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José Luis López Bulla POPULISMOS EN EUROPA
José Luis López Bulla


Nota. Nuestro amigo Riccardo Terzi nos envía estetexto en esclusiva para el blog. Se trata de su intervención en el debate sobrelos populismos en Europa en el Forum della rivista de politiche sociali.



RiccardoTerzi


Tengo una cierta desconfianza con la palabra“populismo” porque me parece que está cargada de ambigüedad e indeterminación,y creo que es de escasa utilidad en el análisis de los procesos políticos.  Y, sin embargo, no se puede dejar de hablarde ella, dada la extraordinaria difusión que ha tenido en el debate políticocorriente y en la producción periodística; de modo que se trata en todo caso devalorar su contenido, su significado y sus implicaciones.  En el gran contenidor del populismo se sehacen entrar de nuevo fenómenos políticos muy diferentes, y también opuestosentre sí, por lo que se tiene la impresión de que se trata no de unaexplicación o interpretación de la realidad, sino de un fácil expediente al quese recurre cuando no hay ninguna explicación. Populismo se convierte en todo aquello que se escapa de nuestrascategorías interpretativas, todo lo que desafía nuestra racionalidad e irrumpeen nuestra realidad contemporánea con aquellos rasgos inquietantes de loirracional o subversivo. 

Hay siempre  unaconnotación despreciativa que se acompaña a la definición de un fenómeno comoel populista. En el análisis científico se substituye así el juicioético-moral. El populismo es lo negativo que debe ser combatido, es el subfondode violencia e intolerancia che vuelve a emerger en nuestras sociedadescivilizadas, es la fuerza destructiva de los impulsos primarios que debe estarbajo el control de la razón. Por otra parte, cualquier definición del populismoimplica como introducción un reconocimiento del concepto “pueblo”, aunque aquínos encontramos en el universo de una pluralidad de significados einterpretaciones.

En primer lugar está el modelo de la democraciapleibiscitaria: en ella el pueblo se reconoce en su líder, sin mediaciones, sininstituciones intermedias, con una relación directa, con una investidura deconfianza total que no soporta límites, reglas y garantías. En este modelo elprotagonista no es el pueblo sino exclusivamente el jefe carismático en el queel pueblo se abandona. Más que populismo se trata de liderismo, depersonalización de la política, de autoritarismo, porque todo el sistemapolítico debe estar en función del ejercicio concentrado del poder sin losobstáculos y los retrasos de los procedimientos democráticos. En esta lógica,el obstáculo a abatir es todo el aparato de las instituciones de mediación ygarantía para que resplandezca la figura del líder con toda su potencia, elúnico que está unido al pueblo en una simbiosis de tipo místico. Los ejemplosque ilustran esta situación son múltiples y recurrentes.  

Berlusconi, en Italia, intentó adoptar este modelo,pero eso se ha dado más en las intenciones y declaraciones verbales que en loshechos reales porque los contrapesos institucionales han continuando, bien omal, funcionando. Sin embargo, no se trata de una innovación porque la historiaha estado repetidamente atravesada por experimentos de tipo autoritario yporque, también en nuestro mundo civilizado está la tendencia a laconcentración y a la degeneración del poder, por lo que la obligación de lasconstituciones es construir un eficaz sistema de defensa. El berlusconismo noes más que un episorio de esta perenne dialéctica de la historia. Así pues,bajo este perfil no ha ocurrido nada nuevo, y el concepto de populismo no tieneotro valor más que el de registrar nuevamente hasta qué punto el mecanismoautoritario aparece siempre tras la retórica del pueblo.  Si hay un líder, un jefe, es porque el pueblolo corona. Y el proceso siempre es ambivalente con una mezcla de poderarbitrario y consenso, de constricción y adhesión. Lo nuevo es la aparición deesta ideología autoritaria del poder en el corazón de Europa que parecía estarinmunizada de estas tentaciones. Pero Europa es ya un campo de batalla dondetodo puede suceder.

En la democracia autoritaria el pueblo sólo existecomo fuerza pasiva, como multitud indiferenciada, incapaz de una propiainiciativa, ý la política se reduce al mecanismo de identificación con lafigura del líder. Naturalmente existen en la realidad diversos posibles gradosde este fenómeno, así como puede ser extremadamente diferenciado el concretocontenido social de dicho modelo, que no es de por sí ni de derechas ni deizquierdas, sino solamente la dilatación extrema de la discrecionalidad delpoder independientemente de su proyecto político.  Pero el resultado es, en todo caso, lapasividad de las masas, la negación de cualquier autonomía de la sociedadcivil, ya que todo el poder de decisión está concentrado en un sólo punto, ytoda la veleidad de autonomía asume un carácter subversivo.

El uso moderno de los medios de comunicación y de supotencia manipuladora introduce una variante que tiene sólo el valor depotenciar los instrumentos de control de la opinión pública sin determinar uncambio de la estructura de fondo del poder. Lo que cambia es sólo ladisponibilidad de los instrumentos más penetrantes que siempre están puestos alservicio del poder, pero ahora esta situación se está modificando en parte conel paso de la televisión a las redes de Internet que es, por su naturaleza,abierta a una pluralidad de sujetos y ofrece un cuadro de informacinesextremadamente vasto y diferenciado con escasas posibilidades de ser controladopreventivamente. Por ello no comparto el énfasis en la llamada democraciamediática o en la telecracia, porque en estas teorías se cambia la causa por elefecto.  No son los medios el lugar delpoder, ellos son sólo  un instrumento,cuyo uso y efectos son dependientes de la estructura del poder: autoritarios siel poder es autoritario, abiertos y plurales si el poder está organizado sobrebases democráticas. 

Una segunda tipología del populismo se encuentra entodas aquellas representaciones políticas e ideológicas que conciben el pueblocomo el único depositario de los valores positivos, como el custodio de latradición, la sabiduría original, la identidad profunda de la nación enoposición a las élites, oligarquías, la casta de los políticos e intelectuales.En este caso, el uso del término populismo aparece como más apropiado porquesobre el pueblo recae el acento, siendo su ser el depositario de todo quemerece ser salvaguardado.  Pero, ¿en estasegunda acepción qué es el pueblo? Sólo es un concepto abstracto, ideológicoque prescinde de sus articulaciones internas, del pluralismo de sus intereses yde sus culturas, es la idealización de una comunidad originaria a la que sedebe defender de todas las contaminaciones, de todo aquello que desde elexterior se la puede envenenar. 

En el caso de la Lega Nord, en Ialia como en otros muchosanálogos movimientos xenófobos europeos, el cemento que contiene es elfundamentalismo étnico, la idea de una comunidad cerrada, centrada en sí mismaque no admite ninguna interferencia del exterior, ninguna autoridad ni ningunaregulación de orden superior.  Se tratade un intento desesperado de resistencia y autodefensa frente al proceso deglobalización que hace saltar todos los confines tradicionales y pone enmovimiento una gigantesca mezcla de poderes, culturas y formas de vida. 

El problema del nuevo orden mundial, que se debeconstruir, de la relación entre lo global y lo local, entre lo que es común ydebe permanecer distinto y autónomo es un problema real de grandisimo alcance. Peroes poco realista y regresiva la respuesta de estos movimientos comunitarios quetienden sólo a construir barreras, clausuras e intolerancias allí donde setrata, por el contrario, de dar una forma democrática y abierta a nuestraconvivencia.

El resultado de esta operación tiene inevitablementeun carácter autoritario ya que la comunidad es un todo indiferenciado que noreconoce ninguna dialéctica interna, reproduciéndose así la delegación en unjefe carismátivco para que sea el exclusivo garante de la comunidad.  Por ello se hace posible una convergenciaentre las dos formas políticas que, hasta aquí, hemos analizado entre el modeloplebiscitario y el comunitario, ya que ambos se injertan en una raíz común: enla crisis de la democracia política y en su estructura social individualizada.El mecanismo es el mismo: una masa atomizada y dispersa que encuentra su unidadaparente en una forma externa, en una autoridad, en un mito.  Y cuando estas dos tendencia consiguen darvida a un bloque conservadofr se producen profundos efectos devastantes ya seaora en el ordinamiento democrático ora en la consciencia colectiva del país. Es lo que ha ocurrido en Italia en losúltimos años. El fundamento de todas estas formas es la fragilidad individualen la época del individualismo difuso. Es una dialéctica que merece serestudiada atentamente y que se refiere toda la relación entre lo individual ylo colectivo. 

El yo sólo se realiza en la relación con elotro, y tiene necesidad de un nosotros en el que pueda reconocerse.Sucede, así en los casos que hemos considerado hasta ahora, que elindividualismo zozobra en su negación ya que confía en la figura carismáticadel jefe o en el mito de la comunidad étnica.  El nosotros,en este caso, no viene dado de una efectiva relación interpersonal sino de unaproyección imaginaria, por un mito que subre en apariiencia la soledadimpotente de la vida individual. En la fijación al mito se encuentra unsentido, una identidad aparente dentro de una representación de la realidad detipo conflictual donde se encuentra la amenaza de un enemigo que estructura laexistencia, un enemigo que puede tomar las formas más diversas (los poderesfuertes, los inmigrados, la burocracia, la magistratura, el fantasma delcomunismo) y, en todo caso, es el deseo de un objetivo en el que descargar todala agresividad de las pulsiones insatisfechas. Es el antiguo mecanismo delchivo expiatorio, me diante el cual se reconstruye el orden de la comunidad,según el estudio profundo de RenéGirard, que ha observado la últimaconexión entra la violencia y lo sagrado.  

Cuandose abaten sobre nuestras sociedades el viento de la crisis, la incertidumbre yla precaridad vuelven a tomar fuerza los antiguos rituales del sacrificio y sefabrica, así, la imagen de un enemigo, tanto si es real como imaginario. Y,como siempre ha sucedido, la violencia se desencadena sobre el objetivo másfácil y más débil.  Es lo que estátomando forma en Europa: la caza del extranjero, del musulmán, el enemigo queacecha nuestras tradiciones, nuestras raíces cristianas. Lo sagrado y laviolencia vuelven a unirse.  Esfinalmente un caso muy diferente de los que hemos analizado hasta ahora y estárepresentado por aquellos movimientos de autonomía de la sociedad civil que secontraponen a la política institucionalizados y al sistema de partidos. Es todoun archipiélago de movimientos y asociaciones que encuentran en la red suprincipal instrumento de comunicación y organización, dando lugar también aalgunas movilizaciones de masas así en Italia como en otros países. El perfilpuede ser más o menos radical, pero en el fondo siempre está la idea de quesólo un movimiento de abajo, de auto organización social puede dar unarespuesta a los problemas actuales del mundo globalizado, mientras la políticatradicional, de derechos o de izquierdas, está empantanada y comprometida, esuna pelota en nuestro tejado de la que debemos liberarnos. Tiene algo en comúncon los populismos que hemos descrito ya que también en este caso el objetivopolémico es todo el sistema institucional de la democracia representativa. Sinembargo, es de signo opueta el proceso cultural y psicológico de estosmovimientos porque aquí estamos en presencia de un individualismo seguro de símismo, frecuentemente agresivo que no admite delegación. Que no reconoceautoridad y que no se refugia en el mito sino en su ilimitada autonomía.  Es un fenómeno que tiene, hoy por hoy, unalcance limitado y, sobre todo, una tendencia fluctuante sin continuidad y carente de sólidas bases organizativas. Elreferente social es el de los estratos más desarraigados y aculturalizados, eslo que se ha definido como “la capa media reflexiva”, que tiene una vocacióncosmopolita y una mirada abierta al mundo sin tener raíz alguna en ningunaidentidad territorial concreta. Las afinidades son más aparentes que reales:son diversos los sujetos y diverso es sobre todo el universo cultural dereferencia.   Pero es también un signoimportante del estado de sufrimiento en el que se encuentran nuestrasdemocracias, y quizá se encuentra aquí el lado más problemático de la situaciónque no puede ser encarado con una sumaria liquidación moralista. En este casono se trata del retraso de un pueblo inmaduro, prisionero de sus impulsosprimitivos y de sus mitos: es, más bien, la reclamación totalmente insatisfechade una cualidad política diversa, y este fenómeno se manifiesta ante todo enlas jóvenes generaciones cada vez más intolerantes  hacia los rituales de una políticaparalizante, hecha a golpe de retórica y sin soluciones concretas.  Puede ser alarmante el recelo antipolíticoque se manifiesta en algunos caos; puede ser inquietante el crédito totalmenteinmerecido de algunos personajes demasiado discutibles que se proponen como losmoralizadores del sisetma. Pero aquí estamos ante un mundo real que nom puedeser disuelto con la letanía de las buenas intenciones.   

Comopuede verse, el abanico del llamado populismo es extremadamente variado, y eslegítimo preguntarse se tiene sentido usar la palabra para fenómenos tan diferentes.  Sería útil una definición más selectiva. Demanera que debemos volver al significado de la palabra “pueblo”. Populismo noes cualquier idea que se refiere al pueblo sino la concepción que ve al pueblocomo una unidad, como un todo indiferenciado, que es el depositario de losvalores de la tradición, como raíz de nuestra identidad. En este sentido, estarepresentación se contrapone a todo lo que divide la unidad mística del pueblo:las clases sociales, los partidos, las diversas ideologías. Esta sería unadefinición más selectiva.  Así quedebemos volver al significado de populismo y a la negación del pluralismo, dela dialéctica, del conflicto en nombre de una identidad originaria, de unapertenencia a la comunidad en la que cada cual tiene su papel prefijado,precisamente porque se trata sólo de conservar el  orden constituido. Se trata de la estabilidady el orden contra la fuerza disgregante de las facciones de partido y elprincipio de autoridad, contra la disolución de las libertades individuales yel dominio de la moral oficial, contrfa toda forma de herejía y desviación.  El concepto de pueblo queda así distorsionado,y pierde toda la concreción de sus articulaciones internas. Deja de ser unaestructura sociológica abierta, suceptible de las combinaciones más diferentespara convertirse en el objeto de una devoción, de una unión mística.   Queda sólo la pertenencia, esto es, el estaranclado a un dado objetivo, natural en el que se disuelve  toda capacidad de elección autónoma. 

Siusamos este criterio interpretativo el campo del populismo queda rigurosamentecircunscrito, y en Italia sólo la Lega –aunque parcialmente— se corresponde a esta definicióncon la variante decisiva del cambio del culto comunitario de la dimensiónnacional a la local, con la invención del mito de la Padania.  Pero, en realidad, también la Lega es un universo másmovido y variado, con fuertes contradicciones internas como lo demuestran losrecientes acontecimientos políticos, pudiendo mantener su fuerza expansiva sólosi consigue desprenderse de  susorígenes, desarrollando una política más dinámica   y representar una mayor demanda social, noencerrándose en el localismo angosto y primitivo de los valles alpinos.  Pero lo que importa, más allá delacademicismo, es es comprender el sentido general del proceso histórico encurso, y así podremos ver cómo la nebulosa del populismo, en sus más variadassignificaciones, es sin embargo representativa de un cambio real que estáatravesando nuestras sociedades más desarrolladas. No se trata sólo deideología, de formas de consciencia, sino de algo que encuentra su fundamento yrazón de ser en la realidad. 

Hayque partir del hecho que representa la creciente fragmentación social, tendentea disolver las tradicionales identidades colectivas, los bloques sociales, laspertenencias de clase para dar lugar a una estructura cada vez más fluida eindefinida en sus contornos. En ese proceso se arruina la relación enrte loindividual y lo colectivo, entre el yoy el nosotros,  y la sociedad entera se configura como unaretícula estrechamente complicada de relaciones individuales sin un centrocoordinador, sin una estructura consolidada. Sobre ese proceso se inserta laideología neoliberal que reasume en la famosa afirmación de la señora Thatcher:no existe la sociedad sólo existen los individuos. Hoy, todos los fenómenosaludidos son el reflejo de este proceso social y diversos son los recorridosposibles sobre los que puede encaminarse una sociedad individualizada. 

Enconclusión, el análisis del populismo se conecta a la estructura social y a sustransformaciones, confirmándose la tesis que considera la ideología comoexpresión de una concreta configuración histórico-social, y es sólo en estenivel que podemos determinar los cambios que invierten también las formas de laconsciencia colectiva. Por eso me deja totalmente insatisfecho el modo la formacomo se trata este problema ya que no se ve nunca el nexo entre la realidad yla representación. 

Lasdiversas ideologías que hemos considerado (el mito del líder, el mito de lacomunidad,  la idealización de lasociedad civil) no son más que el velo, la apariencia; y dentro de ese velo setrata  de comprender la realidad efectivade una estructura social que ha perdido su equilibrio, su cohesión, y queincluso por ello tiende a refugiarse en lo imaginario.  Si es así, lo que tiende a llamarse populismono es una desviación sino el modo de ser y de auto representarse la sociedadactual; es el efecto de un cambio histórico que está en curso, no valiendo paranada las prédicas moralisrtas, las retóricas que se deslizan sobre la realidadsin conseguir modificarla.

Tomemosel caqso de la Lega Nord:un movimiento regresivo, tosco, antinacional. Sin embargo es totalmenteilusorio pensar que se puede contrarresta con el énfasis patriótico de launidad nacional; así como es un intento poco realista y ridículo limar lasasperezas, absorver el potencial subversivo en una visión más equilibrada,proponiendo una especie de leghismotemperado, que tiene sólo el efecto de una cesión en el terreno de los valoresy los principios.  Es preciso combatirlo,pero no en abstracto; no con el mundo metafísico de las ideas sino con lamaterialidad concreta de los procesos sociales.

Por suparte, este proceso no es más que el producto de las opciones políticas, lasorientaciones culturales, del salto de la hegemonía que se ha completado con laprimacía del pensamiento liberal.  La“sociedad líquida”, de la que habla Bauman, no es un destino, no es la formainevitable del mundo contemporáneo en esta época de la globalización. Es sóloel resultado de las relaciones de fuerza y de poder que se han determinado. Lasvariadas interpretaciones sociológicas captan sólo los efectos del proceso encurso y no abordan  las causas con lo queel problema acaba siendo sólo cómo hay que convivir con las actualescondiciones de incertidumbre y precariedad. En todo caso, es necesario ver –sinilusiones consolatorias--  el curso realde las cosas, el proceso que está en movimiento y la existencia de potentesfuerzas objetivas que trabajan por una progresiva disolución del tejido social.

Estees el campo en el que nos encontramos para intervenir. Lo urgente que tenemosque afrontar es la reconstrucción de todo el tejido de la representación socialque, en estos años, se ha deteriorado y deshilachado gravemente; que ha dejadoteritorios enteros sin representación, sin identidad y, por ello, permeables alas ideologías individualistas y a las sugestiones autoritarias.

Sin untrabajo en profundidad en el campo social –en sus contradicciones yconflictos--, sin un programa sistemático que dé voz y organización a lamultitud dispersa que se encuentra hoy como enfermera de los acontecimientos,sin poder reconocerse en ningún proyecto de cambio; sin una política que vuelvaa poner en el centro la condición social de las personas, nos encontraremosfrente a un destino ya escrito ya que una sociedad sin representación estotalmente incompatible con la democracia organizada.  Y, por otra parte, incluso por efecto deestos procesos sociales, la crisis de la democracia es un dato real que debeser encarado abiertamente. 

¿Quérelación hay, ahora, entre el pueblo y la soberanía? ¿Ante quién responden losefectivos centros de decisión? No es sorprendente el resurgir de las pulsionesautoritarias; no deja de tener fundamento la difusión de la antipolítica, delrecelo contra el sistema de partidos porque, efectivamente, aquí se ha abiertouna gravísima fractura, y la democracia real peligra apareciendo como un asuntode las oligarquías, como un juego trucado sobre el que nuestra posibilidad deincidencia es casi nulo. Los dos procesos se alimentan el uno al otro: por unlado,  la ruptura de los lazos sociales,de las identidades colectivas y, por el otro, la involución de lasinstituciones democráticas. 

Es unacrisis de sistema que debe ser afrontado en su globalidad. El populismo es sólouno de los efectos secundarios de esta situación, el signo de la desbandado enque nos encontramos, el termómetro que registra nuestro estado febril. Pero essobre las causas sobre las que debemos intervenir.  Este es el trabajo largo y fatigoso que laizquierda debe comenzar a poner en marcha. Pero si quiere correr tras lasmariposas de lo post-moderno, de lo post-ideológico; si no sabe o no quierehacer su cometido, entonces se convierte totalmente en superflua, y serájustamente sometida a la lógica sin piedad de las relaciones de fuerzareales.   

Laactual situación política, con la formación del gobierno Monti, puede tenerparadójicamente un efecto providencial, porque finalmente han salido de laescena, al menos por ahora, las retóricas y las demagogias, las contorsiones deun bipolarismo destartalado, abriendo con toda su crudeza el vacío de lapolítica y la necesidad de volverlo a llenar con contenidos y proyectos. Eneste sentido, puede tener voz sólo quien disponga de ideas y propuestasconcretas. Vale por todos: para los partidos y para las organizacionessociales.

Ya nohay para nadie posiciones ventajosas, representaciones preconstituidas porquetodo está en discusión. Y al vez pueda ocurrir con una discusión más compacta yargumentada, más atenta a los contenidos incluso las sugestiones del populismopierdan su fuerza, su peso en la consciencia colectiva.  En todo caso, el pasaje de Berlusconi a Monties el tránsito del embrollo mediático a la sobriedad de los contenidos. Puedeser la ocasión paa poner la política con los pies en el suelo. Pero el tiempopara esta operación  de verdad ybonificación del discurso público es bastante estrecho y nada nos garantiza deun posible retorno, incluso más amenazante, de la oleada autoritaria en el quepueda romperse nuestro equilibrio democrático. Si fallara otra vez, elcontragolpe podría ser devastador. Sería mucho compartir el análisis y concordarcon las preguntas; si éstas son justas se puede esperar que lleguen también lasrespuestas.    


Forum della rivista delle politiche sociali, Roma 24de Noviembre de 2011.
Versión castellana: Escuela de Traductores deParapanda.

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