Primer borrador
1. El sindicalismo confederal español puede tener a orgullo haber propiciado la consolidación de importantes grupos dirigentes en todas sus estructuras. Los trabajadores y el conjunto de la sociedad han visto mejoradas sus condiciones de vida y trabajo a lo largo de la democracia gracias a la capacidad intelectual de los grupos dirigentes, a todos los niveles, de Comisiones Obreras y UGT. Unas estructuras que, de un tiempo a esta parte, conducen importantes movilizaciones en defensa de esa condición de vida y trabajo que ahora la santa alianza del neoliberalismo económico con el termidorismo político pretende desforestar y deconstitucionalizar. Precisamente por no dejarse cooptar por esta alianza los grupos dirigentes están siendo durísimamente atacados no sólo en los instrumentos legales de que disponen sino además se ven agredidos en su probidad personal y colectiva. Nada nuevo bajo el Sol: es tan antiguo y ya visto desde los orígenes de la protesta contra los poderosos. Más todavía, esos ataques (al Derecho y a los derechos, al cargo sindical y a las personas) es tan viejuno como la historia del sindicalismo.
2. La percepción que dan las dos grandes organizaciones del sindicalismo confederal (Comisiones y UGT) es una elevada realidad unitaria y unos considerables grados de estabilidad en sus estructuras, en eso que –en jerga sindical-- se denomina la vida interna de la organización. Podríamos decir que existe una sana fisiología así en los aspectos unitarios como en la estabilidad de sus grupos dirigentes.
Esta es la tónica hasta la presente; y, sin lugar a dudas, todo ello se consolidará más, si cabe, en las próximas movilizaciones, aunque a decir verdad, incluso en estas semanas agosteñas la presión se ha mantenido a lo largo y ancho de la geografía.
3.- Pues bien, en ese clima de alta densidad unitaria y estabilidad de los grupos dirigentes vale le pena situar algunas reflexiones y (genéricas) propuestas hacia una reforma gradual de algunos aspectos de los grupos dirigentes del sindicalismo confederal. En todo caso, vale la pena recordar que una de las innovaciones más interesantes que se han dado en lo atinente a los grupos de dirección fue la norma estatutaria que, concretamente en Comisiones, estipulaba la limitación de los mandatos.
Por lo demás, antes de entrar en materia, necesito hacer otra consideración: los sindicalistas españoles tienen un cursus honorum --me excuso por la expresión, ya que no quiero utilizar la palabra escalafón por inadecuada-- siempre ascendente. Por ejemplo, se es dirigente de una estructura de base y, merecidamente, se asciende al peldaño superior y así sucesivamente, siempre en el mismo sector o ramo de la producción y los servicios. O, de igual manera, en el ámbito territorial. Esta ha sido una práctica que ha cohesionado y fortalecido la organización. Una práctica ascendente digo, aunque nunca voluntariamente se ha procedido al (aparente) descenso de categoría.
Esta práctica tradicional no ha resuelto algunos inconvenientes, algunos de ellos muy llamativos. Por ejemplo: en algunos sectores y territorios –con escasa tradición sindical o por otras razones-- adolecen de grupos dirigentes con experiencia y capacidad de liderazgo. ¿No sería buena idea propiciar que, salvaguardando las normas estatutarias, se propiciara la presencia activa de sindicalistas de probado currículum en otros sectores y territorios?
En el sindicalismo europeo hay experiencias en este sentido. Sindicalistas que han jugado un papel destacado en tal o cual territorio o federación han sido “llamados” por las organizaciones que estaban en dificultades para echar (algo más que) una mano. Por ejemplo, a mi amigo Roberto Tonini no le importó dejar la tranquilidad relativa de su ciudad natal (Venecia) de la que era secretario general para ir a dirigir la Federaciónde la Construcciónregional del Lazio (Roma). Conozco sindicalistas de mi quinta en Italia que, tras dejar altas responsabilidad de dirección en ámbitos importantes, pasaron a formar parte de los grupos dirigentes de ciudades de mucha menor importancia. A ninguno de ellos se le ocurrió pensar que aquello era un descenso en el “escalafón” o una rebaja en su cursus honorum sino el reconocimiento de su capacidad dirigiente como persona y el servicio a la organización.