Jactanciosamente afirma la dirección de El País: “con un 79 por ciento de los trabajadores en huelga, el diario ha salido a la calle, se ha vendido en los kioscos y ha aparecido en Internet”. Vaya, en primer lugar, nuestra solidaridad con los trabajadores y nuestra más contundente censura a la dirección de la empresa por su intransigencia a negociar con el comité.
La primera consideración es: la empresa dice la verdad, esto es, los trabajadores están en huelga, el periódico (mermado) está en la calle y se vende en los kioscos. La segunda consideración es: ¿qué sugerencias le ofrece la (aparente) paradoja al movimiento de los trabajadores y al sindicalismo confederal? Digámoslo alto y claro: así como la innovación tecnológica favorece determinadas formas del ejercicio del conflicto social, también es un potente instrumento de interferencia.
Primero. Tomé nota de estas aparentes paradojas a raíz de un célebre partido de fútbol entre el Barça y el Atlético de Madrid hace ya algunos años. Aquel encuentro iba a ser televisado, pero el comité de empresa convocó una huelga. Inmediatamente se puso en marcha un mecanismo espectacular que permitió la retransmisión. A través de unas cámaras que funcionaban sin operadores se ofreció el espectáculo. Mediante unos algoritmos, fruto de un sofisticado proceso matemático, las cámaras rodaban y los telespectadores no percibieron que había huelga, excepto la rareza de que no había voz, porque los locutores no decían ni mú. Cinco minutos antes del final, la voz amiga de Ramón Escobarinformó que la ausencia de comentarios se debía a la huelga de los trabajadores. Primera observación: los trabajadores están, como se decía antiguamente, de brazos caídos, pero las máquinas funcionan a todo meter.
Y volví a tomar nota cuando en determinadas huelgas del sector financiero los trabajadores que estaban en huelga eran “substituidos” por los cajeros automáticos.
Segundo. Lo cierto es que el sindicalismo confederal no ha sacado las convenientes enseñanzas de la relación entre ejercicio de la huelga e innovación tecnológica. Lo que le ha llevado a seguir haciendo la huelga como si no existieran las mencionadas interferencias tecnológicas. A saber, plantear el conflicto en clave fordista cuando el paradigma es otro.
Así las cosas, la voluntad del conjunto asalariado de ejercer el derecho de huelga es violentado por las máquinas que distorsionan (y, con frecuencia, anulan) el mencionado derecho. La huelga en tales circunstancias no intimida a la contraparte.
Me permito una propuesta: la apertura de un amplio debate orgánico sobre estas cuestiones. Mantener el retraso sería, andando el tiempo, enviar la huelga al archivo.
Addenda. Este es un homenaje a Ramón Escobar.