una serie de señales inquietantes. Antonio Baylos refiere (NOTAS SOBRE EL RECONOCIMIENTO DEL DERECHO DE HUELGA EN EL PLANO TRANSNACIONAL) dos acontecimientos: la sentencia del caso Viking vinculando el derecho de huelga vinculado a la deslocalización y la correspondiente al caso Laval, ligada al enervamiento del convenio colectivo. O lo que es lo mismo: los “derechos colectivos eran `cuerpos extraños´ en las leyes de mercado”. Se trata de dos situaciones en las que, todo hay que decirlo, el sindicalismo europeo, por decirlo de manera elegante, estuvo distraído.


Lo que nunca se nos vino a las mientes es que desde Catalunya, surgirían señales anunciadoras de una revisitación del neoliberalismo; de un desvergonzado heraldo que ya se trasladaba de algunos departamentos universitarios a la política de gobierno en tanto que tal. O sea, se organizó el tránsito desde un sector del mundo académico a la fisicidad de la política que administra las cosas. Es el asalto de la casamata universitaria a los cielos bajos de la política. Y empezaron los recortes, aprovechando que el Pisuerga de la crisis pasaba por el Palau de Sant Jaume. Que con ser de una extremamada gravedad, todavía lo era más la argumentación que intentaba justificar dichos recortes. Los derechos colectivos, incluso los primarios, eran explicados como “cuerpos extraños” para las leyes del mercado. De manera que la política debía ser la eficaz palanganera de lo “óptimo para el mercado”. De un mercado-Leviatán que está deteriorando al Estado. Se ha dicho que sólo en Nueva York los mercados envían 4,7 millones de órdenes por segundo. Lo que nos lleva a la apreciación: los mercados ya no se ven marcados por las relaciones sociales; son las relaciones sociales –y, sobre todo, la política— las que se ven agarrotadas por los mercados. O lo que es lo mismo: la relación entre democracia y mercados es desequilibrante a favor de éstos.


Así pues, la expresión fundante de la democracia, el universo de los derechos, queda desvencijada. Son, en esa lectura, cuerpos extraños que interfieren, y considerados como privilegios los hacen aparecer como estantiguas del antiguo régimen. Y tras ello, lo estamos viendo, reaparece el galantismo hipócrita que invoca, organiza y consigue la impunidad sólo para los poderosos, rompiendo la civilidad del ordenamiento jurídico.


Todos estamos avisados. El próximo “momento electoral” puede ser o bien la consolidación de que los derechos son cuerpos extraños o bien una interferencia en esa dirección. Dos esforzados Joan Coscubiela y Gaspar Llamazares son, de momento, esa interferencia. Aclaro: esto no es un manifiesto electoral, es un aviso para los tripulantes del Arca de Noé.



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