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José Luis López Bulla AHORA SÍ. INTERVENIDOS
José Luis López Bulla



Excusarán también los lectores, aparte de lo dicho en la entrega anterior, mi insistencia en escribirles a diario (aunque no puedo obligarles a la lectura, si les tiento a ello), pero es que hoy, Miércoles, que podría ser de ceniza, nos hemos topado con la realidad más cruda. Si alguien tenía dudas sobre si el país estaba o no intervenido, después de las noticies de hoy todo queda meridianamente claro. Sí, estamos intervenidos.
Si leen con atención y prevención (no olviden esto) lo que nos comunica la Europagermana a través de los medios, puesto que el gobierno federal no ha tenido a bien explicarles a sus sufridores la cuestión, verán que aparece por primera vez en portada ciertas cosas con las que no se jugaba: aparecen las pensiones, tal como ayer mismo les advertía, aparece la absorción de competencias gubernamentales económica. Al Sr. Guindos le amputan los brazos (la intención era hacerlo con el cerebro, pero un escáner motivó el cambio) y una larga ristra de medidas que hacen aparecer al presidente federal como un homínido falto de las más substanciales capacidades de gobierno.
Por ello, ahora sí. Nuestro acercamiento a Grecia en términos de país-problema es un hecho evidente, todo y que nuestra dimensión económica, territorial y humana tal vez nos evite recibir capones diariamente por los señores de negro. Capones, tal vez no recibiremos, pero reducción de prestaciones sociales y de rentas del trabajo sí.
Nuestro sistema fiscal, si es que la cosa merece tal término erudito, se acerca paulatinamente a lo que en tiempos fue el hurto real. La combinación de este mecanismo fiscal regresivo con el recorte del reequilibrio de rentas que suponen los sistemas de prestaciones sociales, salud, educación, pensiones, etc. nos sitúa en un tiempo pasado y desaprovechado, a fines del siglo dieciocho, cuando nos ahorramos sin ningún motivo racional la guillotina, tal como la espléndida Maruja Torres nos recordó hace unos días.
Léanme atentamente, no soy en absoluto un predicador de taberna o un aislado autónomo que contaminado por los debates radiofónicos cambia el mundo en un tris tras, por las vías clásicas de gritar mucho, amenazar más y afirmar con contundencia supina que si les dejaran a ellos, verían. Después vota PP o CIU.
Soy más bien un cabreado educado, con ciertos estudios, con una edad a la que no le conviene ya la barricada, a menos que sea más bien fija y con aceptables asientos de preferente. Soy también una persona tendente al perdón, a aceptar ciertas debilidades humanas, a dar segundas oportunidades, a tolerar ciertos desbarajustes (desgavell en catalán, una palabra preciosa) en el orden social y balompédico y un apasionado de las sombras del pino.
Con estos antecedentes y un nom de plume tan poco heroico como Lluís Casas, no me acusen de agitador, ni de pesimista esencial. He sobrevivido más bien que mal desde que vi la luz primera en Parapanda el año 1937, y esto es una prueba más bien irrefutable.
Simplemente actúo como observador con algunos mecanismos de precisión sobre lo vislumbrado. Ya no tenemos gobierno que merezca tal nombre y lo mejor que podría pasarnos es que la “grande armée” volviera a invadir el país. Yo intentaría que el "timbaler del Bruc" permaneciera en casa ocioso o haciendo calceta y no se metiera en lo que no le importa.
Mientras, muchos elementos siguen debatiendo en el plácido frescor del Parc de la Ciutadella, que si pacto fiscal, que si concierto, que sí, que si no. Simple bla bla, que les aleja de lo que en realidad pasa. A muchos de estos representantes (ojo, legítimos democráticamente), se les ha ido la olla, como vulgarmente y con gran precisión se dice. Como en el cuento de los galgos y los podencos sin ir más lejos, ni más simple.
¿Para cuándo una convocatoria social para presentar batalla a los problemas y establecer un programa que una y que no hunda?

Lluís Casas, alarmante, pero qué le vamos a hacer, si las cosas están así.
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