Antonio Moreno, jefe superior de la policía del PaísValencià, ha declarado que los estudiantes que se manifestaban son “elenemigo”. Por eso, en esa lógica, las fuerzas del orden público actuaron de unamanera tan salvaje. Es de suponer que ese Moreno conoce el valor de laspalabras y los conceptos que designan: no se pone en manos de un indocumentadouna responsabilidad de ese calibre. Digamos, pues, que no se trata de undesliz, ni de un calentón. De manera que vale la pena hacer una reflexión entorno al tal Moreno y algunas cosas más.
Me pregunto: ¿qué formación constitucional se da enlas escuelas de la policía? Porque salta a la vista que quienes ejercen elderecho democrático de manifestarse no son “el enemigo”. Lo digo porque el talMoreno no parece que, por su edad, se haya formado en las escuelas de lapolicía en tiempos de la dictadura. Así pues, parece elemental que las fuerzaspolíticas –y la sociedad civil organizada-- reclamen una investigación a fondo sobre losplanes y los contenidos de estudio que se imparten en tales escuelas y centrosde formación. Por supuesto, reclamar el cese inmediato de dicho personaje es unimperativo democrático: un deber serdemocrático. Esa declaración de guerra es la expresión –digámoslo sin tapujos—fascismo aflorado. Hasta donde sabemos, expresiones como las de ese Moreno,sólo se han jaleado en Italia cuando era gobernada por Berlusconi, “el demagogooligárquico” (1).
La pregunta dedónde ha salido ese Moreno es, pues, pertinente. Y, tres cuartos de lo mismo, vale inquirir siestá sólo en esa concepción, si forma parte de algún sustrato policialinsconstitucional (o contraconstitucional) submergido o parcialmente aflorado.La cosa no es baladí porque hasta ahora no se ha sido lo suficientementecontundente con que en los alrededores de la corrupción, lo peor es laarbitrariedad de aquellos altos funcionarios que toman decisiones arbitrarias.
Digamos, por lo tanto, que las palabras de eseMoreno atentan –no ya a la calidad de la democracia, que también-- sino al carácter mismo, fundante, de lademocracia. Y por ahí no debe darse ningún cuartelillo.
(1) Véase Michelangelo Bovero, Contro il geverno deipeggiori, Laterza (2000).
