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José Luis López Bulla DEL FORDISMO AL TURBOCAPITALISMO
José Luis López Bulla

Pere Duran Farell 




Se inicia con esta entrada una saga deejercicios de redacción que servirán de base para el debate sobre “La ética delos empresarios y el mundo del trabajo” que tendrá lugar el 15 de febrero conmotivo de la representación de Quitt, los irresponsables están en vías deextinción,  la pieza teatral de Peter Handke en el Lliure de Barcelona.  

Primer tranco

Todos hemos oído hablar del vínculo queestableció Max Weber entre éticacalvinista y ética empresarial.  Lo que no se ha dicho –o al menos yo no lo hesentido--  es que la ética calvinista esincompatible (y represora de la) tolerancia. Los objetivos del empresario (ymás concretamente del capitalismo) fueron expresados sin protocolo alguno porMilton Friedman en su artículo en 1970 en el New York Times Magazine: “obtenerlos mayores beneficios posibles”. Por supuesto, no es la única personalidad queha hablado en esos tonos; lo traemos a colación porque esa literatura apareceen un momento clave: cuando, según las apariencias, el sistema ha perdidomordiente.  Era aquella, todavía, unaépoca de esplendor del fordismo, el sistema empresarial y de vida que connotóprofundamente el siglo XX. Hoy –y para nuestra reflexión de hoy— vale la penadecir que el sistema fordista es ya tendencialmente pura chatarra. Y, en aras ala contundencia, podemos decir que la granempresa fordista ha pasado a mejorvida y, más todavía, ha sido derrotada –o, si lo prefieren, substituida— porlos nuevos capitales especulativos. Ahora bien, esa derrota o substituciónmantiene la tradicional ética empresarial: obtener los mayores beneficiosposibles en esta fase de innovación-reestrcuturación de los grandes capitalesen un mundo global cuyo objetivo, en mi opinión, es la generación de una nuevafase de acumulación capitalista.  

En todo caso sería conveniente observar losprincipales rasgos de la ética de la granempresa, que se han hecho más visiblesen la última fase del fordismo, y que en buena medida se están consolidando enlos tiempos de hoy. De un lado, se ha acentuado el proceso de autolegitimaciónde la empresa y, de otro lado, los capitales se han ido extraterritorializando.En cierto modo ambas cosas han conducido a unos capitales autistas. Esto es, sin ninguna vinculación al territorioy a la sociedad. Lejos están aquellos tiempos en que, por poner un ejemplolocal, la burguesía catalana propició importantes aventuras culturales cuyaexpresión más llamativa fue la construcción del Palau de la Música.

La autolegitimación de la empresa haconducido a la autorreferencialidad. Así pues, su ética no tiene vínculos ycompatibilidades con la sociedad. Ella misma se corona como sistema en unaespecie de Juan Palomo: yo me lo guiso,yo me lo como.  Por lo tanto, desde esaóptica, sobran los poderes y controles que, aunque siempre insuficientes, podríancondicionar y parcialmente interferir a la granempresa. Esta es una primeraconsideración con respecto a la fase anterior, el fordismo. En efecto, a lolargo del pasado siglo, el fordismo se vio abocado a ceder (siempre de malagana y tolerándolo en clave de fastidio) una parte de su hegemonía gracias alas acciones de los movimientos sindicales y de las izquierdas, muy concretamentetras la segunda posguerra.  En esecontexto se produjeron significativas conquistas sociales en derechos (bienes democráticos, en acertada expresión de Gerardo Pisarello) y enespacios de intervención de las izquierdas sociales y políticas con laconstrucción itinerante del Estado del Bienestar (welfare state).

(Continuará en próximos días)

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