Me permitirán los lectores que al albur de mi doble residencia, en Barcelona y en el Alt Empordà, en Colera concretamente, me permita una reflexión y un profundo sentimiento por ese cacho de naturaleza que se nos ha ido en humo en dos días. Y, claro está, por esas víctimas humanas despeñadas al presunto mar salvador, en, en donde tantas veces me he sumergido para mirar los peces y otros animales marinos que todavía navegan en ese tramo de la costa.
Todos los que estamos o pasamos largas temporadas en esa zona, en donde la Tramontana campa a sus anchas a velocidades de fórmula uno, en donde la naturaleza vive entre la sequedad absoluta y la torrentera brutal, sabemos que los periodos de calma y de disfrute frente a los bosques de coníferas y de alcornoques centenarios son siempre circunstanciales. Llega el día maldito en que los dioses del lugar la arman y arrasan con todo. Haga lo que haga el maldito humano.
No voy a acosarlos con el natural sentimiento de pérdida que los usuarios del territorio generan cuando este fallece, ni que sea por pocas décadas. Ya los medios están llenos de lágrimas, de espacios destruidos y de vidas que quedan en duros interrogantes. Todos pueden comprender ese dolor y esa aflicción, cuando la causa es, además, una estupidez incívica y unas condiciones climatológicas extremas. Es el choque frustrante con el sinsentido y la impotencia.
Si no les voy a resaltar esos sentimientos, ¿Cuál es mi intención, pensaran los lectores? Pues es bien simple.
Por razones profesionales viví muy de cerca los acontecimientos del gran incendio del 21 de Julio del 2009 en la Terra Alta, que fue llamado sintéticamente el incendio de Horta de Sant Joan, en donde perdieron la vida cinco bomberos. Simplemente con varios clics pueden ustedes acercarse a aquellos días y a los comentarios que les ofrecí. No hace falta recordarlos en demasía.
Lo interesante de la cuestión es que en aquel entonces gobernaba el país una coalición de izquierdas y que la derecha nacionalista se sentía humillada y expulsada del terreno que considera suyo por motivos de concesión divina. Esa situación generó un brutal ruido mediático y político de la peor estofa. En donde tampoco faltó la intervención judicial estrábica y el aprovechamiento leguleyo del dolor de algunas familias para buscar oro y plata.
Visto desde la perspectiva de hoy, con un incendio de grueso calibre como aquel, con víctimas como aquel, lo que ocurrió en el verano del 2009 parece una historia de otro lugar, de otras gentes. Nadie ha salido ahora a cortar cabezas, fueran las que fuesen, por el simple cálculo político del desgaste gubernamental. Nadie ha salido, al menos hasta ahora, a reclamar sangre por la sangre derramada, nadie se ha entrometido en la acción técnica de los especialistas y voluntarios que se enfrentan a lo desconocido en un incendio de esas características. Nadie, hasta el momento, ha puesto el grito en el cielo reclamando aquello tan italiano como “piove, porco governo”. Y les confieso sinceramente que espero que nadie lo haga, ni ahora, ni después, una vez no queden rescoldos peligrosos en torno a la única salida hacia Francia del país.
En el 2009, se procedió a la destrucción de una organización de emergencias, los bomberos de la Generalitat, a un conjunto de cargos técnicos y a la elevación de un accidente fatal a ejemplo de desgobierno. Aun hoy, tres años después aún colean algunos expedientes y no podemos olvidar que alguna sorpresa pueda aparecer.
Pienso que frente a esas situaciones, y dentro de los riesgos que conllevan, entendiendo el grado de imprevisión con que acontecen esas circunstancias, nadie debe pretender distribuir culpas y responsabilidades fuera de las que tienen quienes efectivamente provocaron el fuego.
Ya llegará el momento, con el incendio apagado, con los equipos en casa y con la información adecuadamente establecida para decidir si alguien, a parte de los incívicos incendiarios, tiene responsabilidades y cuales son.
Mientras tanto, conviene dejar a quienes se enfrentan con la situación hagan el trabajo lo mejor que puedan y encuentren en su entorno la comprensión y la ayuda necesaria.
Estoy seguro, como en cualquier caso parecido, que todo puede hacerse mejor, con más medios, con más prevención, con mayor protección para pueblos y masías. Pero si ahí ha habido negligencia o error manifiesto, hay que dar tiempo a que el hipotético debate político y ciudadano se haga cuerdamente y sin intereses espurios.
De momento, quienes sufrieron el acoso y derribo en el 2009, se han mantenido donde deben y quienes en aquel entonces aprovecharon una desgracia para provocar una crisis están hoy al mando, sin sufrir intromisiones.
Una enseñanza que la inteligencia, allá en donde la hubiera, no desaprovechará.
Lluís Casas, cruzando los dedos, pues Agosto aún no ha comenzado.
BRUCE CHATWIN
Esas cosas de Internet a veces hacen que a la vida se le añadan sorpresas agradables. La última que me ha ocurrido es que a propósito de un hipotético viaje al cono sur para este próximo invierno (mi mujer utiliza un revolver Colt como argumento para convencerme del todo) busqué la palabra "Patagonia" en Google. Y apareció, entre seis millones de otras cosas, un escritor de nombre Bruce Chatwin, con una obra titulada "En la Patagonia", junto a una biografía sorprendente y otras obras, no abundantes por su pronto fallecimiento. Caí en la tentación, localicé algunas y ya estoy por la tercera.
Aquí va una pequeña lista:
- EN LA PATAGONIA.
- ¿QUÉ HAGO YO AQUÍ?
- LOS TRAZOS DE LA CANCIÓN
Estas tres obras se encuentran también juntitas en "LOS VIAJES"
- EL VIRREY DE OUIDAH
- COLINA NEGRA
- UTZ
Todas ellas escritas desde 1977 hasta su muerte en 1989. De "El virrey de Ouidah", Werner Herzog hizo una película que llamó Cobra Verde, con su actor loco y fetiche Klaus Kinski.
No se pierdan a este autor, para mi desconocido hasta ahora. Habla de viajes, de gentes, de sorpresas, de erudición en el desierto, de cultura en la estepa, de estupidez en la ciudad, de los británicos, de los afganos, de los curas y monjas españoles en Australia, de música, etnografía, ciencia y científicos, de Jünger, de Churchill y de todo lo demás. Como escribe habitualmente por paquetitos literarios, su lectura es fácil y muy amena. Autores de prestigio lo han puesto en los alteres, y yo sin enterarme.
Lluís Casas crítico literario de circunstancias.