“Las éliteseconómicas (o las clases altas, si se prefiere) se están desentendiendounilateralmente del pacto del Estado del bienestar porque consideraninnecesarios los costes que les pueda ocasionar, en la medida en que las clasespopulares han perdido capacidad de intimidación”, escribe Josep Ramoneda en su artículo en laseparata de hoy en El País (el subrayado es mío). Pienso que Ramoneda da, conmucha aproximación, en el clavo.
El movimiento sindical lleva unos cuantos años conpotentes movilizaciones ya sea de ámbito nacional como europeo. Y sin embargotodas ellas han sufrido un rotundo ninguneo. El problema no es, así las cosas,la ausencia o endeblez de la presión sostenida sino la ausencia de salida delas mismas o –dicho en plata— la no consecución de sus objetivos. Lo quecomporta, en palabras de Ramoneda, a la “pérdida de intimidación”. Esta es unacuestión de primer orden que desafía y –no nos vayamos con remilgos— pone enentredicho las alternativas del sindicalismo confederal.
Hace tiempo que reflexioné sobre el asuntovinculando el ejercicio del conflicto social a la innovación tecnológica. Ahorael asunto se nos complica porque los poderes contrarios se encogen de hombroscomo diciendo “allá vosotros con lo que hacéis; no vamos a cambiar ni un ápicedel guión que tenemos escrito”. Es unasituación que puede acarrearnos graves complicaciones en nuestra capacidad derepresentación. Así las cosas es necesaria una amplía reflexión sobre ello. Yen concreto: ¿de qué manera se puede y debe ejercer el conflicto de masas paraque cumpla con su objetivo?
Sugiero, por lo tanto, que es fundamental repensarestas cosas. Como primeros elementos indicativos sería conveniente meditarsobre lo que se dice más abajo (1). Se trata de un escrito de 1997 al que habríaque introducir los nuevos elementos.
(1) ElConflicto social, hoy.
En mayo de 1997 se desarrollaron unas importantes jornadasorganizadas por el Ceres con el objetivo de reflexionar y sacar algunasconclusiones acerca de la relación entre innovación tecnológica y conflictosocial. Lo cierto es que el sindicalismo confederal --salvo honrosísimas y muypocas excepciones-- se encuentra desubicado en relación al ejercicio delconflicto social. Las gigantescas transformaciones tecnológicas han variadoprofundamente el centro de trabajo; sin embargo, se sigue practicando elconflicto de la misma manera y con la misma forma que antes de dichasmutaciones tecnológicas. Por ejemplo, se utiliza la asamblea como si en elcentro de trabajo la gente tuviera el mismo apelotonamiento de personas que lafábrica fordista, por poner una expresión gráfica. Si las nuevas tecnologíasproducen interferencias al conflicto social, éste se ejerce de la misma maneraque cuando aquéllas no existían; sin embargo, no se investiga ni se aprovechala potencialidad real que las nuevas tecnologías ofrecen para el ejercicio delconflicto. Así pues, se mantiene la centralidad de la asamblea fordista comouna especie de mito con la misma inadecuación que pudiera tener un científicoque basara sus investigaciones sólo en los cálculos que le proporciona elmétodo de la regla de tres compuesta.
Si el sindicalismo confederal mantiene su actual desubicación en relación alconflicto --es decir, si desdeña las interferencias en su contra y no abunda enlas potencialidades reales que existen-- irá empequeñeciendo su personalidad;posteriormente, incluso sin desearlo, se iría transformando en un agentetécnico, y no sería ya un sujeto que desde su alteridad pudiera transformar lacondición de trabajo.
En todo caso, nosotros no concebimos el conflicto social como algo autónomo oindependiente de las propuestas del sindicalismo confederal. Esto quiere decirfundamentalmente que el conflicto se ejerce en relación a un proyectoreivindicativo concreto en un momento determinado. Así las cosas, lo que cuenta--por este orden y no por otro-- es 1) la cualidad de las reivindicaciones, y2) la forma que tiene el conflicto; a nuestro entender, ambas cuestiones soninseparables para y en el ejercicio del conflicto. Un proyecto reivindicativoconcreto que no se refiera a cómo es exactamente la organización del trabajo encuestión --las condiciones para el trabajo y las condiciones de trabajo másútiles para el conjunto asalariado-- siempre expresará utilidades limitadas; ala larga (no muy larga, pensamos nosotros) irá perdiendo todo su sentido. Y, dela misma forma, un proyecto reivindicativo concreto que no se sustentara en unaforma conveniente del ejercicio del conflicto, tampoco sería eficaz.
Es preciso que el sindicalismo confederal elabore una nueva praxis en elejercicio del conflicto, muy en especial en aquellos sectores que, dadas lasinnovaciones tecnológicas, tienen una relación diversa entre "lamáquina" y "la persona".
Históricamente el ejercicio del conflicto se ha caracterizado por unacontecimiento rotundo: si la persona dejaba de trabajar, la máquina separalizaba por lo general; este detalle era el que provocaba la realización dela huelga. Hoy, en no pocos sectores, la ausencia de vínculo puntual entre elhombre y la máquina (esto es, que la persona deje de trabajar) no indica que lamáquina se paralice. Más aún, gran parte de los conflictos se distinguen porquelas personas hacen huelga (dejan de trabajar), pero las máquinas siguen suplena actividad. Podemos decir, pues, que la disidencia que representa elejercicio del conflicto no tiene ya, en determinados escenarios, las mismasconsecuencias que un antaño de no hace tanto tiempo. Esto es algo nuevo sobreel que, a nuestro juicio, vale la pena darle muchas vueltas a la cabeza. Parecelógico, pues, que el sujeto social se oriente en una dirección práctica de cómoexhibir la disidencia, promoviendo el mayor nivel de visibilidad del conflicto.En otras palabras, la visibilidad del conflicto tendría como objetivo sacar ladisidencia del espacio de la privacidad para hacerla visiblemente pública.
En suma, para una nueva praxis del conflicto, apuntamos los siguientes temas dereflexión: 1) el carácter y la prioridad de las reivindicaciones, tantogenerales como aquéllas de las diversidades; 2) la utilización de la codeterminación;3) los mecanismos de autocomposición del conflicto; 4) la utilización de lasposibilidades reales que ofrecen las nuevas tecnologías para el ejercicio delconflicto; 5) nuevas formas de exhibición de la disidencia, dándole la mayorcarga de visibilidad en cada momento.
Aunque la movilización de los internautas no tenga el carácter de un conflicto"de clase", vale la pena echarle un vistazo a sus características másllamativas; de esta manera veremos --como decíamos más arriba-- hasta qué puntolas innovaciones tecnológicas proponen nuevas posibilidades para el ejerciciode la protesta y la disidencia. De este conflicto podemos hablar, ya quenosotros hemos mantenido, a través de internet, un diálogo con el centropromotor de la huelga. Los motivos de esta acción no son otros que el rechazode los internautas del espectacular incremento de las tarifas telefónicas. Acontinuación surge el grupo coordinador, llamado Plataforma-la huelga (dicecontar con 10.000 usuarios). Este colectivo establece una política de alianzascon grupos tales como Plataforma por la tarifa plana, Proyecto Serviline,Organización de consumidores y amas de casa, Asociación de transportistas yotras. Se convoca "la huelga" de usuarios internautas y se concretanen un plan de acción a realizar durante el mes de setiembre. Vale la penaexplicar que todo ello ha estado presidido por una serie de hechosparticipativos a través de las chats, es decir, las "tertuliascibernéticas". Como puede verse, estamos ante un conflicto que se mueve,en unos casos, alrededor de las más tradicionales convenciones y, en otroscasos, con nuevas formas en el ejercicio de la acción.
De un lado, existen unos motivos para la protesta que son aprehendidos por ungrupo dirigente, situado en una sede; este grupo estimula una política dealianzas que desde su "local" lanza la convocatoria y fija el plan deacción, concretado en una serie de protestas, acordadas después de un debateparticipativo. Todo ello en el más puro convencionalismo tradicional de lateoría y práctica del conflicto; por ejemplo,
el plan de acción invoca a los receptores de los mensajes"la necesidad de difundir las medidas tanto como podáis entre todos lossectores en internet y fuera" que parece recordar el viejo recado delmovimiento obrero "lee y difunde esta octavilla". Por otra parte,este conflicto ha suscitado algo que también nos es familiar, a saber: lasolidaridad. En efecto, miles de usuarios de, al menos, nueve países se hanadherido a este conflicto; conscientes unos y otros de la fuerza de Telefónica,han fundado el Consejo social de las Comunicaciones --un ente que agrupa aorganizaciones de usuarios de esos nueve países-- para "hacer frente a losabusos de la empresa y exigir un trato justo y equitativo de la prestación delservicio de Telefónica".
De otro lado, la sede no es otra que Página web: http//www.lanzadera.com/lahuelga, y e-mail:la huelga@ hotmail.com; las comunicaciones (en jergatradicional, las octavillas) a los hipotéticos huelguistas se lanzan a través deesos mundos cibernéticos. Podemos decir satisfactoriamente que nos encontramosante una parte de las facilidades que posibilita la innovación tecnológica,incluso para la participación de los auténticos sujetos conflictuales, que sonlas personas-usuarias.
Todo ello abre un camino (cuyas consecuencias no nos son posibles determinar enestos momentos) a una nueva relación entre objeto del conflicto, el sujeto quelo organiza y los recursos de nuevo estilo. A saber, la innovación tecnológicaconcreta que desde un "centro invisible" (en este caso, un web) sepuede organizar y convocar un determinado conflicto. Por otra parte, el web--que es, a la vez, sede y octavilla-- contiene una velocidad comunicativa,desde su fijación hasta la recepción, como jamás en la historia de losconflictos haya tenido convocatoria alguna; de igual modo, estos recursos denuevo estilo permiten inter-conectar (esto es, conectar entre-si) a los que seencuentran físicamente separados en distancias lejanísimas. Es decir, estos nuevosrecursos informan y agrupan instantáneamente a miles de personas que estánseparadas solamente en lo físico; de donde se infiere que el espacio clásico--el espacio fordista, se entiende-- ya no es determinante (o no tandeterminante como antaño) para el ejercicio de determinadas formas de conflictosocial. Entiéndasenos bien, para lo que nos ocupa no es la velocidad de lacomunicación el rasgo fundamental sino la capacidad de reunir (conociendo,debatiendo y decidiendo) a los que están dispersos, separados a miles y milesde kilómetros en un mismo momento; que eso se haga de manera instantánea escosa que se da por añadidura. De manera que objeto, sujeto y recursos adquierenuna nueva dimensión, no sólo técnica sino también cultural. Lo insólito de dicharelación es que ya no afecta a las personas que son abarcables con la vista--como lo era el ágora griega o la asamblea fordista-- sino a miles de personasinabarcables con los ojos, dadas las distancias entre todos ellas. Y todavíamás: de la misma manera que la asamblea fordista se realizaba en el lugarnatural de una superficie concreta, la asamblea interconectada de losinternautas también se ha desarrollado en un lugar natural, mejor dicho: enmuchísimos lugares naturales. Podemos decir, en consecuencia, que se haestablecido un vínculo diverso entre espacio (el lugar físico donde está cadainternauta) y el tiempo instantáneo (en el que se establece la colectivaintercomunicación).
Este conflicto de los internautas (al igual que otras experiencias) propone unanueva relación entre tecnología y conflicto social que debe ser estudiada porel sindicalismo confederal en cuyo seno existen ya unas prácticas muyminoritarias. Nosotros pensamos que sería erróneo interpretar estafenomenología con viejas categorías o, peor aún, confrontarla con los modelostradicionales dejándose guiar sólo por la nostalgia de una época en la queparecía posible una comunicación más rica y humana, que siendo ejercitada comosi estuviésemos en el tradicional fordismo, ya no concita la agrupación físicade las personas en la asamblea en la que hemos crecido y desarrollado
Para nosotros está meridianamente claro que estos hechos participativosconservan la misma esencia que los de la tradicional asamblea, aunque cambie elaspecto formal del estar juntas, físicamente, las personas. En otras palabras,se mantiene el conocimiento, el debate y la decisión colectivos y, formalmente,se les re-agrupa de otra manera. Es, sin ningún género de dudas, unaalternativa a la objetiva dispersión física de las personas que provoca lautilización de las nuevas tecnologías.
En este conflicto de los internautas podemos sacar otra lectura más. Lacomunicación de todo tipo de mensajes (elaboración de las reivindicaciones, surazonamiento y la decisión de cómo y cuándo se ejercita el conflicto) esdirecta, esto es, no mediada por ningún tipo de sujetos o estructurasintermedias. Se reducen, por tanto, los matices y distorsiones que se dan en elconflicto tradicional como fruto de la cadena de estructuras intermedias y lasubjetividad como cada una de éstas percibe las razones de dicho conflicto.Esta relación directamente intercomunicada redimensiona el carácter del grupodirigente y la particular figura del secretario convencional, cuyo poder no vieneya del número y de la calidad de los secretos que guarda sino de su fuerzaintelectual y propositiva. Experiencias como ésta indican que no existe la"cadena jerárquica" entre el centro y las periferias; al menos eneste conflicto se han roto las intermediaciones y la relación de poder basadaen el monopolio de la información tradicional de arriba-abajo.
Por la novedad de este conflicto nos ha parecido oportuno conocer los nivelesde seguimiento del mismo; de ello informamos en el anexo número 1.
Permítasenos una aparente (sólo aparente) digresión. En la lucha contra la Dictadura franquista laparte más organizada del movimiento obrero utilizó un concepto tan llamativocomo la utilización a fondo de las posibilidades legales, que tuvo sutraducción práctica en lo que todo sindicalista medianamente informado conoce.Pues bien, salvando todas las distancias que son al caso, vale la pena que hoyel sindicalismo confederal ponga en marcha la utilización a fondo de lasposibilidades tecnológicas para el ejercicio del conflicto social; a nuestroentender hay que hacerlo con la misma naturalidad y decisión como cuando elsindicalismo dejó de utilizar la bocina de mano en las asambleas paraapropiarse del altavoz eléctrico y del inalámbrico; con la misma naturalidad,también, con que miles de sindicalistas han asumido la cotidianidad deltelefonillo portátil.
En resumidas cuentas, no estamos ante el fin del ejercicio del conflictosocial. Este es un testamento ideológicamente dirigido al movimiento de los trabajadoresque está siendo contestado por unas incipientes formas de realizar ladisidencia. El sindicato --que también debe ser un sujeto organizador de lossaberes y experiencias-- debe promover nuevas discusiones en torno a todo ello.Un sindicato confederal que debe percibir cuándo determinadas formas delejercicio del conflicto --no decimos el conflicto-- acaban siendo fungibles ydevienen inútiles, y por lo tanto deben ser re-emplazadas por otros mecanismos.Desde luego, la salida gradual del taylorismo que preconizamos no puede iracompañada por el ejercicio de un conflicto cuyas características siguen siendodel sistema que se quiere superar. O, en otras palabras, el deslizamiento haciaotro paradigma de organización del trabajo debe ir teniendo su plenacorrespondencia del mayor número de los elementos que le acompañan: proyecto,reivindicaciones generales y de las diversidades y también las formas de cómoes el sujeto social y de qué manera ostenta su propia alteridad.