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José Luis López Bulla AHORA NOSOTROS DAMOS LAS NOTICIAS DE LA CALLE
José Luis López Bulla



El amplísimo proceso de movilizaciones sociales que está en curso está adquiriendo una duración y, sobre todo, una corposidad realmente nuevas. La ciudad del trabajo con sus amigos, conocidos y saludados está en plena efervescencia, rompiendo, además, la tradicional cadencia de que, en estas épocas prevacacionales, cualquier agresión era sufrida, con mayor o menor resignación; se ha roto, también, la no menor tradicional remisión de la acción colectiva al siempre famoso otoño. Más todavía, vale la pena anotar que el sindicalismo confederal ha reaccionada, en esta ocasión, en tiempo real. Y, rizando el rizo también es nuevo el proceso de movilizaciones sectoriales con las de tipo general, y la confluencia de ambas en día 19 de julio. ¿Habrá que insistir, por otra parte, en la relevante descentralización de la protesta? ¿Habrá que insistir en la participación de ciudades –no puedo ponerlas todas, pero las concentraciones y marchas de Pineda de Mar, Jaca, Zamora y otras, de las que hay abundantes testimonios fotográficos en las redes sociales— que, ese mismo día 19, fueron el pulso de la ciudad del trabajo? Cierto, las redes sociales que han difundido, con sus reportajes lo que en cada lugar estaba pasando. No me resisto a dar testimonio de una publicación en facebook de Ccoo Moratalla  que, con contenido orgullo, pone una foto de un manifestante que enarbola una pancarta que dice: “Ahora somos nosotros los que damos las noticias”.

Es evidente, sin embargo, que ese proceso ha sido provocado por la motosierra gubernamental. Pero ello no quita validez a lo planteado más arriba: a todas esas novedades emergentes que sucintamente han aparecido más allá de los tradicionales centros de conflicto organizado. Es cierto, también, que esa confluencia viene, por así decirlo, impuesta desde arriba. Pero, a su vez, la respuesta desde abajo ha tenido unas proporciones visibles de nuevo estilo. Por ejemplo, el vínculo que se ha dado, en la protesta, entre lo social y la cuestión política en su sentido más amplio.

Todo se andará si se actúa con la misma inteligencia que hasta ahora: el tránsito de la confluencia impuesta desde arriba a la confluencia explícita y consciente desde abajo que articule lo que se está moviendo (todavía no suficiente, todo hay que decirlo) con lo que aún espera a hacerlo. Ello podría ser posible si el sindicalismo confederal define con los protagonistas de esta importante movilización sostenida un pacto de ciudadanía de respuesta a la motosierra, pero esencialmente un proyecto alternativo, factible donde –para entendernos— no haya incontables prioridades sino aquellas que atraviesan todas las articulaciones de lo que está en movimiento y espera a movilizarse.

En otro orden de cosas el problema que existe es el de la alternativa política. Porque lo cierto es que a la masividad de la presión social no se corresponde con una alternativa político-institucional. De un lado, el grupo parlamentario de la Izquierda Plural, que está dando una batalla de primer orden, dentro y fuera del Parlamento, pero sin los efectivos reales y, sobre todo, las potencialidades para dar un giro a la situación; de otro lado, el Partido socialista, que aparece huérfano de padre y madre, empeñado en no querer ser lo que debiera, incluso dentro de su moderación. Es más, empeñado en minusvalorar lo que miles de sus inscritos hacen en la calle. “No somos un partido pancartero”, afirma Elena Valenciano. Lo que indica el regomello que les produjo ese duro ataque de la derecha en los tiempos del aznarato. Como si Bebel y Kautsky, Pablo Iglesias y Pietro Nenni, Olor Palme y Michel Rocard no hubieran llevado nunca una pancarta y sólo hubieran lucido “los nardos apoyaos en la cadera”. Una cosa es ser moderado y otra es la acumulación indisimulada de niveles de pijorrería. Así pues, templadamente sugiero a la Valenciano no que diga “qualche cosa di sinistra”, sino que no diga cosas de pija, sobrevenida o no.        


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