CristinaNarbona ha publicado otro artículo, El País,donde revisita el desastre lectoral de su partido, el PSOE. Se une a toda unaabundante literatura que, en las últimas semanas, analiza lo que ha ocurrido. Hastala presente han hablado ex ministros, parlamentarios, catedráticos de lafamilia socialista… Sin embargo yo no hesabido encontrar reflexiones de representantes de los movimientos sociales inscritosen dicho partido, por ejemplo, sindicalistas. Habrá, digo yo, una explicaciónde la sobreabundancia de las reflexiones de los primeros y el mutismo de lossegundos.
Tal vez unaimprovisada explicación de ello esté en dos cuestiones. Una, por lo general,los partidos de izquierda parecen ver sus contingencias solamente en elinterior del sistema político. Otra, los representantes de los movimientossociales se sienten embebidos exclusivamente en sus propias cuestiones que,aunque importantes, parecen separadas del conjunto del sistema político. Seacomo fuere, el caso es que el debate socialista parece adolecer de esa ausenciade referencias al cuadro general que es donde se están dando lastransformaciones más llamativas.
En todo caso,quienes analizan lo sucedido parecen escribir no digo “desde fuera” de supropia organización sino, como quien dice, al margen de las responsabilidadesque hayan podido contraer en tanto que dirigentes muy responsables de la derivapolítica de hace no sé cuántos años. La Narbona, por ejemplo, habla de “hace tres décadas”.Es decir, lo que plantean ahora no consta que lo hicieran en público y nosabemos si lo formularon por lo bajinis. En todo caso, más valen hablar ahoraque estar silentes. Pero …
… de todasformas, tengo la impresión de que todas las reflexiones planteadas dan laimpresión de que la aparatosa derrota electoral es sentida como un meroincidente en el camino, acompañado por un voluntarioso “nos levantaremos”, sinexplicar cómo ni de qué manera. Lo que no deja de ser una jaculatoria.
Es posible queel día del funeral de mi amigo Justo Domínguez me excediera ante algunosdirigentes del Partit del Socialistas de Catalunya cuando le dije: “Soisirreformables”. No lamento el exabrupto, pero si por la pontificación. O sea,me disculpo ante mí mismo. En realidadlo que debí haberles dicho fue que no es posible reconstruir el primer partidode la izquierda sin reexaminar su cultura, que a fin de cuentas es la que lesha llevado a sus clamorosas tres derrotas consecutivas (autonómicas,municipales y generales). Algo que no han hecho en su reciente congreso. Lo quepodría –digo podría, sin pontificar— pasar también en el congreso del PSOE.
Sin reexaminarla cultura de los socialistas, sin ir a las raíces profundas de la crisis, nohay nada que apunte a la discontinuidad. Sólo nuevas caras, si es que las hay.Y, así las cosas, sigue en pie el riesgo de la reproducción de las viejasreglas autorreferenciales, manteniendo la relación jerárquica entre los (cadavez más reducidos) grupos dirigentes y la llamada base: un esterilizantetaylorismo político. Que, además, se empeña en mantener la identidaddistorsionada que se ha ido acumulando --según Narbona-- desde hace “treintaaños”. Aunque, puestos a decir aparentes excentricidades, yo diría que laidentidad no es cuestión sólo del árbol genealógico sino del proyecto que sequiere poner en marcha para transformar las cosas, y –para no dejar las cosas ad calendas graecas-- de un proyecto claro de alternativa con elconjunto de las fuerzas de izquierda a la actual legislatura termidoriana.
Esto es, enrealidad, lo que quise decirles a los dirigentes socialistas en el funeral demi amigo Justo. Pero tal como van las cosas en esa literatura la reformabilidad de los aludidoses bastante dudosa.