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José Luis López Bulla PODERES MEDIÁTICOS DIFAMAN AL SINDICATO
José Luis López Bulla


¿Alguien puede pensar que elremilgado presentador-responsable del programa televisivo –y mozodel bacín de Paolo Vasile--  ignoraba la verdadera personalidad de lacomadre, la bella Obdulia –disfrazada de pobretica--  que aseguró haber visto a Cándido Méndezcomprando caviar en unos grandes almacenes mientras ella sólo podía permitirseuna lata de sardinas? Ese caballero sabía lo que se traía entre manos. No es laprimera vez que La Noriavierte heces a diestro y siniestro de manera peristáltica.

Las nuevas generaciones de sindicalistas deben saberque desde tiempos inmemoriales se ha ido a la caza de la integridad de losdirigentes sindicales. Se podrían escribir océanos de tinta sobre la mugre quehan volcado, siempre  mediante unextremismo ideológico, contra los sindicalistas en todas las latitudes ylongitudes del planeta.  Y sin embargoesas campañas fracasaron: el hecho sindical está ahí, como la Puerta de Alcalá, viendopasar el tiempo.

Lo nuevo ahora es que tal mierda se explicita en laspantallas de televisión en una santa alianza entre el poder mediático y elpoder político para que entre masivamente en los hogares, mezclando el caviarcon las bragas y calzoncillos de nuestro famoseo patrio. La tecnología, pues,al servicio de la calumnia. Pero, paradojas de la vida, fue la tecnología laque también demostró la falsedad caballuna de lo referido por la bella Obdulia:alguien saca su iPhone y muestra, enseñando las fotos, que la comadre no es unahumilde trabajadora muerta de hambre sino una señorona bien relacionada con lasgaviotas del Partido Popular. El público asistente se quedó de piedra: ¡os lomerecéis, público cretino, porque ya os  frotabais las manos viendo como se linchaba alsindicalista!  Os lo merecéis porque no creísteisque el sindicalista compraba una lata de mejillones como vosotros. 

No se trata de periodismo amarillo. Es la difamaciónorganizada, y por tanto la ruptura de todas las reglas en los medios decomunicación de masas. Y más todavía: ocultando la personalidad de quiendifama. Exactamente igual que esos embozados que aprovechan los instrumentos delas llamadas redes sociales para sacar la calumnia a pasear. Ni siquiera escacoperiodismo, es ---ya se ha dicho—pura y dura difamación.

Ahora bien, si el sindicalismo no pintara una oblea¿se dedicarían tantos recursos y esfuerzos a organizar la difamación? Sifuéramos algo irrelevante, ¿a qué gastar saliva? Lo que no quita la exigenciade una información veraz y, como hemos dicho en otra ocasión, ¿no va siendohora de que alguien se proponga en serio la confección de un Estatuto deLectores y Espectadores en su doble vertiente de ciudadanos y de consumidores?

Mientras tanto es seguro que la cosa no haterminado. Es probable que, en breve, aparezcan documentales asegurando queCándido Méndez fue el auténtico responsable de la caída del Imperio Romano yque Toxo (a quien en su día se le atribuyó vivir en un piso de postín) era ellugarteniente del Conde don Julián, aquel que traicionó a don Rodrigo,permitiendo que la morisma invadiera la tierra de María Santísima.

Y mientras la bella Obdulia pasea su mendacidadretribuida y ese González, mozo de la bacinilla, presentador de sostenes deterciopelo, intenta deteriorar la imagen del sindicato, damos la palabra almaestro Josep Ramoneda.


 LA BUENA IMAGEN (1)


Josep Ramoneda

La guerra económica mundial, declarada a finales delos años setenta, por el neoliberalismo thatcheriano y reaganiano, haconsistido en cortocircuitar a los órganos públicos ganándolos por velocidad, apartir del poder financiero”. Esta descripción de la batalla que ha puesto encrisis al modelo europeo de posguerra es del filósofo Bernard Stiegler. Entrelos objetivos que abatir figuraron desde el primer momento los sindicatos. Lareforma laboral ha venido acompañada de una estrategia para debilitarlos.Primero, el PP y la patronal jugaron con ellos, alargando unas negociacionesque no tenían otro objetivo que esperar la llegada de la derecha al Gobierno,porque los empresarios sabían que Rajoy sería manifiestamente parcial a favorsuyo a la hora de imponer por decreto lo que los sindicatos no aceptaron en lamesa de negociación y mucho más. Después, con dos ejercicios a cual másobsceno: la utilización de los parados como argumento para descalificar a lossindicatos en cuanto presuntos representantes de los que tienen trabajo; lapresentación de los sindicatos como un grupo de parásitos que bloquean eldesarrollo económico. No tengo ninguna duda de que en la relación entre poderpolítico y poder sindical se han dado situaciones ventajistas, en forma deprivilegios laborales y recursos económicos no siempre justificables, y escierto que se ha desarrollado un espacio oscuro que ha generado dudas sobre lareal independencia de los sindicatos, pero la necesidad de acabar con ciertosvicios corporativistas no descalifica a los sindicatos para la huelga.

La reforma laboral coloca a los sindicatos en unaposición que no les ofrece otra salida que dar la batalla. La reforma laborales el recorte de derechos de los trabajadores más grande que se ha hecho hastaahora, derechos de los que tienen trabajo y derechos de los que no tienen peroaspiran a tenerlo: digno y no precario. Por eso es obsceno que todavía ayer DeCospedal siguiera insistiendo: “La reforma gusta mucho a los que no tienenempleo”. Además del indecente intento de enfrentar a trabajadores parados contrabajadores empleados, pretende hacer cómplices a los primeros de una reformadestinada pura y simplemente a regular el mercado de trabajo a la baja. Lapropia De Cospedal lo dice con toda claridad: “Los españoles tienen quetrabajar más”. Yo había entendido que la verdadera competitividad era trabajarmejor, ahora resulta que es trabajar más horas. Y más barato.

Los sindicatos no puedendejar sin respuesta una reforma laboral que atenta contra derechos protegidospor la Constituciónespañola. El Gobierno argumenta con falsedades y especula con el miedo. Esfalso decir que la reforma laboral coloca a España al nivel de los paíseseuropeos más avanzados. Ni hay un modelo laboral único en Europa (entre elmodelo inglés y el francés o el alemán hay un abismo), ni en muchos paíseseuropeos, empezando por la vecina Francia, serían admisibles unos recortes enderechos que se imponen a los españoles, pero a otros no. No hay nada quedemuestre que la reforma laboral es a medio plazo —a corto, ni el propioGobierno se atreve a decirlo— generadora de empleo. Si una ley hace más fácildespedir, en primer lugar se usa para despedir. Y una persona, una vezdespedida, está en el paro, y nada le garantiza salir de él.

Para erosionar a los sindicatos, el Gobierno cuentacon la misma arma que está utilizando para legitimar su política de austeridadsalvaje: el miedo. La gente está asustada porque no ve futuro y porque no vealternativa. Así se explica que el 63% de los ciudadanos desaprueben la reformay que el 67% discrepen de la huelga general porque no servirá para nada. Y aquíaparece la responsabilidad de la izquierda que ha dejado a la sociedad sinhorizonte alternativo. Las cosas van mal —muy mal, insisten desde el Gobiernoen su estrategia aterrorizadora— y no hay otra política posible. Ningúndirigente político tiene coraje para proponerla, ¿de qué va a servir la huelgageneral? Dará una mala imagen de España, dice el Gobierno. Más bien dará unabuena imagen si es un éxito, porque querrá decir que el país no claudica, salvopara los que creen que defender el modelo social europeo es negativo.

Los sindicatos no tienen otra escapatoria que llevarla lucha contra la reforma laboral lo más lejos posible. Necesitan, eso sí,medir bien los tiempos y las fuerzas. En una sociedad asustada, el que se muevees sospechoso. Y necesitan modular los instrumentos. No todo es huelga.


(1) El País-Cataluña (13 / 3 / 1012)
  

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