El cardenal Rouco Varela ha mostrado sudisconformidad con la declaración conjunta de la HOAC y JOC donde analizan la llamada reformalaboral o la reforma contralaboral (que de ambos modos debe y puede decirse). Roucoestá en su derecho de opinar lo que estime conveniente. Lo dudoso (por decirloeducadamente) es que esa opinión sea coincidente con el Sermón de la Montaña, una de lasdeclaraciones más importantes y luminosas del mundo de los creyentes. Meimagino al Nazareno mesándose las barbas ante el administrativismo de Rouco.
Nótese, por otra parte, que Rouco no entra en elfondo de la cuestión. Lo suyo es un vaderetro en toda la regla. Y, así lascosas, no sería de extrañar que el contenido de la contra reforma laboral leimportara una oblea al purpurado. De manera que sus dardos no iríanexpresamente en esa dirección sino en sofocar el espíritu razonadamente críticode la HOAC y la JOC. Estas organizaciones, en esa tesitura,no deben pensar con su propia cabeza sino con el diktat de la Jerarquía y sus altos funcionarios. No pueden, por eso, talesmovimientos estar fuera de la disciplina administrativa que impone elpurpurado. Y para que no haya equívocos se manda una nota indisimuladamente autoritariapara dejar claro quién lleva los pantalones en toda la materia ya sea laica osagrada. Una declaración que, a buenseguro, habrá abochornado a más de un sacerdote y sacristán, a más de unmonaguillo y seminarista. El resto –ya sea beaterio o beaterío— está a lo quele eche el mentado Rouco.
Nuestradiócesis no se identifica con el contenido de dicho documento [de Hoac y Joc], ni se hace responsable del mismo,considerando improcedente su difusión. En las vicarías territoriales [estanota] debe enviarse a los arciprestes ala mayor brevedad posible, a fin de que éstos la envíen a las parroquias ylugares de culto de su respectivo arciprestazgo, dice desde la confortablesede del mitrado. Fíjese quien lea lanota que tampoco se explican las razones de por qué se considera “improcedente”el texto.
Finalmente, no me resisto a contar lo que unaseñorona santaferina decía cuando yo fumaba cigarrilos de matalúva: “Menos malque tenemos a la Iglesiaque nos defiende de los Evangelios”. Eso era lucidez y claridad.
