Mariano Termidor ha cambiado las reglas del juego yel campo de juego de manera unilateral. Seha consumado la contrarreforma laboral más agresiva desde 1977, justamente laque querían los hombres de Lehman Brothers en España, la que venía exigiendodesde hace años el Círculo de Empresarios con Claudio Boada a la cabeza (1). Entodo caso alerto: tampoco colmará los deseos de los poderes salvajes que, enmenos que canta un gallo, volverán a insistir en la copla de “¡más madera!”.
La intención de esta guillotina tiene dos carasinseparables: una, la desforestación de derechos y la eliminación deinstrumentos; otra, la marcha hacia una democracia autoritaria, donde losderechos sociales, cada vez más pálidos, serían un perifollo para no dar quehablar más de lo necesario. Unos derechos sociales que, así las cosas, seconciben como límites imsoportables del poder empresarial y no como substanciade la democracia.
A estas alturas, el poder negocial del sindicalismoya no era tolerable, precisamente porque, a pesar de sus limitaciones, interferíaen la discrecionalidad de la ultraderecha económica y de la políticatermidoriana. En esa tesitura era preciso arruinar los instrumentos de laconcertación social y el carácter del convenio sectorial. Es la democracia queimpone, no aquella que delibera, y por eso es autoritaria. Que se impone pro domo business hacia un estadobenefactor empresarial. Así pues, se ha abierto algo más que una cesura con lademocracia liberal. Lo que se ha abierto, tiempo hace, es un proceso "deconstituyente" (según la expresión de Luigi Ferrajoli) de vaciamiento de la democracia política (2).
Voces autorizadas dirán qué es menester poner enmarcha para contrarrestar este tornado. A mi juicio lo más urgente de larespuesta es la vertebración de un potente movimiento unitario, social y político,capaz de evitar la consolidación de este desmán antidemocrático.
(2) Luigi Ferrajoli. Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional (Trotta, 2011)
