Con esta entrada acaba la saga que ha tomado comopretexto la pieza teatral Quitt de Peter Hanke.
Tercer tranco
Salir gradualmente de esta situación es tarearealmente difícil, pero no existe maldición determinista alguna que lo actualse perpetuará por los siglos de los siglos. La ética del turbocapitalismo no esalgo definitivamente dado. La cuestión radica en la voluntad política en salirde esta fase participando en ese itinerario de largo recorrido el mayor númerode coaligados, de buenas compañías en ese viaje. Hay que plantar cara al mundo de las finanzas, “ese sistema que notiene nombre ni cara, no será jamás candidato y no será elegido, y sin embargo,gobierna”, ha dicho François Hollande –no sabemos si desde la ética electoral odesde la ética de esa convicción-- en sureciente mitin en Le Bourget. Es más, ha prometido que para “controlar lasfinanzas” aprobará una nueva ley que obligará a los bancos “a separar susnegocios de especulación y crédito” y “prohibirá pura y simplemente losproductos financieros sin relación con las necesidades de la economía real”. Lanorma establecerá un marco legal para las opciones por acciones y los bonus enlos salarios de los directivos de las compañías financieras. Veamos como quedaeste Juramento de Santa Gadea: tiempo al tiempo. Ahora bien, algo similar, porejemplo, podría acordarse en el próximo congreso del PSOE.
Este no es el momento para situar un proyectoalternativo porque desbordaríamos el carácter de este debate y, sobre todo,porque el tiempo de intervención no lo permite. Pero, a falta de ello, meparece conveniente proponer unos prerrequisitos para encarar con aproximadasolvencia enfrentarse a lo que está sucediendo.
De un lado, estimo que las izquierdas deben abrir unnuevo capítulo y, de otro lado, también los movimientos sociales –empezando porel sindicalismo confederal-- reflexionaratentamente de qué manera encarar la situación.
A mi juicio, las izquierdas políticas deberíanplantearse unos elementos mínimos de visible unidad de acción. No se estáplanteando el desdibujamiento de la identidad de unos y otros, sino simplementela procura de un mínimo común denominador, verificado de tiempo en tiempo. Estoes, saber qué zonas de intersección, por mínimas que sean, comparten. Sin irmás lejos: a) en el terreno de la reforma de la política y su vinculación conla regeneración de la democracia, b) la revaloración social del trabajo. Se trataría de un acercamiento de las izquierdas, enterrando la fatídica sentenciamedieval mors tua vita mea. Que traducido libremente viene a decir: tuderrota es mi triunfo. También, como se ha dicho, es el momento de losmovimientos sociales como elementos de acción colectiva comprometidacotidianamente en la solución de una serie de problemas generales yparticulares. Y, ¿por qué no?, es el momento de discernir hasta qué punto lasizquierdas políticas y los movimientos pueden, a su vez, compartir diversamenteuna serie de planteamientos de regeneración de la democracia.
Desde ahí, me permito indicar, sintéticamente, otroprerrequisito: que todo lo que se mueve en el escenario político y social salgadefinitavemente de su particular autarquía y ensimismamiento en elEstado-nación y ser –programática y organizativamente— sujeto activamenteglobal. La actual personalidad de todo lo que se mueve es tendencialmenteirrelevante para encarar los enormes desafíos de nuestros días.
Como diría aquel, tenemos un problema: elneoliberalismo tiene un proyecto no contingente, sino inmanente mientras quelas izquierdas vamos a salto de mata. Si el sistema-business, según FrançoisHolland, es quien gobierna parece claro que los grandes perjudicados sonquienes no están en la órbita, directamente o como clientes, de esa ética. Lapregunta es: ¿es posible enfrentarse a esa situación en forma de desordenadotropel? Yo creo que no. Es más, yendo en tropel nos alejamos de la afirmación deHandke: los irresponsables están en vías de extinción, y nos acercaríamos desgraciadamentea lo que dijo Federico Caffé, a saber, los irresponsables tienen los sigloscontados.