Un tal Pedro Duarte, un altocargo del Real Madrid pide el exterminio de los sindicalistas, está haciendo furor en las revistasdigitalizadas y en eso que se llama las redes sociales. Lo primero que meinteresa es llamar la atención sobre la gratuita identificación de esteindividuo con el Real Madrid. No sé a santo de qué viene publicar esta filiación,a no ser que alguien esté interesado en generalizar a todo el club y alconjunto de su afición las señas de identidad de ese mamarracho. Perocomoquiera que el fútbol es la religión de nuestros días y, por lo tanto,levanta las pasiones más irracionales, me veo en la obligación --para nolevantar sospechas— de decir que soy unculé patológico desde los tiempos de Ramallets. Más todavía, cuando era niñochico guardaba una estampica de Velasco, el guardameta que forzosamente tuvoque retirarse por lesión de la portería del Barça en 1949.
A ese Duarte, pues,hay que analizarle por lo que ha escrito a sabiendas y queriendas. Su filiacióndeportiva no interesa a nadie que tenga dos dedos de frente. Y lo que ha dejadoescrito es de una gravedad extrema: como mínimo es incitación al (y elogio del)terrorismo. Y como tal, las autoridades judiciales deben tomar carta en elasunto y éstas sabrán a qué atenerse tras la retirada de lo que ese tipo haescrito. Templar gaitas sería mala cosa.
Ahora bien, convendría analizar por qué, en estos tiempostermidorianos que corren, se están generalizando declaraciones de este jaez. Recuerdoque algo similar, hace pocos meses, expresó cierto concejal de un municipiomadrileño con relación a los comunistas.Y, hasta donde sabemos, el tal edil se salió de rositas. Es como si estosasuntos (y en otros más o menos aproximados) hubiera un amplio campo deimpunidad. Una impunidad casi siempre escorada hacia la derecha extrema; comosi se hubiera fabricado que a mayor disparate de la derecha extrema, másimpunidad. Mientras que se penaliza y se actúa con una diligencia asazsospechosa a quienes ejercen los bienes democráticos del ejercicio de huelga ymanifestación. ¿Estamos –pregunto yo obligado por estas circunstancias-- ante una justicia termidoriana?
No soy amigo de alarmismos. Pero estoy mosqueado por unaextensión de brotes negros, muy negros que están apareciendo en la sociedad. Deahí que pregunte: ¿qué diferencia teóricamente a este personaje doméstico de loque piensa, y está diciendo en el juicio, esa bestia parda noruega, de cuyonombre no quiero acordarme?
Las necesarias medidas judiciales contra eseDuarte (y en los que la misma o parecida situación se han manifestado) nobastan. Es obligado que contra él caigatodo el peso de la ley. Pero hay que preguntarse las razones de por qué aquí y ahora están saliendo esas malashierbas, por qué y de dónde sale esa carroña. Naturalmente, también es lógicoque nos preguntemos las razones de la leydel encaje que les ampara a tales sujetos en general y a estecaballero en particular.
