
Nunca antes, a menos que la memoria me falle (nada extraño ya), una campaña electoral al senado y al congreso habían causado menos impacto emocional al personal.
Es cierto que la crisis y los métodos de hacerle frente han alejado enormemente a una gran parte de la ciudadanía del aliento político.
Las innumerables ocasiones en que la corrupción ha afectado a unos y a otros (unos y otros de determinados partidos, la prensa nunca destaca que una parte de la izquierda nunca ha estado mancillada por ello) también ha colaborado lo suyo.
No hemos de olvidar tampoco que las personas que encabezan la mayoría de las candidaturas, sobretodo en la plaza fuerte de Madrid, no son precisamente objetos de gran atractivo, ni personal, ni por la trayectoria política o profesional. Alguno no ha dicho nunca ni pío, no fuese que se viera comprometido.
La prensa de todo tipo y condición se arrellana en todas aquellas cuestiones de escasa importancia, nunca resalta honestamente trayectorias y cumplimientos, así como también olvida permanentemente los programas propuestos. Es una prensa acrítica y enfocada a todo aquello que forma parte de la simpleza de unas elecciones. El hecho que tengamos un solo debate televisivo y solo entre las dos fuerzas mayoritarias, no sólo dice poco del sistema democrático y del sistema electoral, sino que se intuye que la prensa se conforma con lo que hay. ¿Qué ocurriría si los canales importantes citaran a los primeros espadas para debatir conjuntamente, sin condiciones previas, sin chuletas y sin posibilidad de decir que no voy? ¿Alguien se atrevería a dejar abandonada una silla en un debate televisivo importante? Pues entonces.
Me abstengo de comentar lo dicho o no dicho por candidatos y acompañantes, todos ustedes tiene el lustre y la capacidad de hacerlo por si mismos; pero a modo de resumen, les diré que, para mi paladar, en cada elección me interesa más lo que dicen los pequeños y me resulta imposible entrever un verdadero programa de gobierno atendiendo a los grandes. Ahí está el terrible juego a la abstención.
El ambiente mundial sería, sin embargo, tendente a que el personal se interesara por el asunto. La crisis, los enormes problemas económicos, políticos y de futuro que se están dilucidando (o no) reclaman el interés, incluso el exclusivamente egoísta. Mi pensión, mi trabajo, mis ahorros, mi hipoteca, el colegio de los niños, la operación de cadera, la comida caliente del Ayuntamiento, el papel de la religión, la posición de las mujeres frente a logros (pequeños) conseguidos y que pueden estar en peligro, el desarrollo democrático, la cultura de cada cual, la paz (por qué no), el sueño de Europa, el progreso. Son innumerables las razones para participar y cabrearse. O cabrearse y participar. Recuerden que sólo los toros muy listos consiguen que los echen a los corrales por falta de valentía y embestida. Pero esa listeza no los salva del carnicero. En todo caso duran uno o dos días más. Rehuir el combate nunca supone una victoria. Los únicos toros que se salvan de verdad son los que enfrentan el combate desigual a por todo, claro está que con pocas posibilidades.
Una simple mirada a la historia europea, perfectamente accesible en todos los formatos y niveles académicos o divulgativos, es, ya de por si, una llamada a la política, a la participación. Ahora bien, todo y así, el porcentaje de decisos y de indecisos que están en la abstención es enorme y afecta principalmente a los sectores sociales que deberían preocuparse más por su destino.
Es evidente que algo gordo nos espera. La crisis, el modelo autoritario con que se está construyendo el futuro, la laminación de la legitimidad nacional, estatal, ciudadana en la UE, ocupada ya al 100% por la Alemania unida, en un logro, podríamos decir que pacífico por primera vez, no alienta el proyecto fundamental europeo, sino que se acerca a la implosión. Piensen en Grecia, en las cartas del Banco Central europeo, en el tratamiento a gritos que hace el derrotado Sarkozy de las discrepancias, en la presión inacabable de la especulación crediticia contra la deuda y el etcétera que ustedes prescriban de acuerdo con sus experiencias.
Está tan confusa la situación (no para todos, hay quienes tienen perfectamente fijados los objetivos y los costes), que la última idea peregrina en la UE, no se quien es el brillante hacedor, es multar a los países con porcentajes de paro indebidos. El símil médico es simple: a los enfermos muy graves, si no se portan bien, les será suministrada una dosis letal de virus. En catalán diríamos: Qué s’han begut l’enteniment?
Esa oferta de racionalidad, castigar al que está en las últimas, se parece a aquella otra salida del Ayuntamiento de Tordera, un alcalde de CIU, faltaría más, que si no se equivoca la prensa, ha propuesto que las muchachas víctimas del esclavismo de la prostitución de carretera se vean obligadas a hacer trabajo comunitario si no pagan las multas que la autoridad les impone por un oficio habitualmente con escaso beneficio. Sería muy fácil preguntar en que trabajos para la comunidad estaba pensando el alcalde, ¿los relatos de sus vivencias a través de las no fronteras comunitarias?, ¿las experiencias “profesionales”?. Y, en todo caso, ¿a qué hora?
La verdad es que hay días en que el mundo pequeño de casa y el mundo grande de fuera están para presentar la dimisión. Cosa que sugiero tanto al alcalde, como al burócrata europeo a que me refiero.
Viendo lo que estamos viendo, ¡qué fácil resulta no votar! Y que enorme tontería es.
Lluis Casas, moralista
