Foto del Archivo personal de J. M. Tapia
Escribe Juan Manuel Tapia.
Querido José Luis, creo que me has tendido una trampa para entrar al trapo de las interesantes conversaciones que mantienes con Paco (1). Solo pretendía hacer un comentario –que, además, ha quedado mutilado, en su final, por obra de un mal uso de las nuevas tecnologías-. Igualmente prometo una dedicación más intensa en el próximo periodo veraniego.
Ahora, no puedo evitar responder a las amables preguntas que me lanzas. La recepción del fordismo-taylorismo, por parte del movimiento anarcosindicalista español, la CNT, y del sindicalismo revolucionario francés, la CGTen sus orígenes, como movimientos sindicales alternativos a los de matriz leninista –con un amplísimo arco iris de matices y coincidencias- fue exactamente el mismo que el del conjunto del movimiento sindical.
Paco se equivoca cuando, en unos comentarios anteriores, asigna al movimiento anarquista, que él concibe como individualista, una resistencia al fordismo y una concepción más humanista del trabajo. Las tendencias individualistas del movimiento anarquista, muy refractarias a los cambios económicos y sociales, fueron superadas en la primera década del siglo veinte, salvo excepciones residuales como la familia Urales y su revista Blanca -dicho de otra forma, los padres de la “Santa Federica Montseny”-, por un anarcosindicalismo moderno.
Este anarcosindicalismo, o sindicalismo revolucionario, de matriz sindical y comunista o colectivista, centrado en el mundo del trabajo, sufrió, exactamente, el mismo espejismo que el conjunto del movimiento socialista, social y político. La ciencia y la organización científica del trabajo, en un momento de optimismo en el progreso, se convertían en factores liberadores y emancipadores de la clase obrera.
Paco tiene razón cuando explica que el contexto social y de trabajo del prefordismo, era tan duro para la clase trabajadora, y tan arbitrario, que la esperanza de un trabajo ordenado científicamente, era una alternativa liberadora. Liberadora de tiempo y capaz de multiplicar la producción de riqueza, de elevar, indefinidamente, la productividad del trabajo humano.
A estas alturas, nuestro Seguí, nuestro Peiró y nuestro Quintanilla, estaban absolutamente alejados de cualquier hipótesis de dinamitar el sistema material de producción capitalista y sus avances tecnológicos. Al contrario, ponían el énfasis de sus preocupaciones en la apropiación de los medios de producción por parte de la clase obrera.
La concepción, entonces denominada sindicalista revolucionaria, de nuestros antecesores y padres sindicales, era diseñar un sindicato confederal capaz de apropiarse de la maquinaria económica en la revolución social.
Los escritos de Peiró o Quintanilla, defendiendo la razón de ser de las federaciones sindicales de industria, para apropiarse ordenadamente de las ramas de producción, explican muy bien esta perspectiva. No era nuevo, la lectura de las actas de la Asociación Internacionaldel Trabajo, la AITregional española, dedican una importancia, que hoy nos parece desmesurada, a la comunicación de estadísticas de producción, por parte de las distintas secciones de la Internacional.
El pensamiento libertario centraba su atención en dos cuestiones. La primera, el taylorismo, y su enorme capacidad de creación de riqueza, pueden liberar una importante capacidad de gestión del tiempo, de la producción a la gestión personal. De ahí, la importancia, para el movimiento libertario, especialmente catalán, del tiempo personal de ocio, los movimientos de educación, naturistas, excursionistas, ateneísticos, teatrales, deportivos, y un largo etcétera.
La segunda, seguramente la más importante, el cuestionamiento de la propiedad de los medios producción en el sistema capitalista y su alternativa como propiedad social. Como contrapeso al sistema, que no es poco, el anarcosindicalismo argumentó la necesidad de que en la nueva organización del trabajo, la autoridad fuera elegida por los propios trabajadores de la empresa o la fábrica. La autogestión no es una cuestión secundaria.
Ahora bien, nuestro anarcosindicalismo parece discípulo de Kart Korsch, establece que los límites de la autogestión en el centro de trabajo, son los intereses generales, y esos los establece el sindicato general. Creo que en el fondo, el anarcosindicalismo español y catalán, tenían una clave profundamente política, y que no hubieran tardado mucho en expresarla en términos parlamentarios, como comprendió tardíamente Pestaña.
Korsch, conoció y siguió con atención la evolución de la CNT, publicando varios artículos sobre la revolución española en 1.938.
Es posible que seamos demasiado crudos en nuestra observación de cómo recepcionó el movimiento sindical la modernización que significó el taylorismo. Quizás haya que investigar, o en su caso rescatar el olvido, los pensadores sociales y políticos, que pensaron que el problema reside, no en la ciencia y sus avances, sino en la propiedad.
La capacidad social de orientar el desarrollo de las fuerzas productivas hacia el horizonte de la liberación humana.. La emancipación integral.
Como conclusión, el anarquismo fue tan acrítico, con las nuevas formas de organización del trabajo que culminaron en el taylorismo, como el conjunto del movimiento socialista o comunista.
Quién quiera encontrar referencias críticas al taylorismo que se venía encima, debe volver a Kart Marx, a su lúcido análisis, casi profético, de la alienación que provoca el trabajo en el capitalismo. El análisis marxiano es directamente heredero de Charles Fourier y su búsqueda de la armonía social, Marx nunca negó esa herencia. También en Proudhon, al que Marx presta una atención afectuosa, no solo crítica, encontramos indicios claros de rechazo de las formas de trabajo que se vislumbraban en el futuro.
Como sabes, una de mis pasiones son los libros, y mí querida colección sindical y política de época. Atestiguo que la primera traducción al castellano de la obra clave de Taylor, bajo el nombre de “La dirección de los talleres”, editada en Barcelona en 1.914, tuvo una enorme difusión, especialmente en Cataluña. Lo curioso, y por eso atestiguo, es que la he encontrado, tanto en bibliotecas de empresarios, como en bibliotecas de militantes sindicales.
Dos notas finales:
--Decía, correctamente, José Luis, que no es el sindicalismo confederal el único sujeto protagonista. Mi referencia, en aquello que era una pequeña nota, solo quería referir a que el sindicalismo corporativo no es capaz de abordar estos problemas generales, y por tanto no niega la importancia del sujeto político parlamentario.
--Afirmo que la socialdemocracia, en el contexto del movimiento revolucionario de los años 20, no tenía, en Alemania, ningún interés en el cambio de sistema. No hagas que diga que se lo pregunte a Rosa o a Karl.
JLLB
Hola Juan Manuel, si traslado tu comentario a la portada del blog no veo cómo puede considerarse una trampa. ¿Acaso hubieras preferido que siguiera en el almacén de los comentarios como aquel arpa que estaba en el ángulo oscuro del salón de Bécquer? Vamos, vamos… ¿qué hubiera pensado Anselmo Lorenzo?
Tuyo en la Idea, JL