Nuevamente nuestros mineros están en la acción. Sus reivindicaciones y objetivos son sobradamente conocidos.
La primera consideración es: nunca se dirá lo suficiente sobre la importante aportación de los movimientos mineros a la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, a la conquista de las libertades sindicales y políticas, a la construcción de un notable conjunto de bienes democráticos no sólo de los asalariados sino del conjunto de la población. La segunda consideración es: ¿qué solidaridad general –en toda España-- precisa, y bajo qué formas, la acción de los mineros?
Así las cosas, ¿qué pueden hacer los sindicatos en esta ocasión concreta? Algo que sea factible y signifique que no están solos. Algo que vaya más allá de la solidaridad epistolar.