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José Luis López Bulla MÁS ARGUMENTOS PARA LA HUELGA GENERAL
José Luis López Bulla


Recientemente heescrito que esta contrarreforma laboral tambiénes el resultado del fracaso de no haber podido convertir al sindicalismoconfederal en una comparsa que acompañara la gestión empresarial de maneraacrítica; el resultado del fracaso de no haberle podido destruir con lacreación de los sindicatos de empresa y otros sucedáneos de la acción colectiva.  De ahí el ajuste de cuentas, que tienevocación de tener consecuencias de largo recorrido, de esta putativa reformalaboral. Por eso la convocatoria de huelga general para el día 29 de Marzoadquiere unas proporciones totalmente novedosas.

El contratosinalagmático entre las derechas económicas y políticas no tuvo más remedio en su día que tragar, con mayor o menoragrado, con la elevación a rango constitucional de todo un conjunto de bienes democráticos por los que fatigosamentehabían peleado el movimiento sindical y las izquierdas políticas: los derechosde asociación sindical con poder contractual apoyados por el ejercicio de lahuelga y todo un elenco de reglas, laborales y sindicales, que fijaba elDerecho del Trabajo.  Todo un sapoindigesto. Así las cosas, no tardaron en aparecer desde las escribanías de lasderechas intentos de matizar las cosas.

Los primerosescarceos fueron las elaboraciones teóricas en torno a la ingobernabilidad de las democracias occidentales.  Se basaban en la creciente demanda deexigencias populares que (se suponía) tenían su epicentro en el sindicalismoconfederal de los Estados nacionales europeos. Más todavía, aquel pactosinalagmático entre el dinero y la derecha política veía con perplejidad quelos sindicatos de cada país ya no atendían sólo a las clásicas mejoras desalario y reducción de los horarios de trabajo sino que empezaban a interveniren aquellos escenarios que tradicionalmente había estado monopolizados por lapolítica: vivienda, sanidad, educación y todo el amplio cartapacio de lo que sedio en llamar (impropiamente aunque con un gran impacto mediático) el Estado debienestar. El capitalismo industrial toleró la nueva situación porque seinscribía en un pacto implícito, esto es, nunca escrito: se negocia la distribución, pero la producción queda en las manos delsistema-empresa.

Ese contexto de entendimientoy antagonismo dio como resultado que en Europa (y más tarde en España tras laconsecución de las libertades) se fuera cimentando lo que se dio en llamar elmodelo social europeo. Construido no de manera idílica sino mediante elejercicio del conflicto social. Que tuvo sus manifestaciones más visibles enlas potentes huelgas de los sucesivos otoños calientes italianos, las huelgasfrancesas y las movilizaciones inglesas anteriores a la Thatcher. En otro orden decosas, la situación española (no ya sin cauces democráticos sino mediante larepresión más despiadada) también se caracterizó por movimientos huelguísticosde gran calado.

Los teóricos de laingobernabilidad de las democracias aprovecharon las ocasiones que se ibandando en el terreno de la innovación-reestructuración de los aparatosproductivos y de toda la economía para –desplazada la influencia delcapitalismo industrial por la del sistema financiero--  ir meditando de qué manera se podía quebrar lacorrelación de fuerzas de equilibrios inestables, siempre latente, en un nuevotablero de ajedrez donde, de un lado, las negrastuvieran reinas, torres, caballos y álfiles, mientras que, de otro lado, en lasblancas sólo hubiera peones. Estasofisticada operación había tomado nota de que la represión contra elsindicalismo sólo podía garantizar su derrota durante un tiempo relativamentecorto (como fue el caso británico). La represión no era el único camino, ni elmás efectivo: Sísifo siempre se levantaba. Cosa que, además, apareció con mayorpregnancia en España: el correaje y la violencia de la Dictadura no pudieronacabar con el movimiento organizado de los trabajadores.

Había, pues, quetransitar por otros caminos. Y estos fueron –en Europa y España--  los intentos paralelos del empresariadoorgánico de estructurar sindicatos amarillos pro domo sua y de la política procurándose la subordinación desindicatos que, aunque grupusculares, recibieron algo más que dios y ayuda delos poderes públicos. Contemporáneamente había otra gran operación –ésta muchomás sutil— que se caracterizaba por intentar que el sindicalismo confederalfuera un sujeto acrítico que cómodamente acompañara de bracete ese nuevoestadio de la innovación-reestructuración. La respuesta sindical fue unenérgico “ni hablar del peluquín”, y con Gabriel Celaya dijimos: nosotros somosquien somos / basta de historias y cuentos. 

Irredentas, pues, lasoperaciones de la represión por parte del correaje y de la cooptación, nitampoco sacando ventajas del amarillismo sindical se viene intentado, desdehace dos décadas, una ofensiva de otro carácter. Yendo por lo derecho: contrarreformarun buen cacho de bienes democráticos por el camino de sudesconstitucionalización, al tiempo que se van eliminando amplios espacios delo público. En ese cuadro se inscribe la contra reforma laboral. De ahí que noestemos ante una operación rutinaria o meramente de coyuntura sino de largorecorrido. Cuyas consecuencias serían terribles, en primer lugar para elconjunto asalariado: los actuales trabajadores y los que vendrán después. Pero,sí hace falta decirlo, estaríamos ante una democracia insusbtancial o, mejordicho, autoritaria.

Si eso ocurriera, Sísifo tendría nuevas e inéditas dificultades. Téngaseen cuenta que, dada la pirámide de edad de los sindicalistas españoles, lamayoría de éstos no ha vivido situaciones de conflicto social a palo seco. Esto es, fuera de los canalesde las protecciones constitucionales y sus mecanismos protectores.  Las nuevas generaciones de sindicalistas, ensu inmensa mayoría, se ha formado en el contexto de la constitucionalización deesos derechos. De ahí que la acción colectiva de la huelga general necesita serverdaderamente general, visiblemente general, indiscutiblemente general.  Naturalmente, quien necesite más argumentosahí está la opinión razonada del Magistrado Miquel Á. Falguera i Baró en  EL SINDICATO EN LA SITUACIÓN ACTUAL




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