Estamos en la cuesta de julio para una gran parte de las administraciones españolas, el gobierno federal, todas las autonomías (excepto las del concierto), muchísimos ayuntamientos, creo que ninguna Diputación y dejo la lista por aburrimiento.
El asunto es relativamente simple, los ingresos no cubren los gastos y el sistema de financiación externa vía créditos y otras hierbas se ha eclipsado o propone tipos de interés lindantes con la simple expoliación. Además, el calendario no es nada favorable a dejarlas pasar en espera de milagros, se acumulan al menos dos meses de pagos sin casi capacidad de maniobra o de convencimiento.
Una opción es despeñarse por lo radical, cerrar todo lo cerrable, despedir a todos los despedibles (con o sin las mamandurrias aguirrerianas), reducir el sueldo a todos los que queden y mantener la alerta para que nadie haga nada, ni encargue nada. En fin, dejando aparte algunos servicios vinculados a la salud pública y a la mínima seguridad, echar el cierre. A la vez los responsables políticos deben establecer estrategias de desaparición rápida e intentar dejar al frente a un mandado lo más tonto posible (nada difícil de encontrar, por otro lado).
Casi todo ello se está haciendo con escasos resultados si pretendemos medir el asunto por la capacidad de mejora. Luego, tendremos que reconocer que el cierre patronal no lleva a mejores y más substanciosas ventas, sino simplemente a colgarse de una viga.
Otra opción es ganar tiempo, mientras Alemania, la UE, el BCE, el FMI y el resto de la “colla” se lo piensan, maduran y deciden algo, sea lo que sea. Ese mientras, para el caso de las autonomías es ese mejunje financiero de ayuda por parte del gobierno federal. Un fondo provisional para salvar la cara durante unos instantes, mantener la tienda abierta, aunque con horarios restringidos e irse a Lourdes a esperar milagros.
En una semana tres CCAA han solicitado entrar en ese corral financiero. Unos dicen que se trata de una ayuda con intervención incluida, otros se quedan en la ayuda y miran rápidamente hacia otra parte. Un sainete completo.
Como una de las solicitantes es Catalunya, el asunto se sitúa a alto nivel. Catalunya está preparando una propuesta de reforma de su sistema de financiación, que siempre ha sido hasta ahora la palanca para que todas las demás CCAA mejoren el suyo (aunque nunca lo agradecen). El hecho conceptual entre pedir pasta provisional, aceptando las condiciones del donante (sabiendo que no tiene ni calderilla) y a la vez pretender ir a pedirle una financiación más alegre es un shock traumático donde los haya.
No creo que lo importante sea si hay o no intervención de los poderes federales sobre la autonomía de Catalunya. De hecho todo el estado está ya muy intervenido por las presiones, condiciones y memorándums europeos, financieros y lo que caiga. Que todo puede ir a peor, seguro. Hasta ahora así ha sido. ¿Por qué iba a cambiar si los mercados se están hinchando a intereses?
De modo que, como ustedes pueden comprobar, doy por hecho que la intervención existe y que la presión federal aumentará con la ayuda provisional que Catalunya (perdón la Generalitat, perdón, el gobierno de la Generalitat) se ha lanzado a solicitar como reflejo de su derrota total en finanzas y ajuste.
La estructura de esa intervención va a ser de dos tipos; la primera: la inmovilización de CIU en el proyecto de pacto fiscal, que será debidamente aguado, recompuesto y aderezado convenientemente para que, salvada la propaganda, no sirva para casi nada. Ahí quedará fundida una parte de la carga política y social del catalanismo. Dentro del mismo marco, CIU que gallea en el corral del Congreso como si pudiera dirigir su propio cotarro y poner contra las cuerdas al PP de Don Mariano, va a tener que hacer acto de contrición y volver a las filas de los recortadores de cabezas. Sin más discrepancia que la nota a pie de página. El segundo tipo de intervención va a ser la aparición de nuevos recortes o ventas patrimoniales, tendentes a hacer caja provisional y dar de comer al mundo de las concesiones empresariales. El cambio de modelo, como si dijéramos, aumentando la velocidad y los porrazos callejeros.
Como no estoy en absoluto convencido que todo esto sirva para alguna cosa de provecho, excepto para pagar facturas y nóminas este verano, tampoco le voy a dar más importancia dentro de un proceso de destrucción sin alternativa como en el que estamos metidos.
Algunos pensamos que hay todavía ciertas vías de reparación, cada día más difíciles. El país tiene formas de recomponer la carga de la crisis abriendo las posibilidades de crecimiento, de mejora de la confianza interna y externa, pero todo ello pasa por dos condiciones. La primera es la desaparición del paraíso fiscal interior, tanto por lo que hace a la estructura fiscal, como al fraude. La segunda es la elaboración de un plan anti crisis que ponga los esfuerzos de todos en la misma dirección y con costes repartidos. La tercera es considerar que estamos en plena guerra y que hay que utilizar, no los cañones, pero si toda la artillería disponible para presionar, convencer, etc. a quien pretende castigarnos por no ser luteranos.
Lluís Casas, tranquilo porque el despacho no tiene ventanas y no veo la calle.
Urgente posdata. Como prolegómeno de la anunciada venta de la empresa de suministro de agua de la Generalitat, Aigues Ter-Llobregat , la entidad metropolitana de medio ambiente ha decidido, bajo el mando de CIU, dar entrada a Aguas de Barcelona (con un 85% del capital) a su empresa pública de saneamiento de agua, EMSSA. La parte pública se queda con el 15%. El asunto en fase de aprobación se realiza sin concurso público. El monopolio del agua privada se fortalece en medio de la desfachatez de la derecha nacionalista y probablemente con la callada aprovación o la ligera abstención de unos otros que todos conocemos.