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José Luis López Bulla ALGUNAS COSILLAS DE LA FUNCIÓN PÚBLICA
José Luis López Bulla



Lluis Casas


Variasveces les he comentado, como de pasada, mi situación laboral dado que es untanto peculiar: soy funcionario, alto cargo en los dos gobiernos de izquierdaen Catalunya y ahora me encuentro recluido (por razones de simple represaliapolítica) en un despacho compartido de 12 metros cuadrados,sin luz natural, ni trabajo asignado. Eso si, cobro regularmente una cifra noprecisamente menor en razón a mi larga trayectoria de trabajo y gracias a lasleyes protectoras (de momento) frente a la arbitrariedad política (también paraeso existe la ley de la función pública). He reducido mi jornada laboral yestoy pendiente de la tramitación de mi jubilación de forma casi inmediata. Noera esa mi intención, puesto que me siento competente y satisfecho con eltrabajo público, pero dado lo que hay, he decidido dedicarme a otros asuntos noremunerados y dependientes de mi santa voluntad: una de ellas sería dirigir eldepartamento de prospectiva económica de este blog, Metiendo bulla.

¿Por quéles explico esto? Simplemente porque no soy el único implicado en este tipo detratamiento. En un principio, los propietarios genéticos de la Generalitat al recuperarla de las hordas bárbarasque lo habían ocupado durante siete largos años, pretendieron expulsar pordecreto a todo quisque que oliera a izquierda, sobre todo si el olor eraverdadero. En otros casos, con olores más sutiles, ustedes ya me entienden, lareacción fundamentalista fue mucho más matizada, tanto que un alto porcentajepensó que nada cambiaria (un error fatal). En fin, que para ahorrar en recortesnos tienen mano sobre mano esperando que unos se desintegren mentalmente, aotros les caiga una viga en la cabeza y a los restantes nos llegue elbeneplácito de la jubilación o un trabajo (obviamente caído del cielo) que nospermita solicitar la baja. Un trabajo fino. Es de agradecer que no hayanimplicado a alguna mafia local para el simple exterminio. Debe ser su parte dealma (demo)cristiana.

Algunospensaran que en realidad tengo un chollo. Cobrar sin trabajar. Aunque yo matizoque sigo levantándome a las seis y media, entrando en el despacho antes de lasocho y volviendo a buen recaudo con las 37 horas y media consabidas a laespalda.

Las normasque se aplican a los funcionarios públicos resultan a la vista de esta actitudde represalia perfectamente comprensibles. Un funcionario público, al margen desu constitucional opinión y organización política, si la hay, es funcionariopúblico a todos los efectos sea quien sea el que encabece el gobierno. Tanto enla Generalitat,en un ayuntamiento o en cualquier otro centro público.

Laalternativa a esa “protección anti ideológica” es la vuelta a los viejostiempos de liberales y conservadores, cuando un cambio de gobierno comportabala substitución incluso de los conserjes. El trabajo público (les estoyhablando no de servicios públicos directos a los ciudadanos como la salud) esuna especialidad profesional tan específica que difícilmente es adaptable alorden privado. Esa es otra motivación para que el cambio en los gobiernos, enlas mayorías parlamentarias o de plenarios municipales, no comporten un vaciadode las organizaciones. Se entiende que dentro de las normas constitucionales yel resto de la legislación democrática, la ideología individual del funcionarioo del trabajador público sólo debe valorarse por su dedicación, eficiencia ycapacidad. Esas sí deben controlarse y comprobarse.

Que no hayanadie que piense que esa garantista norma protectora es una inutilidad. Enabsoluto. Después de muchos años (aquello de la experiencia) y de haber pasadovoluntariamente por múltiples administraciones, puedo valorar el coste de loscambios por simples motivos de “confianza”. Eufemismo que oculta el desprecio ala ley y la presencia del amiguismo tan clásico en el Mediterráneo. Ese costepude ser menudo, pero en realidad casi siempre es elevado. Desconocer losprocedimientos, ignorar el carácter de la institución, no estar al tanto de lascaracterísticas de cada servicio, la cercanía a los intereses privados, lainexperiencia de una organización técnico-política y un largo etcétera cuestana los ciudadanos, tanto como a los usuarios de un servicio público (o comocontribuyentes) un alto precio. Se ve demasiado a menudo cómo la llegada de unelecto provoca cambios de organización totalmente inadecuados a los fines deesta, a veces simples ocurrencias, a veces una especie de enfermedad contagiosaconsistente en pensar que si uno es elegido con ello es suficiente para llenarlos vacíos de conocimiento, experiencia y práctica necesarios para enfrentaruna maquinaria tan compleja como la pública.

No creanque con lo dicho sea un partidario acérrimo del funcionario como tal, enabsoluto. Pero sí quiero resaltarles en estos difíciles momentos que el sectorpúblico y sus trabajadores, una parte funcionarios, son garantía de democracia.

La elecciónde la función pública actual ha sido una decisión política, las leyes y susnormas consecuentes han salido del congreso, de los parlamentos autonómicos yde los plenarios locales. Todos ellos ocupados por electos surgidos de lospartidos. Si eso fue un error, seria bueno que sus responsables lo reconocierany explicaran el modelo alternativo. Tal vez habría posibilidades de cambio sinnecesidad de desprestigiar a quien está dando buenos servicios a losciudadanos. Pero tal cosa no ocurre. De modo que me digo que o no hay modeloalternativo o no hay capacidad técnica y política para enfrentar el asunto demodo racional y consecuente. Así es que el sueldo del funcionario y lasgarantías legales sobre su puesto de trabajo se utilizan como vía de desvío decierto descontento populachero. No pocos parados tienen de qué mal hablar, sinfijarse en sus empresarios, en los bancos, en la derecha neoliberal.

Las típicaspolíticas populistas que tanto están creciendo en este continente a cargo deinmigrantes.

Digamosbien alto: delenda est Carthago;digo: delenda est reforma laboris



           Radio Parapanda. http://www.youtube.com/watch?v=1-l-Xw8dn_s


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