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José Luis López Bulla DESHAUCIOS Y HUELGA GENERAL
José Luis López Bulla

En tres días, algo que llevaba años dándose contra un muro de cemento sin conseguir atravesarlo, lo ha hecho. 

No es que no hubiera buenas tácticas, adecuadas reivindicaciones, información detallada y, sobre todo, evidencia empírica al alcance de cualquier humano con algo de vista, un poco de inteligencia y un algo de sensibilidad. Pero lo cierto es que durante cuatro años, al menos, y a pesar de propuestas de leyes aportadas por la izquierda real, de manifestaciones, de oposición pacífica a la violencia con que se realiza el acto malvado y maldito del desahucio, casi nada se movía. Ni entre la banca causante de la epidemia, ni entre los grandes partidos hegemónicos, ni, en realidad, entre los medios de comunicación que difundían los hechos con una simpleza objetiva que echaba para atrás.

No es que no hubiera daños colaterales en esas acciones en las que la policía, la judicatura y los cerrajeros se ponían al servicio del poderoso para birlarle la vida al ya menesteroso. Claro que lo había y en abundancia. Pero eran ignorados en bien de normas fraudulentas y de intereses poderosos.

No es que incluso las iglesias, las que fueran, no hubiera voces que rezaban o, en algún caso, exigían poner la justicia al servicio de lo que debe: los derechos fundamentales, la constitución e incluso las normas de los creyentes.

Nada de eso faltaba, ni acciones, ni resistencia, ni información de los asaltos al más puro estilo medieval. Y, sin embargo, todo seguía, sino igual, si con un estilo de lo más parecido. Un muro de cemento formado por legislaciones del más estricto liberalismo decimonónico, por una judicatura de carácter tan aislado que casi parece formada por la pasta que aglutina el cemento, una policía disfrazada de caballero del mal al más puro estilo  Darth Vader, con el hierro que arma el cemento aportado por el sistema financiero más depredador que jamás se haya visto. Y todo el resto de lo que ustedes quieran complementar.

Pero de pronto, tal que un muro de Berlín, todo cede y unos y otros entonan un canto al cambio, a la justeza de modificar lo que ya sabíamos que era un puro y simple abuso aplastante de poder. El PP y el PSOE, que han estado dando la espalda al problema, votando en todas las ocasiones en contra de la adecuación normativa específica a los derechos humanos, se reúnen para alcanzar acuerdos que frenen la sangría principal de los pobres después del paro. Los mismos jueces se exclaman horrorizados de las acciones que la ley les obliga a hacer. Como los secretarios judiciales, como la policía que exige el derecho de conciencia, como los cerrajeros que no van ya a colaborar reventando puertas. Y, como la banca, que en forma de milagro le afluye el sentimiento de que hasta aquí podíamos llegar y que algo vamos a hacer, siempre que no nos dañe la cuenta de resultados. Eso ante todo.

Si en tres días lo que en cuatro años no se ha podido, se puede. ¿Dónde está la causa maravillosa de ello? ¿Hay algo nuevo en el ambiente? Tal vez un aire fresco que alienta el humanismo, la comprensión o incluso la caridad para algunos. Yo no lo he notado.
Siguiendo la causa efecto, llegamos a un suicidio que es, que se sepa, el tercero en intentarse y el segundo en producir una víctima mortal.

¿Es eso, la causa de todo este vertiginoso movimiento? Esa mujer que se lanzó al vacío es la que lo ha cambiado todo. Perdón. La que ha provocado que todo se mueva. Esperemos hasta saber hacia dónde va ese movimiento, no sea que el desplazamiento termine más o menos en donde empezó. Algunos intentaran que así sea.

Probablemente nunca sabremos a ciencia cierta en donde está la causa última, la gota que se convirtió en riada. Como tampoco sabremos por qué con los mismos datos nada se movió hasta anteayer. Unos dirán que el movimiento anti desahucios ha tomado mucha fuerza, otros dirán que simplemente se ha impuesto una cierta lógica social, al fin. Habrá de todo. Nada de ello está lejos de la verdad, pero nada de ello es la verdad.

Lo único cierto es que en determinadas circunstancias, lo que hasta ese momento parecía inamovible se derrumba o se eleva. Y, al margen de explicaciones plausibles, uno se alegra, uno toma fuerza, uno reafirma para mañana la huelga general. Tal vez un día, no sabremos cómo, también se produzca un golpe de efecto en las políticas económicas y laborales.

En todo caso, nada hubiera sido posible sin la lucha larga, agotadora, a veces con un presunto carácter de inútil (que no lo es). Nunca los intereses del poder, económico, político, incluso marital, cambian sin arriesgar, sin presentar batalla. Luego hablaremos de la sorpresa y de nuestra incomprensión del fenómeno y de los múltiplos factores del cambio. Todos colocados convenientemente sobre la lucha diaria y permanente por los derechos, por las libertades, por la justicia, por una sociedad de personas libres.

Lluís Casas, sorprendido y lírico.


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