Don Juan Carlos de Borbón no podía negarse a presidir el Consejo de Ministros –el marianazode ayer-- que ha tanto ha indignado a simplísimos sectores de la ciudadanía. No podía eludir su presencia, ya fuere por motivos aparentemente institucionales o porque debía pagar determinados favores del gobierno. Asistió y con ello se implicó en el marianazo. Supongamos ahora una hipótesis diferente. Un gobierno de otro color le invita a presidir un Consejo de Ministros cuyas decisiones van en una dirección opuesta. Supongamos que, también por razones institucionales (aparentes o no), Borbón asiste, y con su presencia se implica en esa orientación diversa.
Así las cosas, merece la pena traer a colación lo siguiente: ¿qué tiene en la cabeza Borbón? ¿qué piensa exactamente en ambas situaciones tan dispares? ¿Estamos ante un veleta en el terreno personal o ante la ficción hermafrodita del carácter institucional de la Corona y personal de Borbón? Esto es algo tan chocante que incluso pondría en un apuro a alguien tan refitolero y quisquilloso como el profesor Peces-Barba. Porque francamente no veo una explicación, pacífica en el terreno de la lógica, que pueda compatibilizar la presencia de la Corona en el marianazo y la hipotética si fuera ante un Consejo de Ministros de signo opuesto.
La solución está, no obstante, en algo tan misterioso como la explicación constitucional: el rey es irresponsable de sus actos como monarca. Pero, entonces, ¿qué es exactamente la persona Borbón? Sólo podría ser explicado a través del desparpajo de la teología tomista, porque en el terreno de la lógica todo ello se convierte en un anacoluto.
Sea como fuere, lo cierto es que Borbón se ha puesto clamorosamente de espaldas a la pobreza laboriosa, a las capas medias de este país, al optar irresponsablemente por las políticas de secano contra las de regadío.
