Lo que está sucediendo en Europa va más allá de losdurísimos recortes y cancelación de esos bienes democráticos que son losderechos sociales. Cierto, esto último es lo más terrible para la condiciónhumana. Pero, como se ha dicho arriba, las cosas van más lejos. Se estáorganizando el tránsito del Estado social al del Estado-mercado. Del Estado debienestar al welfare business. Lo quesupone, claro está, un drástico y rápido cambio de metabolismo de lasdemocracias liberales. De un lado, se sustraen las decisiones políticas másimportantes a los procesos democráticos; de otro lado, tales decisiones setoman en reducidos centros de poder, alejados y, por lo general, contrarias alos intereses de la mayoría de la población.
Así las cosas, no puede haber separación entre laacción colectiva contra los recortes y las de exigencia del Estado social y,concretamente, de la democracia. No se trata de una vuelta al liberalismo. Esotra cosa, que ya está dibujando un perfil extremadamente autoritario. Lo ha expresadode manera contundente el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, cuando ha afirmado de manerataxativa que “el Estado social ha muerto”. En realidad lo que este caballeroquería decir es que están matando el Estado social pro domo mercato. Así pues, no hace falta ser un lince para acordarcon Baylos que el objetivo ese tránsito no es solucionar la crisis sino acabarcon el modelo social europeo y, de paso, desforestar los árboles del bosque dela democracia (1). Concretamente, es la ruptura del pacto welfariano que, contanta lucidez, ha denunciado Miquel Falguera repetidamente en este mismo blog. La expresión más directa de esta operación (yla que está más cerca de nosotros) es la contra reforma laboral. De ahí lanecesidad de encontrar más aliados (aunque sean realquilados) en el complejoitinerario que tenemos por delante.
Desde luego, de esta situación no se sale con lapersonalidad actual de los sujetos que –con desigual énfasis— se oponen a esteestado de cosas. Que los principales agredidos son los de abajo y los más de abajo todavía, es cosasabida. Pero no parece, al menos conclaridad, que las izquierdas políticas sean plenamente conscientes de lo que seles viene encima: el limbo de una testimonial representación camino de su extrañamientohacia una tierra de nadie. La izquierda cuantitativamente mayoritaria no puedeesperar que la otra siga siendo sólo un importante testimonio moral, y ésta nodebe aguardar el derrumbe de la primera. A ambas les sucedería lo mismo que alasno de Buridán.
El sindicalismo confederal está dando muestras deuna enorme entereza. Pero es preciso acabar con la siguiente situación: laizquierda mayoritaria no enlaza lo suficiente con las aspiraciones sindicales yla otra izquierda da la impresión que levigila no acabando de entender qué están haciendo los sindicatos. Precisamenteen estos momentos en que están el punto de mira de la artillería pesada. Porotra parte, ese largo recorrido que se nos avecina plantea al sindicalismonuevos desafíos.
Uno de ellos, ya lo he comentado en otras ocasiones,es el que se refiere a la cuestión unitaria. La verdad es que no parece lógicoque, en el gran espacio global y en el europeo, tanto Comisiones como Ugt esténen la misma casa, pero no así en España. ¿Qué lógica es esa? Quien tengaargumentos sólidos le agradecería que me los dijera. Pero quien disponga derazones líquidas es mejor que se calle, incluso delante de su abogado.
De momento, empero, gritemos hoy y el domingo: delenda est Cartago; perdón: delenda est la reforma laboral.