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José Luis López Bulla CUANDO LA POLÍTICA ES UN MAL TEATRO
José Luis López Bulla


Estamosasistiendo día a día a la representación de una mala obra de teatro yobligados, además, a permanecer sentados y atentos a la birriosa, vergonzante eirresponsable representación.

Me refiero,claro está, a esa especie de sainete en versión porno duro (por la simpleza dela cosa) que el mal gobierno catalán de CIU ha establecido o ha sido obligado aestablecer con el tercer, con perdón, miembro del tripartito de derechas, elsubyacente PP de Catalunya (nombre basado en un oximoron evidente).

Losautores, que son multitud, de ahí probablemente la bajísima calidad del guión,nos ofrecen acto tras acto una repetición de los culebrones que por la TV nos adormecen por las tardes de frío. Hoy uno es el buenoy el otro el malo, pero mañana será al revés, hoy me engañas tú, pero mañanayo, hoy yo hago ver que cedo, mañana tú harás ver que te he vencido, y así todala obra.

No es queno sea interesante esperar cómo termina el conflicto entre dos (tres) organizacionesde base ideológica coincidente (sobre todo ahora), pero de estridentes banderascontrarias, dos nacionalismos de boquilla. Pero a pesar de ese interés, laduración de la obra genera en los sufridores espectadores algo más queaburrimiento, vergüenza.

Todo esoacontece no durante el festejo de carnaval, o el día del tío Pep en Valencia,en medio de la charanga, el cachondeo general. Todo eso ocurre en un país engravísimas circunstancias económicas, sociales y políticas y en trance deruptura con un sistema democrático basado en el acuerdo, el pacto y el modelode costes y beneficios a reparto más o menos equitativo.

Si esosdos, que son tres, son capaces de tamaña desvergüenza, comportándose comoenergúmenos mentirosos, ¿que nos depara el inmediato futuro?

A medidaque la crisis se ha endurecido, al paso de una política económica fatalmenteerrónea, con una tozudez de aplicación que no desmerecería al burro català, la falta de sensibilidad,de humanidad y de todos aquellos componentes positivos del ser humano ypolítico se hacen día a día más que evidentes.

El gobiernocatalán de izquierdas, tratado como si fuera un despojo durante sus siete añosde actuación, nunca llegó a los límites en hoy nos movemos y eso utilizando lavara de medir que los medios del poder económico aplicaron. No tenemos gobiernode los mejores, no tenemos ni siquiera un gobierno. Tenemos unos trileros delas ramblas instalados en la Plaza de Sant Jaume, mientras la realidad cae a trozos.

No escreíble un acuerdo entre CIU i el PP en los términos en que el PP se comporta,pero CIU prefiere ese mal socio por dos razones que nada convienen al propiopaís, la primera es la recuperación y permanecía en el poder. El verdaderoobjetivo de siempre de CIU. CIU nunca ha gobernado de verdad, sino que hacreado una estructura política basada en el caciquismo social y territorialpara su propia permanencia y aprovechamiento. El segundo motivo es que siguepesando más la ideología derechista, cada vez más decantada hacia su extremo,que la hipotética creencia en una Catalunya independiente o de crecienteautonomía. El pacto fiscal, un elemento puramente electoral a sabiendas se iráreduciendo a mediada que pase el tiempo a algunos millones de euros más (queobviamente no vamos a rechazar), pero para eso no hacía ninguna falta tamañogasto de saliva y papel, así como de ánimo nacional o cultural.

Hoy día,CIU está tan supeditada a la acción combinada del PP en Madrid y en Barcelonaque se va pareciendo cada vez más a una marioneta afónica y esclerótica. Porsuerte para ella delante hay poca cosa, dado que dos de los tres partidos deizquierda sufren el síndrome del perdido en el desierto.

Las cosasestán llegando a un punto que incluso elementos fundamentales de la esencianacionalista de CIU pueden pasar a mejor vida por la presión pepera, la lengua,la escuela, la cultura (en su versión más elemental, puesto que la cultura conmayúscula ya ha sido cedida).

Me gustaríapoder asistir, antes de mi entierro, a una sesión del Parlament en donde sellegara a las manos, es un decir. En donde se hablará claro y con lacontundencia necesaria para hacer desaparecer esa falsa tranquilidad o seny con que el Parlament vive o vegeta.

De la calleya se encargaran otros.

LluisCasas, agitador compulsivo.



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