Titular notícies
José Luis López Bulla PISTOLERISMO SEVILLANO EN LOS AÑOS 20
José Luis López Bulla

Homenaje a Carlos Arenas Posadas



Javier Aristu

Agradezco al honorable López Bulla su sugerencia de publicar en su blog esta reseña de un libro salido hace pocos meses  de las prensas sevillanas. Se trata del relato Las sierpes. Memorias de un periodista republicano, cuyo autor es el catedrático de Historia económica Carlos Arenas Posadas.

Sevilla es una ciudad peculiar, ni más ni menos que cualquier otra de esas capitales con atractivo, pero que es ducha en generar filias insoportables y fobias épicas. Su red de caserío estrecha, sinuosa y a veces entre sol y sombra, da cabida a un paisanaje también dado al circunloquio y a la cháchara. Sin duda, es una ciudad para vivirla plenamente. A pesar de sus tópicos y tipismos, esta urbe un cuarto romana y otro cuarto árabe pero mayoritariamente cristiana y castiza por aquello de la llamada reconquista o repoblación, ha logrado permanecer sugestiva a pesar de las barbaridades que durante el siglo XX se cometieron con su tejido urbano y con su pueblo llano.
Carlos Arenas Posadas es amigo, vecino de playa y tasca, colega de blog e historiador de la sociedad sevillana y andaluza. Merece la pena leer sus trabajos  sobre el desarrollo del capitalismo andaluz donde de forma crítica y ampliamente documentada construye una teoría sobre el sistema de poder que ha atenazado el desarrollo andaluz desde hace más de dos siglos.

Pero hoy hablamos de otro tipo de escrito que ha venido elaborando en los últimos dos años y que, sin dejar de tratar el referido tema del poder social de la oligarquía sevillana, se presenta bajo la forma de un relato literario.  Las sierpes es un relato en el que la ciudad de Sevilla es traspasada por su fino bisturí de historiador además de vista por la lente de un competente narrador de historias. Las sierpes. Memorias de un periodista republicano puede considerarse como un magnífico acercamiento a la Sevilla del primer cuarto del siglo XX, la que va entre el desastre de Annual y la guerra civil. Un personaje central, joven periodista en  El Liberal, acaba de llegar a Sevilla dispuesto a iniciar una triunfal carrera de cronista. Cuenta para ello con la tutoría de dos maestros periodistas de aquella época: Manuel Chaves Nogales y Agustín López Macías Galerín. El encargo de investigar el intento de asesinato del famoso arquitecto Aníbal González le llevará a husmear entre los círculos de poder y descubrirá las cañerías y desagües sociales de aquella ciudad que se debatía en esos años entre la riqueza de unos cuantos cortijeros y rentistas inmobiliarios y la miseria horripilante de la gran mayoría del pueblo, festivalero a pesar de todo. Un recadero del periódico, Antoñito, cuasi enano y destino de bromas y chacotas, le conducirá por los infiernos de las casas de putas, patios de pobreza, bares y tascas donde los señoritos sevillanos pasan sus noches de juerga. Todo un cortejo de personajes reales, la mayoría, y de ficción van configurando el escenario humano de una lucha de clases soterrada. Anarquistas ingenuos o violentos, sindicalistas protocomunistas, republicanos y masones, arzobispos hipócritas, gobernadores civiles corruptos, aristócratas con apellidos todavía repetidos en las actuales crónicas de sociedad, toreros sin éxito que luego derivarán en carniceros de derrotados rojos, periodistas honrados y periodistas cínicos, capitanes, comandantes y coroneles que luego serán conocidos generales y generalísimos de nuestra desgraciada historia y que deambulan pegando tiros entre las montañas del Rif y marcando figura en los bailes de la sociedad sevillana … en fin, toda una extensa galería de personajes que pobló aquella Sevilla que se modelaba de una cierta manera entre el fin de la primera gran guerra europea y la tragedia de 1936.

Leer Las sierpes produce en un lector medianamente informado la satisfacción que da el que te cuenten una historia de tu ciudad lejana de los tópicos y esquematismos folclóricos a que todavía nos tiene acostumbrados la historiografía y el periodismo local (¡Ay, esa hemeroteca del ABC de Sevilla, repleta de vírgenes dolorosas, niñas presentadas en sociedad, cristos dolientes y caballeros con corbata apretada y copa de manzanilla en mano!). Pero, además, nos conecta con una tradición narrativa española que arranca de Galdós (los Episodios, las novelas del Madrid de 1870) y continúa con Baroja (la serie La lucha por la vida). Carlos Arenas, partiendo de la hemeroteca y de la documentación histórica que ha venido manejando en los últimos 30 años, nos pinta un cuadro urbano y humano donde Sevilla destaca como primera figura pero esta vez es la Sevillaoculta, la de los patios y corralas sin agua corriente, la que siglos antes pintara Velázquez o Murillo, la que describiera Cervantes en su Rinconete, la que analizara con pluma a veces ácida pero certera Blanco White.

Un periodista lanzado a investigar un crimen descubre el movimiento proletario, sus utopías y sus incapacidades. Tras esos obreros de la construcción en huelga, reunidos en casa Cornelio o deambulando por las tascas de la calle Feria y de la Alameda, ¿cómo no ver a los Pepe Díaz, Barneto, Mije y tantos otros que de la lucha anarquista pasarían posteriormente al comunismo leninista en la década de los treinta? ¿Cómo no identificar en esas figuras los cuerpos que, quince años después de los sucesos que se nos narra, serán primero perseguidos con saña por los señoritos con camisa azul por las calles del barrio de San Luis, de San Román, del Pumarejo y luego fusilados delante de sus madres, dejados sus cadáveres en las aceras durante días?

En una breve reseña que el ilustre López Bulla publicó  en este blog y que por los hados de la informática se perdió  –pero que yo tuve la suerte de leer antes de su paso a la nada- se relacionaba la novela y su protagonista con la de Eduardo Mendoza, La verdad sobre el caso Savolta. Y estoy de acuerdo. La Barcelonaque destilaba Mendoza a través de los despachos de abogados y de las fiestas en los palacetes de aquella burguesía de 1914 que se hacía de oro con la primera guerra europea, aquella sociedad que acogía con admiración al trapacero y arribista Leprince, se contrastaba con la de Pajarito de Soto, ese arquetipo de sacrificado anarquista capaz de poner su pluma al servicio de su clase. En el caso de Las sierpes también, sin establecer comparaciones ni cotejos academicistas, se nos proyecta la ciudad,  la Sevilla de 1920, la que debate su porvenir entre la guerra de África y la Exposición Iberoamericanade 1929. En ambos casos hay una sociedad que se debate entre lo viejo y lo nuevo, una ciudad que se divide, claramente, en dos ciudades. Y como trama, una historia de policías ladrones y de víctimas sacrificadas.

Pero hay más. La guerra africana es otro subgénero presente en este relato. Carlos Arenas ha hecho un resumen de aquellos años y de aquella guerra. Recogiendo datos del expediente Picasso, de las historias de vida de militares africanistas y de otras fuentes, nos introduce en la campaña del Rif y en el relato del desastre de Annual. Así, entre la referencia a documentos históricos, crónicas periodísticas del momento como las de José Andrés Vázquez en El Imparcial o la inefable cita de las otras de Corrochano en ABC tras la reconquista de Nador, las alusiones  a los conocidos artículos de Ortega y Gasset en El Sol  a propósito del desastre de Annual, el relato del soldado Rafael, una de las miles de sacrificados de aquella infame campaña militar, nos va desplegando una narración que se puede añadir a las ya clásicas de Ramón J. Sender, José Díaz-Fernández, Arturo Barea, Ignacio Martínez de Pisón o  Lorenzo Silva.

Este relato es, especialmente, una crónica del pueblo de Sevilla. Ese que durante el siglo XX no aparecerá en las crónicas de sociedad pero que de forma heroica va construyendo sus propias organizaciones con las que, a veces con inteligencia y otras no tanto, configurará su propia cultura y sus propios medios de defensa.

Recomiendo la lectura de este relato por todo lo que vengo diciendo hasta ahora y porque, además, la editorial Atrapasueños lo ha editado bajo la marca de Creative Commons, es decir, que cada uno lo puede extractar, copiar y reproducir sin ningún problema, simplemente citando las fuentes. De todos modos, incito a su compra por sólo 15€ para, de esa forma, ayudar a una editorial cooperativa que trabaja bien. Un solo pero: la portada del libro no corresponde con el contenido; más que ayudarnos a intuir que lo que hay dentro es un relato social y urbano parece que está vendiendo un tratado de zoología… y además de serpientes, bichos repugnantes y repulsivos. Aunque la calle emblemática de Sevilla se llama Las sierpes, como el agudo lector habrá ya deducido. Que me perdonen el autor y la editorial por este final pero noblesse oblige…


Referencias:
Carlos Arenas Posadas, Las sierpes. Memorias de un periodista republicano. Ed. Atrapasueños, Sevilla 2012.
Carlos Arenas Posadas y Javier Aristu escriben en el blog colectivo En Campo Abierto

Últimes Notícies