Santiago Carrillo ha sido una persona clave en la historia reciente de España. Su lúcido planteamiento de la reconciliación nacional, hecho desde su responsabilidad como primer dirigente del Partido Comunista de España, sitúa un punto de inflexión en lo referente a las todavía frescas heridas de la guerra civil al tiempo que pone las bases definitivas de una acción colectiva por las libertades democráticas, incluidas las nacionales de Catalunya. Por lo demás, es bien sabida su contribución a la conquista pacífica de la democracia española, incluida la compleja etapa de la transición. Ni qué decir tiene su gesto contra el golpe de Estado, liderado exteriormente por Tejero. Él y Gutiérrez Mellado desobedeciendo la orden de “¡todos al suelo!”. Segundos después se incorpora a la intemperieel presidente Suárez. Por lo general, las imágenes de Carrillo erguido suelen escamotearse.
Santiago tuvo el coraje político de intentar el experimento (junto a Enrico Berlinguer), que más tarde resultó fallido, del eurocomunismo. A pesar de este revés, unido a su dramática salida del PCE, el viejo león del comunismo no sólo no desfalleció sino que continuó su labor al servicio de los trabajadores y de la izquierda. Prácticamente hasta hace pocos meses (ya casi centenario) estuvo dando su parecer, desde la radio y la prensa escrita. También desde las redes sociales. Recuerdo que, hace un año largo, le planteé que abriera un blog. Me dijo que sí. Él me mandaba sus artículos y yo le abrí la bitácora que él me permitía gestionar en la edición de una imaginaria emisora: Radio Parapanda, algo así como un homenaje a La Pirenáica. La última entrada del blog (http://pilarcefe.blogspot.com.es/) tiene fecha de mediados de julio pasado.
No siempre fueron fáciles mis relaciones con Santiago. De un lado, las tensiones entre el PCE y el PSUC; de otro lado, las relaciones entre el partido y el sindicato. Todo eso es ya arqueología política. Lo que cuenta es el conjunto de la vida de un dirigente singular, su tesonero testimonio en defensa de la República española ya desde muy joven; su larga marcha en la resistencia antifranquista; los intentos de modernizar el comunismo español y su distanciamiento de la Unión Soviética); su papel constructivo en la recuperación de las libertades, incluídas las nacionales de Catalunya. Y finalmente su presencia física en los grandes eventos del sindicalismo confederal rodeado de jóvenes que le miraban con admiración.
Sus últimos esfuerzos en la arena política, como revelan sus escritos de los últimos años, se refieren a la necesidad de construir una izquierda, claramente alternativa, global, a la altura de las grandes transformaciones de esta etapa de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. De toda la economía.
Santiago Carrillo o la pasión política: genio (ochenta y tres años haciendo política) y figura.
